Robert G. Papp: Operaciones de mantenimiento de paz
Si bien en México solemos enfocarnos en cuestiones de seguridad interna y transfronteriza, no podemos evitar preocuparnos por la situación internacional. Parece que cada mañana nos despertamos con nuevas amenazas a la democracia y la estabilidad global, tanto en zonas de conflicto en curso como en lugares inesperados como Corea del Sur y, más recientemente, en Siria.
Sin duda, la crisis en el Medio Oriente ahora se ha “metastizado”, involucrando a múltiples países de la región y más allá. El colapso completo y repentino de Siria es sumamente alarmante.
Es probable que el país entre a un período prolongado de violencia e inestabilidad, mientras grupos étnicos y religiosos, fuerzas militares extranjeras y delincuentes comunes luchan por la influencia, la venganza y el beneficio personal en un país ahora gobernado por Hayat Tahrir al-Sham (HTS), una organización denominada terrorista, descendiente directa de Al-Qaida.
¿Dónde entra México en escena? En los próximos meses y años, la necesidad de desplegar fuerzas de mantenimiento de paz quizás nunca será mayor.
Todas las guerras, incluidas las de Ucrania y el Medio Oriente, eventualmente terminan a través de negociaciones diplomáticas y, a menudo, con la participación de actores internacionales.
México ya ha estado involucrado en tales iniciativas diplomáticas relacionadas con Ucrania. Como una nación que se esfuerza por ampliar su presencia global, tal y como se mostró con la participación de la presidente Sheinbaum en la cumbre del G-20 en Río de Janeiro a mediados de noviembre, la oportunidad está clara. Dado el énfasis de Sheinbaum en la soberanía y la neutralidad, una participación significativa en operaciones de mantenimiento de paz de la ONU podría hacer mucho para mejorar el estatus de México como un jugador en el escenario mundial.
Ciertamente hay precedentes. En marzo de 2023, la ONU informó que México estaba contribuyendo con 23 personas a las operaciones de mantenimiento de la paz, incluyendo nueve en Mali y otros en la República Centroafricana, Colombia, el Sahara Occidental e India-Pakistán.
La primera gran contribución de México a las operaciones de mantenimiento de paz de la ONU fue en 1992, cuando desplegó a más de 100 policías en El Salvador. En 2015, México desplegó personal uniformado en Haití y desde entonces ha participado en diez operaciones de paz de la ONU en África, Asia, América Latina y el Medio Oriente.
Estos números ciertamente son pequeños no obstante podrían ampliarse dada la magnitud de los conflictos actuales y potenciales en el mundo. Los beneficios para México son obvios, particularmente a medida que un mayor número de personal uniformado se involucre. SEDENA y SEMAR se beneficiarían directamente de despliegues a mayor escala en países extranjeros.
Las unidades involucradas ganarían experiencia táctica en zonas de conflicto, mejorarían la cooperación y el intercambio de información con otros servicios militares, obtendrían los beneficios de la experiencia internacional y los miembros del servicio podrían aprender nuevos idiomas y ganar paga especial por el servicio en el extranjero. La Guardia Nacional también ganaría experiencia esencial al tratar con sus homólogos de otras naciones.
Dado que el aparato militar y de seguridad de México enfrenta desafíos complejos en la lucha contra los carteles, la participación en entornos extranjeros ofrecería nuevas formas de ver cómo llevar a cabo mejor sus misiones, aplicando las “lecciones aprendidas” en casa.
Los ejemplos parecen demasiados para enumerar, pero incluyen métodos para asegurar la protección de las fuerzas, mantener la seguridad en carreteras y otras redes de transporte, emplear drones y contrarrestar amenazas de drones adversarios, mejorar la cooperación militar-civil, trabajar con refugiados y migrantes, y abordar cuestiones de derechos humanos.
El existente Centro de Entrenamiento Conjunto de Operaciones de Paz (CECOPAM) en el Estado de México podría ser un centro de excelencia a este respecto.
México debería ser el primero en alzar la mano cuando surjan oportunidades para participar en operaciones de mantenimiento de la paz y debería hacerlo a nivel de compañía e incluso despliegues a nivel de batallón cuando sea posible.
Las objeciones a esto han incluido anteriormente la necesidad de obtener la aprobación del Senado, la amenaza para los participantes y la desviación de unidades de tareas domésticas, además de las tradicionales posiciones de neutralidad y de no injerencia en asuntos externos. Todo esto podría ser fácil de superar a través de un diálogo abierto y una evaluación racional de costos y beneficios.
El valor de tales despliegues para México, como se explicó anteriormente, tendría importantes frutos. También servirían para resaltar a México como una fuerza por la paz en el mundo.
Esto mejoraría su influencia diplomática y ganaría considerable respeto en un mundo multilateral emergente que está ansioso por nuevas voces neutrales del “sur global” y más allá.
El autor es Doctor por la Universidad de Columbia, Estados Unidos, consultor, conferencista y experto en política internacional y asuntos globales, actualmente director del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey.