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En la cité Gabriel Peris donde Jordan Bardella creció y articuló su discurso sobre la inseguridad y la inmigración

Farés es un joven de origen tunecino que reparte propaganda del Nuevo Frente Popular en la plaza del mercado de Saint Denis, uno de los lugares más pobres y multiculturales de Francia. “Es un feudo de la izquierda, pero el problema es la alta tasa de abstención, que juega a favor del Reagrupamiento Nacional”, dice a LA RAZÓN mientras reparte folletos con la cara del candidato de izquierdas a la circunscripción en estas legislativas. Lo hace a escasos cien metros de la cité Gabriel Peris, una urbanización de torres altas de vivienda social. Aquí creció Jordan Bardella, el delfín de Le Pen, hasta sus 17 años. Fue también en este lugar donde se afilió por primera vez al entonces Frente Nacional y entró en círculos de extrema derecha. “El barrio se ha ido degradando cada vez más”, nos dice Marie Laure, una jubilada de 65 años que vive sola en la misma urbanización donde vivió Bardella. Dice que “le parece buen chico” y nos hace entender con una sonrisa que votará por intentar que sea primer ministro este domingo. Pero su caso no es mayoritario. Abdel es francotunecino y nos explica su preocupación porque los “binacionales no puedan optar a ciertos puestos en la administración” si la extrema derecha llega al poder.

Bardella intenta usar en su biografía sus orígenes en este barrio para presentarse como conocedor de los problemas de inseguridad y migración, conceptos que relaciona en muchas ocasiones de forma directa. Cierto es que su madre vivió aquí y él tenía su residencia pero muchos dudan que aquí pasara mucho tiempo. Las lagunas que ofrece su biografía han ido siendo adaptadas al relato político de un hombre hecho así mismo, de orígenes humildes y que ha ido triunfando. Un relato idealizado, coinciden muchos analistas, por parte de los cerebros del círculo de Le Pen una vez que pusieron sus ojos en él para acabar con el proceso de desdiabolización del partido. “Tras afiliarse con 16 años al partido fue escalando de forma rápida por su buena imagen: con traje, engominado, imagen tranquilizadora. No era ningún skinhead”, explica a este diario Pierre Stéphane Fort, periodista que ha investigado durante un año a Bardella y ha publicado como resultado el libro Le Grand Remplaçant: la cara oculta de Bardella. Fort señala que “ésa era la estrategia de Le Pen en aquel momento, él correspondía y la vida privada también ayudó”. Entró en el clan Le Pen con un noviazgo con su sobrina, Nolwenn Olivier, hija de Marie Caroline Le Pen en 2019.

Cuenta Fort que es muy complicado reconstruir el pasado de Bardella, por reciente que sea en un joven como él. Y aún con todo, “se constata que sus contactos con círculos de extrema derecha radical, xenófoba, racista y violenta no le perturbaban” según el autor. A partir de su impulso en el partido, él pone tierra de por medio con esos círculos, incluso rompiendo con su anterior novia, Kerridwen Chatillon, próxima al GUD, un grupúsculo violento de ultraderecha que ha sido disuelto por el ministro del Interior, Gérald Darmanin.

“Es una cáscara vacía movido por el oportunismo” con esta dureza lo define en un documental de France 2 Pascal Humeau, gurú de la derecha dura que fue coach de comunicación del propio Bardella hace años. Si a algo se ha dedicado Bardella durante este tiempo es a complementar la estrategia de normalización del RN. Su estrellato en redes sociales, con casi dos millones de seguidores en Tik Tok, han permitido banalizar los mensajes de la extrema derecha diluidos entre vídeos superficiales de Bardella comiendo gominolas o haciéndose selfies. La extrema derecha simpática. Parte de un proceso de desideologización de la política en la que él además ha conectado con públicos que hasta ahora se resistían a la formación de Le Pen, como los jóvenes. Fue en 2022 cuando Le Pen cedió la presidencia del partido a Bardella, que tres años atrás había liderado la candidatura del partido a las europeas con solo 23 años e incluso llegó a superar a la experimentada candidata europeísta de Macron por un punto. Bardella pudo acceder a un electorado que se le resistía a Le Pen gracias a su perfil: un chico joven con buenas maneras, nada faltón en la refriega política, y que atraía a las cámaras.

La percepción generalizada de ser una marioneta de Le Pen con imagen cuidada va quedando atrás. Un sondeo reciente del instituto Elabe muestra que un 38% de los franceses tienen buena imagen de Bardella frente al 33% de Le Pen. Su protagonismo con autonomía propia ha tenido en estas legislativas una vitrina excepcional. Bardella está eclipsando a Le Pen aunque para muchos expertos de extrema derecha se trata de un matrimonio de conveniencia donde ambos se necesitan para llegar al poder.

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