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Democratizar la energía para la seguridad y el desarrollo del Perú, por Jennifer Infantas

En el Perú, el debate energético parece haberse reducido a una polarización innecesaria: ¿apostamos por las energías renovables o por la masificación del gas natural? Sin embargo, esta discusión es una distracción. No se trata de elegir entre uno u otro, sino de construir una matriz energética diversificada que garantice nuestra seguridad energética y aproveche el inmenso potencial de inversiones que esta industria puede ofrecer.

El Perú tiene una geografía única y privilegiada que brinda un abanico de oportunidades para desarrollar una matriz energética mixta. Las zonas desérticas del sur son ideales para captar energía solar, mientras que la sierra y la Amazonía ofrecen condiciones óptimas para proyectos de energía eólica e hidroeléctrica. Pero hasta ahora, la falta de políticas claras y decididas nos mantiene rezagados. Retrasar el desarrollo de estas fuentes de energía es desperdiciar nuestro potencial como país y, lo que es más grave, dejar nuestra seguridad energética excesivamente dependiente de un modelo centrado en las termoeléctricas.

La diversificación no es solo una aspiración ambientalista, es una necesidad estratégica. Apostar únicamente por el gas natural, aunque tiene ventajas en el corto plazo, conlleva riesgos evidentes. Este recurso, aunque abundante, no es ilimitado. En el Perú, la producción de gas tiene un horizonte estimado de 16 años, y la exploración para garantizar su sostenibilidad a largo plazo no está asegurada. Además, la infraestructura necesaria para masificar su uso implica inversiones significativas en tiempo y dinero, algo que las gestiones gubernamentales recientes no han demostrado capacidad para materializar.

Por otro lado, las energías renovables representan más que una alternativa limpia: son una oportunidad de desarrollo económico regional. Actualmente, más de 13 regiones en el Perú cuentan con condiciones ideales para proyectos de energía solar, eólica e hidroeléctrica.

El mundo avanza hacia una transición energética que demanda sistemas más descentralizados, sostenibles y resilientes.

El debate no debe centrarse en qué recurso priorizar, sino en cómo integrarlos eficientemente. El gas natural puede y debe tener un rol en esta transición, pero no puede ser el único pilar. La diversificación de nuestra matriz energética es clave no solo para reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles, sino también para garantizar el suministro energético frente a los retos del futuro.

El Perú tiene en sus manos la posibilidad de liderar en la región un modelo energético innovador y sostenible. Pero esto exige voluntad política, inversiones bien orientadas y un compromiso con el desarrollo a largo plazo. Es hora de dejar de polarizar el debate y enfocarnos en construir una matriz energética diversa y resiliente, que garantice un futuro seguro, sostenible y lleno de oportunidades para todos los peruanos. La tarea es clara.

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