‘Mami, dame la bendición y un beso’, fueron las últimas palabras de Yuliana Ureña a su madre
En el segundo día del juicio por el femicidio de Yuliana Ureña, los padres de la joven de 19 años declararon ante el tribunal para recordar los hechos ocurridos el 21 de setiembre del 2023, cuando su hija, como cada día, se dirigía al colegio donde estudiaba y fue sorprendida por un hombre que la violó y le arrebató la vida.
El juicio comenzó a las 2 p. m. en los Tribunales de Justicia de San Carlos. En el caso figura como sospechoso un hombre de 41 años, de apellido Acuña Sandoval, quien enfrenta cargos no solo por el asesinato y dos violaciones cometidas contra Yuliana, sino también por cinco violaciones en perjuicio de una menor de 17 años.
Según el relato de los padres, el 21 de setiembre trasladaron a Yuliana desde El Cedral, la localidad donde residían entonces, hasta Ciudad Quesada, a menos de seis kilómetros de distancia. La joven quería ir al centro comercial El Encuentro, en Ciudad Quesada, para entregarle un ramo de flores a una amiga por su cumpleaños, antes de dirigirse al colegio nocturno en la misma ciudad, en el que cursaba el bachillerato.
“Ella se acercó a la ventana y me dijo: ‘Mami, dame la bendición y un beso’. Le di la bendición y el beso, y la dejé ahí, en El Encuentro. Ella se fue toda contenta”, recordó entre lágrimas Roxana Quirós, madre de Yuliana. Fueron las últimas palabras que compartió con su hija.
Sus padres relatan que la joven siempre tomaba el bus de regreso a casa a las 10 de la noche. Lo hacía acompañada de sus amigas y a diario le escribía un mensaje a su padre cuando se montaba en el bus, porque él siempre la esperaba en la parada para llevarla de regreso a casa.
“Yuliana nunca iba a ningún lado sin avisar, nunca salía sola. Si quería ir a la casa de alguna amiga, llamaba o yo la llevaba”, dijo José Garos Alvarado, su padrastro y, prácticamente, su padre.
Esa noche, a las 10:30 p.m., ambos se percataron de que Yuliana no escribió y tampoco respondía mensajes ni llamadas. “Como padres, ya sabíamos que algo no estaba bien. Reitero, ella nunca salía sin permiso”, agregó Garos.
De inmediato, se dirigieron a Ciudad Quesada, a la parada de bus donde Yuliana tomaba el transporte todos los días, pero no la encontraron. Luego acudieron al colegio y a un hospital cercano, pero en ninguno de esos lugares había rastro de la joven, por lo que recurrieron a las autoridades.
Al día siguiente, familiares y amigos se unieron a la búsqueda y a las 7 p. m., hallaron el cuerpo de Yuliana en un lote, entre bolsas de basura. A la joven solo le faltaron 700 metros para llegar al colegio. Su padre reconoció el cuerpo por el tatuaje que tenía en la espalda.
“Mi corazón me decía que mi hija ya no estaba”, narró Roxana Quirós entre lágrimas y con la voz entrecortada.
“Les puedo decir que ha sido el año y los tres meses más difíciles de todos mis 45 años. Aun así, asistí a la vigilia. Ese día, le dije a Dios: ‘Hace 19 años me la pusiste en mi vientre, en este momento te la entrego, no de la forma que a cualquier madre le hubiera gustado entregar a su hija, porque ella no merecía esto, era una chiquita buena’. (...) Uno, como padre, siempre espera que lo entierren a uno, no uno a un hijo. ¿Por qué tengo que estar esperando un juicio cuando yo, lo que debería estar esperando, es la fecha para ir a celebrar su baile de graduación?”, dijo la madre al tribunal.
Yuliana es recordaba por sus seres queridos como leal, sincera, amiga de estar en casa, siempre con una sonrisa y soñadora. “Tenía una cantidad infinita de sueños y aspiraciones, como toda muchacha. Ella decía que iba a terminar el bachillerato, que iba a ser policía para pagarse la carrera que quería estudiar. Soñaba con hacerme una casa”, agregó.
El pasado lunes, durante el primer día de juicio, la fiscala Jessica González Rojas leyó la acusación. Según explicó, en apariencia, Ureña fue interceptada por el sospechoso, quien se abalanzó sobre ella, la tomó por detrás del cuello y la inmovilizó con un candado chino. Luego, la arrastró a un lote, donde la desnudó, la violó, la golpeó y la asesinó.
“A fin de asegurarse la confidencialidad del acto delictivo, la asfixió”, describió González.