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Apagón en Venezuela revive recuerdos del colapso en el 2019

Caracas. Semáforos apagados, negocios abiertos pero en penumbras y desinformación: el apagón de este viernes en Venezuela recuerda al ocurrido en 2019, que dejó al país a oscuras durante varios días. En ese entonces, el gobierno, como ahora, lo calificó de sabotaje opositor.

La falla ocurrió un mes después de las elecciones presidenciales, en las que Nicolás Maduro fue proclamado ganador de un tercer mandato en medio de acusaciones de fraude por parte de la oposición.

Con la red social X bloqueada desde el 8 de agosto y la conexión telefónica parcialmente funcional, muchos ciudadanos desconocían la magnitud del apagón que afecta a casi todo el país, con una población cercana a los 30 millones de personas.

“Me afecta como a todos los comerciantes, me preocupa la mercancía”, afirma Ronald Herrera, de 39 años, quien abrió su local en Caracas con la esperanza de vender productos que necesitan refrigeración, como pollo, carne y quesos.

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El corte de electricidad se produjo a las 04:40 a.m. locales (08:40 a.m. GMT) y casi diez horas después, el servicio seguía sin restablecerse en la mayor parte del país.

En Caracas, la luz regresó momentáneamente en algunos sectores, pero luego se fue nuevamente.

El apagón recuerda al que comenzó el 7 de marzo de 2019 y se extendió por cinco días o más, un evento inusual a nivel mundial. En esa ocasión, Maduro alegó un “ataque electromagnético” desde Estados Unidos con complicidad de la oposición. Durante ese año, el gobierno denunció tres “sabotajes” eléctricos.

“Es un nuevo sabotaje eléctrico”, afirmó el ministro de Comunicación, Freddy Ñáñez. “Lo vivimos en 2019, sabemos lo que nos costó en ese año, sabemos lo que ha costado recuperar el sistema eléctrico nacional desde entonces, y hoy enfrentamos la situación con los protocolos antigolpe”.

Apagones cotidianos

Aunque los apagones en Caracas son menos frecuentes que en el interior de Venezuela, la capital registra intermitencias en el servicio.

Hace dos meses, una falla en la zona mantuvo el negocio de Herrera sin electricidad durante tres días. Perdió unos $400 en mercancía debido a la pérdida de refrigeración.

Hace apenas un día, una de sus neveras se dañó por un altibajo en el voltaje. Gastó otros $230 en reparaciones, lo que afectó gravemente sus escasos márgenes de ganancia.

Sus vecinos Carlos Peña y Carmen Pérez también decidieron abrir su venta de frutas, víveres y embutidos. “Esperamos vender lo que tenemos”, comentó Peña, señalando la refrigeradora con unos 16 kilos de pollo.

No cuentan con planta eléctrica, ya que los apagones son menos frecuentes en Caracas en comparación con la provincia, donde los cortes son diarios y se prolongan por horas.

En ciudades como Maracaibo, capital del estado Zulia (oeste), y Ciudad Guayana, en Bolívar (sur), donde se encuentra la principal hidroeléctrica del país, el día transcurre con la normalidad del apagón crónico: comercios abiertos apoyados con plantas eléctricas.

“Pensé que era un apagón más de los que ocurren aquí todos los días”, dice entre risas Elena Jiménez, ama de casa de 66 años en Maracaibo.

El recuerdo

“Me recuerda el apagón de hace años, que fue muy fuerte”, comentó Nairelis Ramírez, habitante de Los Puertos de Altagracia, vecina de Maracaibo.

“Estamos en espera a ver qué pasa”.

El apagón de 2019 coincidió con uno de los peores momentos de la crisis económica en el país. La gente perdió comida y se quedó incomunicada por la falta de pilas en los teléfonos y la caída de la red de telefonía.

En Zulia, uno de los estados más cálidos del país, con temperaturas promedio de 38-40 grados centígrados, muchos hacían largas filas por un vaso de agua fría o dormían en plazas públicas para aprovechar la brisa nocturna.

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El apagón de 2019 también llevó a la dolarización de facto en el país. Sin disponibilidad de moneda local en efectivo y sin luz para pagar con tarjeta, la población comenzó a utilizar dólares guardados en casa, a pesar de que las transacciones en esta moneda estaban prohibidas.

En una plaza del centro de Caracas, Leticia Quiroga, de 30 años, espera instrucciones. Es funcionaria pública y no sabe si debe ir a la oficina.

“Como uno está mentalmente acostumbrado a ciertas cosas, me arreglé para ir a trabajar”, señala.

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