Aquella cabalgada de antílope africano por la sabana de Johannesburgo cuando el reloj agonizaba, más raudo que todos los reyes de la selva, más estético que el David de Miguel Ángel, con el balón imantando la bota, fue como la huida a Belén. El niño Jesús trajo a España la buena nueva del triunfo cuando llevó hasta los confines de Iniesta la pelota más luminosa de nuestra historia. El humilde chaval de Los Palacios cuyo hilillo de voz tanto se parece a la fragilidad de sus piernas y sin embargo concentra... Читать дальше...