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El PSOE teme que «Koldo se haga un Aldama» y reviente el congreso

La incertidumbre en el PSOE es total a escasas horas de que arranque el 41 Congreso Federal del partido. El cónclave llamado a recuperar la iniciativa y proyectar una imagen de renovación y músculo político de cara al futuro ha quedado opacado por los escándalos que cercan al Gobierno. «¿Puede pasar algo más?», se preguntaba ayer retóricamente un alto cargo socialista tras conocerse el informe de la UCO que atribuye una «participación preeminente» del fiscal general del Estado en la «filtración» de los datos de la pareja de Ayuso. A esto se suma que el Tribunal Supremo haya citado como testigo en la causa al secretario general de los socialistas madrileños, Juan Lobato, el mismo viernes en el que da el pistoletazo de salida el congreso del PSOE en Sevilla. La guinda para el cónclave.

Sin embargo, más allá de todo lo que rodea a Álvaro García Ortiz, la pregunta por superación apunta a la cuestión que centra todas las conversaciones de los socialistas en los últimos días: las graves acusaciones vertidas por Víctor de Aldama ante el juez Ismael Moreno de la Audiencia Nacional. Acusaciones contra varios cargos y ministros socialistas, e, incluso, apuntando a su relación con el presidente del Gobierno. En una semana clave en lo orgánico para el PSOE, ya hay dirigentes que se malician que puedan surgir nuevos datos con un único objetivo: reventar el Congreso Federal. «Dicen que van a sacar algo gordo antes», comentan fuentes socialistas consultadas por este diario. La guerra de nervios es total.

El origen de las posibles filtraciones, susceptibles de desestabilizar al partido en un momento tan sensible, es Koldo García y su entorno. «Ha estado largando lo más grande», señalan, recordando que el que fuera mano derecha de José Luis Ábalos solo guarda lealtad a éste último, de quien sigue sosteniendo que es «una excelente persona». Sobre el resto del partido, incluido el núcleo más cercano a Pedro Sánchez, no hay ningún tipo de compromiso de fidelidad. De hecho, la sensación que les generaron los movimientos de la dirección –cuando se quiso soltar amarras con el otrora ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE, echándole incluso del Grupo Parlamentario Socialista– fue de profundo desengaño. «Se sintieron traicionados, creen que no le deben nada a nadie».

En un primer momento se firmó una suerte de tregua, un pacto de silencio sobre determinadas cuestiones, pero nadie es capaz de asegurar que esto vaya a sostenerse en el tiempo, visto el devenir de los acontecimientos. «Espérate que no se haga un Aldama», advierte otro veterano socialista, verbalizando la principal amenaza. El principal recelo es que puedan surgir grabaciones o mensajes de WhatsApp que comprometan a dirigentes o que, sin probar ilegalidad alguna, tumben los cortafuegos que se han ido levantando desde Moncloa para tratar de encapsular la «trama» en exclusiva al Ministerio de Transportes y, sobre todo, que no salpique al presidente.

La sensación de incertidumbre recorre todo el partido, incluso la dirección socialista, donde se quejan de la «absoluta indefensión» que están sufriendo tras las acusaciones del «nexo corruptor» de la trama. «Estamos deseando que Aldama presente todas las pruebas», dicen fuentes de Ferraz a este diario, quejándose profusamente de la «presión reputacional terrible» que está sufriendo el partido sin oportunidad de defenderse. Desde el PSOE ya han iniciado las acciones judiciales correspondientes, con una demanda de conciliación previa a la presentación de la querella criminal contra Aldama, pero se quejan de «falta de transparencia».

«Queremos saber por qué durmió en casa. Queremos que enseñe las pruebas», repiten insistentemente desde la dirección socialista, haciéndose eco de la amenaza que el propio Aldama profirió a su salida de prisión. «Nos tenemos que defender contra alguien que está en la cárcel. Un personaje que se pone a decir lo que le da la gana sin ninguna prueba», tratan de desacreditar, así, su testimonio. O, al menos, saber a qué se enfrentan. Ese temor, a lo que puede estar por venir, es lo que mantiene en vilo a todo el PSOE. «El daño reputacional no se contabiliza y ya llevamos mucho», se quejan.

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