Bajo el signo de la catástrofe
El accidente nuclear de Chernóbil fue, a decir de muchos expertos, la mayor catástrofe ecológica en la historia de la humanidad. La ola radiactiva afectó a 13 países y contaminó un área de 160.000 kilómetros cuadrados. Todo sucedió el 25 de abril de 1986 cuando uno de los cuatro reactores de la central nuclear voló por los aires tras un sobrecalentamiento del núcleo mientras se realizaban unas pruebas. Prípiat , la ciudad donde residían los trabajadores de la instalación, fue evacuada al día siguiente. Han transcurrido 38 años y Prípiat sigue siendo una población fantasma, totalmente deshabitada, con niveles de radiación que no volverán a ser normales en miles de años. Tenía 50.000 habitantes en el momento de ser abandonada por decisión del Politburó soviético, cuyo secretario general era Mijail Gorbachov . El líder comunista tardó más de 24 horas en reaccionar porque las informaciones que le llegaron inicialmente minimizaban el impacto del accidente. Prípiat fue planificada en 1970 por los arquitectos soviéticos que querían construir una ciudad modelo a la sombra de la central. Estaba a 2,7 kilómetros de Chernóbil, en el norte de Ucrani a, muy cerca de la frontera con Bielorrusia . La media de sus habitantes era de 30 años en 1975 cuando llegaron a nacer casi 1.000 niños. Hoy es imposible acceder a Prípiat porque el Ejército ha establecido un cordón de seguridad de 30 kilómetros de radio. Sólo los expertos y algunos periodistas pueden visitar la zona cero del desastre. Lo que queda es el esqueleto de una ciudad que tuvo que ser abandonada precipitadamente. A última hora de la tarde del 26 de abril, al día siguiente del accidente, ya no quedaba nadie. Varios miles de autobuses evacuaron a toda la población en unas horas. Los vecinos de Prípiat y los pueblos de sus alrededores, en total, unas 120.000 personas, tuvieron que dejar el lugar . Aunque hay signos de vandalización por algunos ladrones que lograron eludir el cerco, todavía es posible entrar a las viviendas que conservan los muebles y los enseres de sus antiguos pobladores. Los edificios ya no tienen cristales, las lluvias han derribado los tejados, las calles están llenas de socavones, el tiempo ha hecho estragos en sus infraestructuras. Las imágenes muestran su antiguo y grandioso palacio de Cultura, su piscina climatizada, el restaurante, un polideportivo, las escuelas, los edificios administrativos y su hospital, donde fueron llevados cientos de los afectados. Cerca de 50 trabajadores de la central murieron por el impacto de la radiación en los siguientes días. No es posible todavía hacer un balance exacto de las víctimas, pero se calcula que en las siguientes dos décadas pudieron fallecer varios miles a causa de cánceres provocados por la radiación. Los niveles de radiactividad durante el accidente superaron en 500 veces a los de la bomba atómica de Hiroshima, lo que da idea de la devastación. Las autoridades soviéticas construyeron un sarcófago para sellar la central, que, años después, fue reforzado. La vida ha vuelto progresivamente a Prípiat, donde perros, zorros y algunos animales salvajes sobreviven sin la presencia humana. Todavía florecen las rosas plantadas hace medio siglo, que fueron el emblema de la ciudad. Sus parques, invadidos por la vegetación, evocan lo que fue aquella ciudad que simbolizó el progreso industrial del comunismo soviético en los años 70, que se jactaba de disponer de la tecnología nuclear más avanzada del mundo. Prípiat es hoy una advertencia silenciosa de los riesgos de un progreso sin control .