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"Solo soy una chica": qué hay tras la frase que ha pasado de reivindicar la feminidad a 'tontificar' a las mujeres

Empezó a popularizarse como una de esas fórmulas virales que usa el humor para reapropiarse de lo que antes se ha utilizado en contra: la hiperfeminidad y las 'cosa de chicas'. Pero ha pasado a reproducir los roles de género tradicionales; su origen y complejidad van más allá de los vídeos de TikTok

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Clean girl, math girl, dinner girl, hot walk girl… Todos estos términos anglosajones que hemos adoptado en los últimos años de la era digital conforman el universo de las chicas. Una corriente de Internet que nos invita a abrazar la hiperfeminidad ensalzada por el imaginario y el lenguaje visual de lo que denominamos la Girlhood (que se traduciría como la infancia, pero asociada al universo de lo femenino).

Este fenómeno es lo que la creadora de contenido sobre cultura pop y digital Shaniya —conocida en redes y en YouTube como Shanspear— llama el Girl-aissance (traducido como el Renacimiento de las chicas). Algo que permite a las mujeres sentirse cómodas con un imaginario que ha sido tradicionalmente denostado por lo masculino y que relegaba las “cosas de chicas” a lo periférico e irrelevante. Sin embargo, esta tendencia ha dado paso en los últimos tiempos a una corriente peligrosa que ha acabado reproduciendo esas mismas dinámicas y roles de género que inicialmente se criticaban bajo el amparo del I’m just a girl. Pero, ¿qué significa realmente esto? ¿Y cuál es la vinculación entre el feminismo y la idea de ser solo una chica?

Del I’m Just a Girl al “no soy como las demás chicas”

En 1995, el grupo No Doubt —con Gwen Stefani como voz principal— lanzaba la canción Just a Girl como una forma de criticar la infantilización a la que se veían sometidas las mujeres en la sociedad. “All pretty and petite. So don't let me have any rights. I'm just a girl in the world. That's all that you'll let me be” [Tan guapa y menuda. Así que no me dejas tener ningún derecho. Sólo soy una chica en el mundo. Eso es todo lo que me dejas ser] era parte de la letra de esta canción que criticaba cómo a las mujeres se las veía como esas “eternas niñas” a las que una sociedad dominada por el hombre —entiéndase occidental, blanco, heterosexual y de clase alta— no debía tomar demasiado en serio.

La respuesta a esta crítica a la infantilización de las mujeres dio paso a otro discurso cultural que tomó fuerza en la primera década de los 2000 bajo la idea de I’m not like other girls (“No soy como las otras chicas”). Enmarcada bajo una estética Tumblr, podíamos encontrar a artistas —ya entonces muy exitosas— como Avril Lavigne (con Girlfriend) o Taylor Swift (con You Belong With Me) que renegaban ser ese tipo de chica. Y, por el contrario, se identificaban con el arquetipo de la pick me girl, la chica diferente que no encajaba en los estándares de feminidad más tradicionales y que criticaba a las chicas que solo se preocupaban por la ropa, el maquillaje y los chicos.

Ambos videoclips compartían el hecho de estar protagonizados por las artistas (la pick me girl) y su propio alter ego (también interpretado por ellas, pero representando una versión “común” de chica). Tanto la emo princess de la Avril Lavigne que se enfrentaba a su versión girly como o el “she wear high heels, I wear sneakers” [ella lleva tacones altos, yo llevo zapatillas] de Taylor Swift, transmitían la misma idea de que lo deseable era ser la chica que destaca sobre el resto de chicas, para así, finalmente, ser la que acaba con el chico.

Aquellos mismos que, en su momento, nos habían impuesto a las mujeres entrar dentro de ese canon de feminidad, ahora nos empujaban a rechazarlo porque lo femenino era inferior, ridículo e infantil

Unos pocos años más tarde, el feminismo mainstream empezó a aliarse con la idea del Girl Power y el empoderamiento femenino (la Girl Boss, ¡sé tu propia jefa!) que dictaba que el éxito de las mujeres se basaba en su capacidad de adaptarse a los mecanismos de lo masculino. Aunque utilizaban el término girl, había una intención por resignificarlo y situarlo en torno a la idea de poder. Nos encontrábamos en una era posfeminista y neoliberal donde se daba por hecho que las mujeres ya habían adquirido los mismos derechos que los hombres, bajo los mismos términos que ellos, y, por lo tanto, debían dejar a un lado cualquier vinculación a la feminidad.

Sin embargo, poco a poco el movimiento feminista empezó a ser consciente de la trampa que la propia sociedad patriarcal nos había tendido en torno a la idea de feminidad. Aquellos mismos que, en su momento, nos habían impuesto a las mujeres entrar dentro de ese canon de feminidad, ahora nos empujaban a rechazarlo porque lo femenino era inferior, ridículo e infantil. Lo que nos lleva de vuelta al Girl-aissance o el “Renacimiento de las chicas”. 

“Solo soy una chica” y la bimboficación

El lanzamiento de la película Barbie en 2023 —y su campaña de marketing con la exaltación del color rosa— fue la culminación de una nueva era que se había desvinculado de ese rechazo a lo femenino, para volver a abrazarlo con una completa entrega. Ahora el feminismo había elaborado otro razonamiento crítico que decía que no había nada negativo en la feminidad, sino que podía actuar como un espacio de creatividad que no solo debía estar vinculado a las mujeres, sino a cualquiera que entendiera las posibilidades de la feminidad como un juego que te permitía explorar tu propia identidad femme

Aquí es donde sitúa Paula C. Chang, investigadora y antropóloga filosófica, el fenómeno del “solo soy una chica”. “El I'm just a girl, al igual que lo brat —que ha surgido este verano— o el girl who is on spectrum, son síntomas, memes o experiencias más fugaces y cibernáuticas de un fenómeno subterráneo que está en auge. Una cierta obsesión que están teniendo las chicas por autodeterminar qué feminidad quieren habitar”, explica. Frente a un tipo de feminidad impuesta y determinada por patrones machistas, la girlificación “juega más bien un papel tontón y ocioso, menos serio en cualquier aspecto, porque precisamente lo que está haciendo es apropiarse de los ítems machistas que se nos atribuyeron a las chicas, la idea de que somos tontas, pero con el precepto feminista clave de que no somos tontas y lo sabemos”.

Muchas chicas realmente llegaron a encontrar una lógica común y divertida en este planteamiento que se podía considerar un intento por justificar gastos que eran desorbitados, como las entradas para el concierto de Swift

Una tendencia que estuvo de moda el año pasado —y que se puede utilizar para entender esto— es la de las girl math. Bajo la premisa de estas “matemáticas para chicas”, muchas personas compraron entradas en el 2023 para los conciertos del Eras Tour de Taylor Swift celebrados este año bajo con la conciencia de que “ahora estoy gastando mucho dinero, pero cuando llegue el día del concierto me habrá salido gratis”. Este planteamiento, que se aleja por completo de la racionalidad científica, buscaba de alguna forma “parodiar” esa concepción tradicional y misógina de que a las mujeres no se les dan bien las matemáticas ni la cultura financiera. Sin embargo, más allá de la sátira, lo cierto es que muchas chicas realmente llegaron a encontrar una lógica común y divertida en este planteamiento que se podía considerar un intento por justificar gastos que eran desorbitados, como las entradas para el concierto de Swift. 

El fenómeno de las girl math —entre otros— se podría considerar parte de la llamada bimboficación (una hiperfeminización autoconsciente), en la que muchas chicas han encontrado un espacio de ocio y esparcimiento en un momento en el que “una vez te pones las gafas violetas (del feminismo) ya no puedes evitar ver violencias en lugares donde antes te lo pasabas bien, lo que limita tu experiencia de la diversión”, explica Chang. Pero es en este punto donde la cuestión se vuelve compleja. ¿Hasta qué punto es parodia o, por el contrario, una recreación de esos mismos estereotipos misóginos que se han atribuido históricamente a las mujeres? 

Mar (@blaudeprussia_ en Instagram) explica que durante mucho tiempo tuvo la frase “yo qué sé, solo soy una chica” en sus redes sociales porque la veía como una respuesta burlesca al hecho de que la “ningunearan cuando opinaba sobre algo ”serio“ por el hecho de ser mujer y joven. Puedo argumentarte algo correctamente, pero en el fondo da igual, me vas a tomar menos en serio porque ”soy solo una chica“, explica. Una reivindicación similar a la de la canción de No Doubt en los 90. Sin embargo, Mar dejó de utilizarla en el momento que cuestiones como las girl math empezaron a inundar las redes sociales. ”No quería participar de eso. La frase había perdido su poder reivindicativo“.

La crítica al movimiento

Como toda tendencia, subcultura o movimiento, este se puede pervertir. Y, aunque inicialmente el solo soy una chica podía ser entendido como una forma de divertimento o como una resignificación de la infantilización que históricamente han sufrido las mujeres, cada vez ha ido siendo más habitual encontrar videos y trends que han vaciado de significado su contenido y se han quedado con una estética naif que ha acabado reproduciendo los mismos estereotipos que se criticaban. 

Es especialmente significativo cómo el solo soy una chica se ha visto atravesado por la lógica del neoliberalismo, en el que las chicas de Internet han pasado a convertirse en entes empujados al consumo exacerbado a través de los artilugios tradicionales de la feminidad, como el maquillaje o la ropa. Es habitual encontrar numerosos videos con frases como “todo lo que hubiera ahorrado si no fuera solo una chica”, en el que mujeres jóvenes muestran cientos de accesorios y productos de belleza en sus armarios, como si hubieran sido despojadas de cualquier capacidad de agencia o responsabilidad sobre sus vidas y sus compras. 

Y el capitalismo salvaje no es el único que se ha infiltrado en la representación de la Girlhood. La girl dinner también ha sido pervertida al pasar de considerarse la cena (rápida, pero aesthetic) que te preparas en un día en el que no te apetece cocinar —frente a la idea de la mujer tradicional que se pasa horas en la cocina—, a directamente mostrar platos vacíos o con raciones escasas, como si la “cena de chicas” fuera una no-cena, en un intento por preservar la delgadez hegemónica. 

Chang explica que en esta problemática subyace el hecho de que la Girlhood “se autoinfantilice a sí misma y eso implica, ante todo, que se irresponsabiliza de todo tipo de violencias que ella misma puede ejercer, no ya contra el mundo, lo cual ya es injusto, sino contra otras mujeres: mujeres migrantes que no se han criado con el deseo de ese aspecto canónico u otras mujeres más mayores que sientan presión por esta vuelta a la exacerbación de los cánones estéticos de la girlificación”.

Y es que, esta es otra de las grandes cuestiones que plantea el movimiento: ¿hasta qué momento una mujer puede considerarse solo una chica? ¿Es algo determinado por la edad? ¿Por la experiencia? Esto es algo sobre lo que reflexiona la guionista y escritora Gemma del Castillo en su artículo dejar de ser 'chica', donde se pregunta sobre el momento en que dejas de llamarte chica a ti misma: “¿Dejaré de ser chica cuando sea madre o empleada? ¿No estoy reduciendo mi papel en el mundo a la maternidad? ¿A un trabajo asalariado? ¿A la tan deseada estabilidad? ¿Y si nunca la consigo? ¿Dejaré de ser chica cuando mis condiciones materiales y el sistema patriarcal me permitan crecer y empezar a operar como se supone que actúa un adulto –hombre–?”. En definitiva, dice la guionista, dejaré de ser solo una chica cuando “pueda ser dueña de mis propias decisiones. Que me tomen en serio”. 

Se podría decir, por lo tanto, que ser solo una chica está más vinculado a lo que no tienes, a lo que te han impuesto o a lo que te han privado de ser; que a tu propia identidad en sí misma. Que ser solo una chica puede concebirse como un juego y un espacio de exploración en una sociedad especialmente hostil para las mujeres y otras identidades disidentes, pero que, como en todo juego, es fácil acabar acatando las reglas de otros jugadores que lo pervierten y dictan “así sí” y “así no”. Y, sobre todo, parece que en ser solo una chica lo que realmente subyace es el deseo de todas nosotras por ser tomadas en serio, independientemente de que seamos cis, trans, femme, butch, racializadas, hetero, queer, jóvenes, mayores o neurodivergentes. En definitiva, mujeres, en toda su complejidad.

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