Ussía y la buena leche
Alguien que me llama Chapuza como metiéndose conmigo, y lo único que me enfada es su absoluta falta de espíritu. El primero que me la hizo fue un tonto; no digamos el número un millón trescientos mil veintiuno. Una de las constataciones más desesperantes a día de hoy es la pérdida del sentido del humor de los pueblos y hay que decirlo ahora que el 'woke' y las hermanas superioras del Monasterio de Igualdad nos prohibieron hacer chistes. En la broma siempre hay un daño, una lesión de algo que asumimos gustosos como meternos con los gordos, los enanos, los cabezones o los tontos. El chiste es sano en cuanto supone una domesticación civilizatoria de la guerra como el toreo... Ver Más