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Jesús Navas se despide con beso al Sánchez Pizjuán

Antes de que empezara el partido, Jesús Navas ya había roto a llorar. Al salir del vestuario acompañado por sus dos hijos le esperaban sus padres y su mujer. Y al fondo, todos los trofeos que ha ganado con el Sevilla: cuatro Copas de la UEFA, dos Copas del Rey, una Supercopa de España y otra de Europa. Faltaban los trofeos conseguidos con la selección: un Mundial, dos Eurocopas y una Liga de Naciones. Se despedía de su estadio el jugador más importante en la historia del Sevilla, el único futbolista que ha ganado todos los títulos posibles con la selección.

Se retira Jesús Navas con 39 años recién cumplidos y una cadera dolorida. El capitán lo deja a final de año, 21 años después de su debut con la camiseta del Sevilla en un partido contra el Espanyol. Dos días antes había cumplido los 18 y desde entonces, a pesar de los cuatro años de exilio en el Manchester City, ha jugado 703 partidos con la camiseta sevillista. Se va el jugador que más partidos ha disputado y que más títulos ha ganado con su club. Con el City ganó una Premier y dos Copas.

Normal que todo girara a su alrededor en este día. Los jugadores del Sevilla salieron al césped con una camiseta blanca conmemorativa. «Leyenda», decía. Una palabra entrelazada con el número 16 que luce el capitán. La misma camiseta, pero en rojo, lucía el Celta, que también quiso participar del homenaje. En el saludo de los capitanes Iago Aspas le entregó una placa y una foto dedicada de un Celta- Sevilla en la que se ve a Navas en acción. En uno de los fondos del estadio, una pancarta con fotos de Navas en la que se leía «Orgullo de Nervión».

Navas posó con todos sus trofeos al fondo y con sus hijos, uno a cada lado, antes de que comenzara su último partido en el Sánchez Pizjuán. Jesús lloraba mientras su hijo mayor lo miraba con orgullo. El himno del Arrebato cantado por todo el estadio sonaba más emocionante que nunca. Sobre el césped Navas trató de que fuera un partido normal, uno de esos en los que se deja la piel. Y no es una manera de hablar. Su mujer, Alejandra, miraba preocupada desde el palco mientras le atendían por un choque con Hugo Álvarez. Como recuerdo de la última batalla, un reguero de sangre en la rodilla.

Jesús aguantó 70 minutos sobre el césped. Hasta que García Pimienta, el entrenador sevillista, decidió que ya había llegado la hora del homenaje. Para entonces el Sevilla ya ganaba 1-0 con gol de Manu Bueno, un jugador que no había nacido cuando Navas debutó con el Sevilla. Se quitó el brazalete y se lo dio a Gudelj, el primero en abrazarle. Después llegaron todos los demás. Navas lloraba otra vez, consciente de que era la última sobre el césped del Sánchez Pizjuán. Antes de marcharse, Jesús se arrodilló y besó el césped de su estadio mientras su afición coreaba su nombre antes de marcharse al banquillo a seguir llorando lágrimas de leyenda.

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