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La España insumisa

La amenaza de la ministra sanchista con cortar la financiación a las autonomías que no apliquen la Ley de Vivienda que el «puto amo» pactó con Bildu tiene un aroma autoritario y populachero. El episodio parece sacado de la tele de Maduro, con esa mezcla de alipori y fascinación por el esperpento. Isabel Rodríguez, de la que nadie se acordaba porque la arrinconó el Gran Timonel del Progreso, dio muestra de que este Gobierno es duro con la oposición constitucional, pero una dulce madre con quienes le chantajean para romper el tablero.

Además, la susodicha Ley es un bodrio. El gabinete del doctor Sánchez, que manda pero no gobierna, se empeña en una norma intervencionista que resucita el espíritu del Ministerio de la Vivienda que gestionaron los falangistas durante la dictadura de Franco. Léanse los preámbulos de las leyes de Régimen del 18 de Julio. En ellos se decía que la vivienda era una necesidad de los españoles sin recursos y que el Estado iba a congelar los alquileres por «abusivos» y construir «vivienda social». El «sanchismo» repite ahora el mismo discurso anticapitalista pero con resultado diferente: el dictador construyó cuatro millones de viviendas en sus últimos 14 años, y Sánchez en siete lleva la mágica cifra de cero.

Como la citada Ley no gusta a las comunidades, salvo a Cataluña –no pregunten el motivo si ya lo saben–, y la ven perjudicial, no la aplican. Castilla-La Mancha, con Page todavía, y las gobernadas por el PP han contestado que se guarden la norma ahí donde fermentan los pepinos. Mientras, Asturias, País Vasco y Navarra han dicho con remilgos que se lo van a pensar y que adaptarán el churro legislativo a la realidad de la vida.

Ante la situación, Isabel Rodríguez quiere demostrar al jefe que vale para algo más que la cuota, y ha amenazado a las comunidades «insumisas» con no pagar. El método de la intimidación gubernamental es autoritario, ajeno a los usos de las democracias europeas. Lo sabemos todos. Incluso lo intuye la ministra, otra jurista de reconocido prestigio, como Óscar Puente. Pero que la intimidación no nos distraiga. Los ministros necesitan protagonismo como sea para colocarse cuando Sánchez los despida, y al Amo le viene bien porque quiere marcar territorio como sea para un posible adelanto electoral. El problema de la vivienda, pues eso.

El asunto de Rodríguez y de su futuro político nos da igual. El tiempo que le dedica en público a hacer la pelota a su jefe no tiene importancia. Ni siquiera los piropos serviles, tan comunes estos días y que anuncian una crisis de Gobierno, una purga o una recolocación del personal por la convocatoria electoral. Lo primero es insignificante. Lo importante es que esto huele cada vez más a elecciones. Y el aroma procede del fracaso de las negociaciones con Junts, a quien no le interesa perder foco ni llegar a un acuerdo, y las dificultades con ERC.

El argumento sanchista, usando el guion de «El Padrino» recitado por la ministra Rodríguez, sería defender a la España que quiere progresar de la España insumisa, reaccionaria, ultra y negacionista (creo que no he olvidado ningún insulto del argumentario monclovita que repite el Loro Park ministerial). Es más (ahí va otro argumento): la oposición está obsesionada con Sánchez, que nos obsequia con su presencia cada día. Por supuesto: en el caudillismo también existe mucho parecido de este PSOE y aledaños con el Movimiento Nacional.

Todo esto no es más que un ardid para despistar y buscar acomodo en la nueva situación que empieza a dibujarse en el horizonte. No quieren que hablemos de la humillante dependencia de Sánchez de las decisiones de Junts y ERC, de Puigdemont y de lo que salga de la asamblea atrabiliaria de los republicanos. Por eso, mientras se hunde el barco, seguirán así, insultando a la España insumisa.

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