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Purpurados globales

Con los 21 creados ayer por el Papa el colegio cardenalicio alcanza un número de miembros al que nunca había llegado en la historia milenaria de la iglesia: doscientos cincuenta y tres. Junto a países que tradicionalmente han contado siempre con purpurados –Italia, España, Estados Unidos, Brasil– figuran otros como Irán, Japón, Serbia, Argel o Lituania, hasta ahora ausentes o poco presentes en lo que hasta hace poco se denominaba el senado católico.

Jorge Mario Bergoglio ha querido señalar la universalidad y la diversidad de la Iglesia, que ya no se circunscribe a la vieja cristiandad. Si bien es cierto que Europa cuenta todavía con 115 cardenales, le siguen Asia con 37, la América meridional con 32, África con 29, América septentrional con 28, América central con ocho y finalmente Oceanía con solo cuatro.

Como es sabido, no todos los cardenales tienen derecho a participar en el cónclave que elige al Sucesor de San Pedro. Por una sabia decisión de Pablo VI lo hacen sólo los que no han cumplido los ochenta años; el mismo pontífice estableció que el número de electores no superase los cientos veinte, pero esta norma se la han saltado Juan Pablo II y Benedicto XVI, pero sobre todo Francisco, y en este momento son 140 los potenciales cardenales electores, de los cuales ocho de cada diez han sido nombrados por él.

Este último dato no debe interpretarse como si se tratase de un grupo compacto y homogéneo; nada más lejos de la realidad, puesto que a la hora de depositar su voto en la Capilla Sixtina cada cardenal lo hará siguiendo el dictado de su conciencia, independientemente de quien le nombró, y atendiendo a su personal discernimiento de la situación de la iglesia y del mundo.

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