Raíces y esperanza
El sol descendía sobre el caserío como un manto de cobre. Entre las casas de adobe, María moldeaba una olla de barro con la paciencia que sólo se adquiere escuchando historias antiguas y sintiendo el pulso de la tierra. Su abuela le había enseñado que el barro, el fuego y las estrellas eran más que materia; eran la memoria de un pueblo que resistía, que soñaba.