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El 'true crime' tailandés de Daniel Sancho se enfrenta a su recta final

Abc.es 
Pocos crímenes son capaces de levantar tanta expectación mediática como el protagonizado por Daniel Sancho . Sin embargo, tenía tantos tintes de true crime que instantáneamente se apoderó de la actualidad nacional. Un apuesto joven de famoso apellido era acusado de matar y descuartizar a otro hombre, el doctor colombiano Edwin Arrieta, por un presunto asunto amoroso en la idílica isla tailandesa de Koh Phangan. El suceso pilló por sorpresa a una España que disfrutaba del letargo de las vacaciones de agosto y que casi al instante se enganchó a las novedades de un caso para cuyo desenlace faltan únicamente cinco días. Otra vez en agosto y con todos los ojos puestos en él. La sentencia parece haber sido firmada ya por el tribunal de Koh Samui y solo falta que sea revisada por una instancia superior, un proceso habitual en Tailandia pero que en España ha sorprendido a algunos. Como prácticamente asombraron todas las particularidades y los pormenores de un caso que muchos se han empeñado en analizar con ojos occidentales y compararlo con la legalidad española, cuando el crimen se juzgaba en Tailandia con un marco legal completamente distinto . El primero en tratar de occidentalizar el proceso fue Rodolfo Sancho, actor y padre del acusado, que ignoró a los letrados locales y se empecinó en defender a su hijo con un equipo de españoles. Esto hizo torcer el gesto a los tailandeses , ya que en su país no pueden ejercer los extranjeros en un juicio e incluso podían ver como una ofensa la intromisión internacional. No en vano, el nombre de Tailandia significa la tierra de los hombres libres en clara mención al hecho de no haber sido nunca colonizados por una potencia europea. La justicia tailandesa vio pronto que todo se le ponía cuesta arriba en un caso que había considerado sencillo, ya que el propio Sancho había confesado el asesinato . Primero por el aluvión de periodistas españoles que se desplazaron a hacer preguntas incómodas sobre descuartizamientos durante la temporada alta de unas islas que viven del turismo. Y después por el cambio en la declaración de Sancho, que asesorado por su equipo español -ese que no puede ejercer en Tailandia- quiso jugar la carta de declararse inocente y puso tan titánica hazaña en manos de un abogado de oficio. Mientras, los letrados españoles, capitaneados por el mediático Marcos García Montes, se centraron en los platós de televisión y en preparar informes forenses en España para desmontar las pruebas de la policía tailandesa. Algo a lo que no hicieron caso los investigadores tailandeses, que decían tener material suficiente y «contundente» para demostrar que el asesinato fue premeditado . Hasta tenían grabado a Sancho al comprar las herramientas con las que descuartizaría al médico colombiano. Desde Tailandia trataron de minimizar el impacto mediático impidiendo que Daniel Sancho pudiera ser fotografiado y montaron un juicio a puerta cerrada que hicieron coincidir con el mayor festivo nacional para complicar la cobertura española. Pero los periodistas acudieron igualmente en masa y empezaron a proliferar rumores y filtraciones que alimentaban la especulación en las redes sociales y en los medios. Incluso algunos informadores lograron hacerse con el sumario, como el canal en YouTube especializado en sucesos Triun Arts. La defensa española, impedida en un país donde ni siquiera se le permitió la entrada al juicio, se centró en las apariciones televisivas , como si hubiera dos juicios paralelos, uno dentro de la corte tailandesa y otro en los platós. Ambos con dos conclusiones muy diferentes: mientras Montes y los representantes de Sancho se mostraron triunfalistas al acabar el juicio, desde Tailandia se comparaba el crimen con otros sucesos similares cometidos por extranjeros y se apuntaba a la pena de muerte como la condena más posible. Porque no es la primera vez que el juicio a un extranjero se mediatiza en este país. Por ejemplo, la cobertura del caso protagonizado por el español Artur Segarra, que asesinó y descuartizó a un compatriota, fue la más seguida en Tailandia durante el año 2016. El acusado fue condenado a muerte . O por ejemplo, hace ocho años, el mismo tribunal de Koh Samui juzgó a dos trabajadores birmanos por el asesinato de dos turistas británicos. Y aunque la opinión pública local e internacional cuestionaba las pruebas, a los jueces tailandeses no les tembló el pulso para otorgarles la pena máxima. El crimen de Daniel Sancho, en cambio, no se mediatizó en Tailandia debido a que el pasado año la audiencia local estaba colapsada frente a un auge de sucesos , pero los medios españoles se contagiaron de lo que en Tailandia se conoce como true crime y nada tiene que ver con los documentales sobre asesinatos que arrasan en Occidente. A los espectadores tailandeses les fascinan los crímenes, como explica el periodista Prawit Rojanapruk, pero ven al género documental como algo edulcorado. Aquí lo normal es seguir en tiempo real los asesinatos más mediáticos durante su investigación a través de las redes sociales y de los medios. Eso es posible gracias a una policía de imagen cuestionada que trata de justificar sus acciones en todo momento mostrando pruebas sin pudor y lanzando afirmaciones premeditadas para intentar mostrar seguridad, algo que se vio también durante el crimen del doctor Arrieta. Dicho aluvión de material policial y a veces de contradicciones animan las investigaciones paralelas en Internet e inundan a la prensa de novedades que a veces ni se corroboran . Las redes sociales arden y todo el mundo habla del crimen que esté en boga. Si encima hay una víctima extranjera, el asunto atemoriza a las autoridades y su prioridad es dar carpetazo cuanto antes para que los posibles turistas olviden que en su paraíso también hay asesinatos. Quizás la audiencia española se contagió del fenómeno true crime tailandés, con las idas y venidas de un caso que logró cifras de audiencia impensables en un mes como agosto, y que también posicionó masivamente a canales de internet como referencia informativa.

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