Lobato acierta al rectificar
JUAN Lobato mintió a la opinión pública el pasado lunes cuando comprobó la repercusión de la exclusiva de ABC sobre su gestión de los mensajes que le enviaron desde La Moncloa con información confidencial sobre la situación tributaria del novio de Isabel Díaz Ayuso para que los utilizara en la refriega política de la Asamblea de Madrid. Ante el temor de que pudieran ser constitutivos de un delito de revelación de secretos, el secretario general del PSOE madrileño los protocolizó en una notaría de la capital. Ayer, Lobato, que inicialmente negó una parte de los hechos, retrocedió y borró su autojustificación del lunes, cuando intentó encontrar unos argumentos para alinearse con su partido y ser perdonado desde la falsedad. Pero ese alineamiento era ya insostenible, una vez que hay un acta notarial con el presunto delito urdido desde la sede de la Presidencia del Gobierno. El mayor error del dirigente madrileño fue sostener la versión del lunes, cuando sabía que no era cierta, movido por el miedo a la reacción de un sanchismo con el que intentó congraciarse en vano. El Lobato de ayer es alguien que se ha dado cuenta de que esa concesión a Pedro Sánchez no le ha servido de nada y que, de momento, se revuelve contra las presiones del aparato del partido para que presente su dimisión, tal y como denunció en su breve comparecencia de ayer –en una tremenda soledad, apenas acompañado de una diputada de su grupo–, presiones en las que apuntó directamente a La Moncloa y a Ferraz. Es probable que la carrera política de Lobato haya terminado, toda vez que el viernes tendrá que entregar en el Tribunal Supremo el acta notarial con los mensajes remitidos por Pilar Sánchez Acera , jefa de Gabinete del hoy ministro Óscar López, que entonces era a su vez jefe de Gabinete de Pedro Sánchez. Visto lo visto, la maquinaria sanchista se va a volcar en su lapidación y no parece probable que el dirigente madrileño pueda sobrevivir más allá del lunes, cuando concluya el Congreso Federal extraordinario que Sánchez ha convocado para, precisamente, sellar su liderazgo ante el turbión de acusaciones de corrupción que le rodean. Sea cual sea el destino de Juan Lobato en el Partido Socialista, el caso no debe detenerse en la torpe y zigzagueante gestión del secretario general socialista en Madrid. Sus responsabilidades políticas y jurídicas en este asunto no son nada comparadas con las que apuntan a la jefa de Gabinete de López y al propio López, hoy ministro de Transformación Digital y Función Pública, en el momento en que la Justicia conozca esos wasaps, confesando la utilización de los instrumentos del Estado para vulnerar los derechos de un ciudadano particular mediante una maniobra originada en la sede de la Presidencia del Gobierno. Como ayer dijo con toda intención el propio Lobato: « Se intenta que parezca el malo el que no hace las cosas mal ». Las propias palabras de Sánchez, un par de horas después de las de Lobato, no dejan lugar a dudas. Y eso en cualquier Estado de derecho que se tenga por tal no puede quedar ahí.