España duplica su déficit tecnológico y cuestiona su capacidad para innovar
Las exportaciones de alta tecnología son mucho más que un mero dato económico: son el termómetro de la capacidad de un país para innovar, competir en mercados globales y generar un impacto sostenible en su economía. En este terreno, España ha comenzado a mostrar avances significativos en los últimos años, logrando escalar posiciones dentro de la Unión Europea.
Sin embargo, los progresos, aunque alentadores, no son suficientes para corregir las debilidades estructurales que aún lastran su competitividad, como la dependencia tecnológica y un déficit comercial que sigue creciendo. Para contribuir a este debate, el profesor Ramon Xifré, de IQS Shcool of Management de la Universitat Ramon Llull pretende aportar los datos más recientes sobre las exportaciones españolas de alta tecnología, dando continuidad y a la vez proponiendo nuevos análisis respecto de trabajos previos.
El trabajo, que lleva por título «Las exportaciones españolas de productos de alta tecnología: evolución hasta 2023», utiliza la definición de sectores de alta tecnología según el criterio de la OCDE y Eurostat, contemplándose nueve sectores: aeroespacial, equipos informáticos, electrónica y telecomunicaciones, farmacia, instrumental científico, maquinaria eléctrica, químico, maquinaria no eléctrica y armamento.
En 2022, el 8,46% de las exportaciones españolas correspondieron a productos de alta tecnología, un avance importante si lo comparamos con el 5,1% registrado en 2014. Este salto permitió a España posicionarse en el puesto 16 de los países de la UE, superando a Italia y acercándose a otras grandes economías como Francia. Pero el liderazgo en este ámbito sigue siendo cosa de unos pocos: Irlanda, Malta y los Países Bajos, a pesar de sus dimensiones más reducidas, mantienen niveles que superan con creces el 20% de intensidad exportadora, aunque Xifré considera sus casos atípicos: «Irlanda no es un gran exportador por sí mismo. Es un hub para grandes corporaciones que aprovechan sus ventajas fiscales. Lo mismo ocurre con Malta. Holanda, en cambio, tiene una base tecnológica sólida y una orientación exportadora envidiable, con capacidad instalada que supera su demanda interna», explica.
Por otro lado, países como República Checa han aprovechado su proximidad a Alemania para convertirse en puntos clave de externalización productiva. España, sin embargo, necesita invertir más en I+D y eliminar barreras regulatorias para competir a este nivel.
Para España, el desafío no solo es mantener el ritmo, sino reducir una brecha que se hace evidente al observar su creciente déficit comercial en productos tecnológicos, que pasó de 7.200 millones de euros en 2013 a un alarmante 16.800 millones en 2023. Esto se debe, en gran medida, a la estructura de su industria, que depende excesivamente de importaciones en sectores clave como la electrónica, las telecomunicaciones y el equipo informático. «El 60% del déficit español proviene de la producción de componentes electrónicos, como los microchips, un mercado fuertemente dominado por Asia», afirma Xifré. Un fenómeno común en muchos países europeos. Por otro lado, España carece de la capacidad instalada necesaria para atender su propia demanda tecnológica, un problema que no puede resolver de forma aislada. «Necesita aliarse con otros países europeos para crear consorcios y clústeres tecnológicos. Mario Draghi también apunta en esta dirección: simplificar normativas, aumentar la inversión y desarrollar polos de innovación que conecten universidades, empresas y centros tecnológicos», señala Xifré.
Los sectores con mayores déficits no solo evidencian las carencias en capacidades productivas avanzadas, sino que además concentran el grueso del deterioro de la balanza comercial tecnológica en los últimos años. Por ejemplo, el sector de electrónica y telecomunicaciones, que en 2013 ya registraba un déficit de 4.800 millones de euros, prácticamente ha duplicado esa cifra hasta alcanzar los 11.100 millones en 2023. Le siguen el equipo informático, con un déficit de 4.000 millones, y el instrumental científico, con 3.700 millones.
Sectores que aportan equilibrio
No obstante, España también cuenta con sectores que aportan algo de equilibrio al panorama, aunque de forma limitada. Los superávits más destacados en 2023 provienen del armamento (683 millones de euros), la maquinaria no eléctrica (624 millones), la aeronáutica (603 millones) y el farmacéutico (578 millones). Sin embargo, estos números positivos quedan muy por detrás de los déficits registrados en los sectores deficitarios, lo que refuerza la necesidad de reorientar la estrategia productiva hacia áreas de mayor valor añadido.
Un análisis detallado de los destinos de exportación revela que las ventas tecnológicas españolas están altamente concentradas en pocos mercados. Los seis principales destinos acumulan cerca del 60% del total de exportaciones, con Bélgica a la cabeza, representando el 17,4 % de las exportaciones totales. Le siguen Francia, con cerca del 11%, y Alemania, con aproximadamente el 8 %. En total, siete de los nueve primeros destinos pertenecen a la Unión Europea, siendo el Reino Unido y los Estados Unidos las únicas excepciones. Según Xifré, mientras la UE se mantenga unida, estos mercados serán estables. Este nivel de concentración pone de relieve la dependencia de España hacia un número reducido de socios comerciales, lo que puede aumentar la vulnerabilidad del sector frente a fluctuaciones económicas o políticas en estos países.
Uno de los datos más llamativos del periodo analizado es el comportamiento del sector farmacéutico, que en 2022 registró un superávit histórico de 6.787 millones de euros. Este crecimiento estuvo impulsado casi exclusivamente por las exportaciones a Bélgica, que en ese año representaron el 37 % del total de las exportaciones tecnológicas españolas. Este dato, sin precedentes, ha generado interés en entender las razones detrás de este fenómeno. Desde 2021, Bélgica ha desplazado a mercados tradicionales como Francia y Alemania para convertirse en el principal destino de las exportaciones tecnológicas españolas.
Sin embargo, este crecimiento excepcional parece estar relacionado con dinámicas internacionales, como una posible reasignación de la actividad productiva dentro de las cadenas globales de valor en el sector farmacéutico. Es decir, no se trata únicamente de un aumento en la competitividad española, sino de factores externos que han favorecido una concentración atípica de las exportaciones hacia este país. En 2023, la situación volvió a niveles más normales, con Bélgica representando el 16% del total de exportaciones tecnológicas.
China, principal proveedor
Si bien las exportaciones tecnológicas de España muestran una alta concentración en pocos mercados, las importaciones presentan un fenómeno aún más marcado. En 2023, seis países representaron cerca del 70 % de las importaciones españolas de productos de alta tecnología: Holanda, Alemania, China, Estados Unidos, Italia y Francia. Entre ellos, destaca especialmente el caso de China, que en 2022 se convirtió por primera vez en el principal proveedor de tecnología para España, superando a Alemania y alcanzando un récord de 7.307 millones de euros en productos electrónicos y de telecomunicaciones.
Este dato no solo resalta la dependencia tecnológica de España hacia economías más avanzadas o de gran capacidad manufacturera, sino que también subraya la necesidad de diversificar los orígenes de sus importaciones. La elevada concentración en unos pocos países incrementa la vulnerabilidad del ecosistema tecnológico nacional ante fluctuaciones internacionales, tensiones geopolíticas o interrupciones en las cadenas de suministro globales, como las experimentadas durante la pandemia de COVID-19.
En su informe de 2024 sobre competitividad, Mario Draghi advierte que la sostenibilidad del modelo social europeo dependerá, en gran medida, de la capacidad de los países para invertir en tecnología y fortalecer sus ecosistemas de innovación. Según Draghi, uno de los principales desafíos de la UE es la falta de clústeres tecnológicos sólidos, donde universidades, centros de investigación, empresas y start-ups colaboren para cerrar el ciclo de innovación: desde el desarrollo de ciencia básica hasta la comercialización de productos.
El informe de Xifré concluye que España, aunque ha dado pasos en esta dirección, aún carece de un tejido suficientemente desarrollado en este ámbito. La inversión en I+D sigue estando por debajo de la media europea, y la colaboración entre sectores público y privado no alcanza el nivel necesario para competir con países líderes. Además, políticas inestables y la falta de continuidad en las estrategias de innovación han limitado el impacto de las medidas adoptadas hasta ahora. Así pues, consolidar los avances logrados y superar sus carencias será esencial no solo para mejorar la posición española en el panorama tecnológico europeo, sino también para garantizar su sostenibilidad económica a largo plazo. Las decisiones que se tomen hoy marcarán el rumbo de las próximas décadas. La pregunta que queda en el aire es si España está preparada para posicionarse como un actor relevante en el mundo de la alta tecnología. ¿Será capaz de estar a la altura del desafío? El tiempo, y las políticas que se implementen, tendrán la última palabra.