Momento de definiciones
He tomado la decisión de sumarme al esfuerzo de construir una nueva opción política y estoy convencido de que eso amerita hacer públicas las razones que me han llevado a ello.
Sin duda, la historia no es lineal ni progresiva y menos por lo que hace a la convivencia social. Las ventanas de oportunidad para ensanchar los espacios para las libertades se abren con dificultad y se cierran vertiginosamente, de ahí el pesimista diagnóstico de Hobbes y la necesidad del Leviatán. El filósofo inglés llegó a la conclusión, hace ya casi 400 años, de que la humanidad no es capaz de vivir en libertad y gobernarse por ella misma.
Hechos recientes que Hobbes seguramente usaría como evidencia para el sustento de su teoría son las secuelas de la caída del Muro de Berlín y la generalización del uso de Internet, para poner solo dos casos. En el primero, parecería que después de décadas de totalitarismo las sociedades que sufrieron esos regímenes estaban vacunadas contra ellos. Pero no, Anne Applebaum expone con claridad el caso de cómo Polonia vuelve a caer en lo que ella denomina la “seducción del autoritarismo”. Ello me recuerda a Erich Fromm y “el miedo a la libertad” como variable para explicar cómo Alemania pasa en solo veinte años de una guerra a otra.
Sobre el segundo caso, fui de los que vi en el Internet la posibilidad de abrir la deliberación pública y romper los monopolios de la información “democratizándola”. Poco tiempo ha pasado para caer en la cuenta de que se ha convertido en una plataforma para lo efímero, lo “líquido”, diría Bauman. Para el NO debate, para el juicio fácil y predominantemente anónimo, que busca provocar humores y no razones.
Nuestro México no está ausente de lo anterior. Pasaron años construyendo una institucionalidad para una sociedad abierta y plural, y en poco tiempo la opacidad la invade y el populismo gobernante desmonta con paso acelerado lo caminado, sustituyéndolo por la concentración del poder, por la negativa a la deliberación, descalificando desde la tribuna del Estado las opiniones que no concuerdan con la narrativa dominante e imponiendo un modelo que va camino a la restricción de derechos. El “Ogro Filantrópico” regresa por sus fueros, diría Octavio Paz.
Sin duda, haber llegado hasta aquí es también la consecuencia de los pobres resultados de gobiernos que, llegando por la vía democrática, no estuvieron a la altura de las expectativas sociales y lejos quedaron de erradicar la corrupción y construir bases sólidas para atender la pobreza y la desigualdad imperante. Para no hablar de la atención a problemas vitales como la seguridad, educación de calidad y salud.
Y si bien a la democracia, como método de acceso al poder, no se le pueden achacar los resultados del ejercicio público, sí se deteriora frente a los electores, quienes, ante la falta de atención a viejas y legítimas demandas, son proclives al discurso simplificador, demagógico, y a la prerrogativa a la mano.
Son muchos los déficits del llamado periodo de la “transición democrática” y uno de ellos, sin duda, es el de la construcción de ciudadanía. La democracia, para sobrevivir, requiere de demócratas.
Tuve el privilegio de servir a mi país desde el Instituto Nacional Electoral y vi cómo la ciudadanía se apropió de las elecciones, pero también fui testigo del deterioro del debate en el Consejo General, reflejo, en buena medida, de cómo los partidos políticos fueron tomando distancia de la sociedad que decían representar para convertirse en élites más preocupadas por ocupar posiciones públicas y en su autorreproducción que en atender los problemas de la ciudadanía.
Ante este panorama y el riesgo inminente de la restricción de derechos, es momento de tomar decisiones. Al autoritarismo hay que combatirlo con democracia, de manera tal que creo que hay que fortalecer el sistema de partidos creando opciones políticas que, por un lado, reflejen la diversidad de la sociedad mexicana y, por otro, enriquezcan el debate y frenen el deterioro de la institucionalidad que permite el equilibrio de poderes y el libre ejercicio de nuestros derechos.
Es así como he decidido sumarme al esfuerzo que encabeza el Frente Cívico Nacional, que recientemente anunció su intención de crear una nueva fuerza política. Movimiento que se ha definido a favor de las “causas de la gente”, a lo que yo agregaría, siempre y cuando la atención a las mismas no sea a costa de restringir derechos. Ejemplo de esto es que, en mi horizonte, el grave problema de inseguridad no puede atenderse con el modelo Bukele, es decir, restringiendo la libertad de la mayoría de la población que es víctima.
Es mi convicción que la convocatoria debe hacerse a lo mejor de dos tradiciones que en no pocas ocasiones han aparecido como antitéticas, el liberalismo y la socialdemocracia.
Del primero hay que rescatar su énfasis en las libertades, del segundo la lucha por la igualdad de oportunidades y, en el centro de ambas, la democracia y el Estado de derecho. A eso me sumo, no puedo ser testigo pasivo del deterioro.