Los Neruda
¿A qué se debe que haya narraciones magníficas que leemos y después olvidamos, mientras otras a las que no habría que conceder tanto mérito, o ninguno, perduran en la memoria? A mí me pasa con un relato del escritor checo Jan Neruda recogido en sus Cuentos de la Malá Strana.
Neruda, muerto en 1891 antes de los sesenta años, suele despertar curiosidad porque su apellido lo adoptó de hecho Pablo Neruda en 1920 y lo legalizó en definitiva más tarde, en 1946, con el resultado de proyectarlo a la fama en una medida que el checo no alcanzó fuera de su país.
Pero todo esto por ahora no importa. Lo que interesa es el relato de Jan Neruda que mencioné al principio.
El cuento data de 1875. El lugar, una digna taberna en Praga a la que acudían profesores, rentistas y altos funcionarios. Allí llegaban dos hombres que se sentaban a la misma mesa en los extremos de un banquito siempre vacío para ellos. Lo hacían cada día puntualmente entre las seis y las ocho, sin hablar nunca entre sí ni una palabra y ni siquiera mirarse.
Era sabido que se guardaban recíprocamente un cruel rencor, y la causa de su enemistad era que habían amado a la misma mujer. Ella se inclinó primero por el más viejo, pero luego dio un giro inesperado y se casó con el otro.
El matrimonio duró poco, la mujer murió enseguida. Lo que nadie sabía era cómo habían llegado a estar juntos en ese banquito sin darse tregua, si por casualidad, orgullo varonil u obstinación, pero ninguno de los dos cedía.
Aquella batalla implacable, librada con silencio y profundo desprecio, duraba ya once años. Entonces pasó algo. El hombre más viejo enfermó gravemente, el otro se enteró del suceso, pero permaneció inmutable, y a partir de allí se mostró animado, íntimamente satisfecho, sin traslucir compasión por su enemigo. Meses después el enfermo se recuperó y volvió: sano y en pie, ¡qué alegría!, le decían los demás.
El día del regreso, el viejo se dispuso a fumar, pero echó de ver que había olvidado su tabaco. El joven le acercó el suyo: “Si le place”, dijo, y agregó: “Ya temíamos por usted". En adelante, se lo pasaban conversando animadamente.
Esto que sucede en la literatura, ¿sucede también en la política?
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.
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