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Cate Blanchett: "Actualmente hay una marcada falta de vergüenza en la sociedad"

«Cuidado con la narrativa y la forma. Su poder puede acercarnos a la verdad, pero también pueden ser un arma con un gran poder de manipulación». Así nos alerta la voz en off omnisciente que atraviesa, de forma caprichosa e intermitente, los siete episodios (o «capítulos», como prefiere llamarlos el mexicano Alfonso Cuarón) de «Observada», miniserie escrita y dirigida por el director de «Roma» a partir del best-seller de Renée Knight para Apple TV. El aviso para navegantes (o ávidos consumidores de contenido) nos informa de la existencia de algo tan arcaico como el narrador no fiable o, si nos ponemos contemporáneos, de la desconfianza que toda imagen o relato debe generar en el campo de la posverdad.

Aunque, los tiempos obligan, la serie, que Cuarón insiste en haber rodado como una película («soy demasiado viejo para aprender a filmar televisión») y que presentó en la Mostra fuera de concurso, llevará ese discurso al terreno del escrutinio público de lo privado y la cultura de la cancelación. Poco se puede decir del argumento sin revelar spoilers. Será suficiente con explicar que Catherine (Cate Blanchett), célebre documentalista, casada y con un hijo, recibe el ejemplar de un libro, titulado «El perfecto extraño», que parece describir un oscuro episodio de su pasado. Ese libro se gesta en la casa de un siniestro profesor de instituto (Kevin Kline), que a su vez acaba de perder a su mujer y a su hijo.

Culpabilidad difusa

La serie mezcla dos líneas temporales que se entrecruzan como las trenzas de una melena mal peinada, obligando al espectador a atar cabos para después desatarlos como en la deconstrucción de un relato detectivesco. Antes del estreno, el director artístico de la Mostra destacó la osadía de algunas escenas eróticas (protagonizadas por Louis Partridge y Leila George), aunque el reclamo del escándalo no fue suficiente para enmascarar los defectos de la serie. Lo más grave de «Observada» no es ni su pomposidad estética –por obra y gracia de dos grandes directores de fotografía, Emmanuel Lubezki y Benoît Delhomme– ni su torpeza narrativa, que hace que la mera existencia de alguno de los episodios sea completamente prescindible, sino sus retorcidos métodos para lograr demostrar sus tesis sobre la hipocresía moral de la civilización contemporánea, que actúa rauda y veloz, sin hacerse preguntas incómodas, cuando se trata de señalar culpables.

«Actualmente hay una marcada falta de vergüenza en la sociedad», admitió Blanchett en rueda de prensa. «La vergüenza es muy diferente de la culpa. La culpa es una emoción muy inútil, no sé qué hacer con eso; pero la vergüenza, el arrepentimiento y las lecciones que uno puede aprender de eso son muy poderosas». Por mucho que Cuarón vista su material de derribo con la túnica sagrada de las grandes tragedias, «Observada», su primer proyecto en seis años después del éxito de «Roma» (que fue León de Oro en Venecia en 2018), es altamente problemática cuando la ponemos bajo la lupa de los discursos del feminismo y la masculinidad tóxica.

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