Salvar al miliciano Vicente Aleixandre
No es difícil justificar el inopinado interés del Gobierno de Pedro Sánchez por manipular al poeta Vicente Aleixandre después de demostrar un nulo interés por la conservación de su legado. El motivo es la decisión de la presidenta de la Comunidad de Madrid de salvar definitivamente su casa de Velintonia 5. El compromiso de Diaz Ayuso es adquirir el inmueble y convertirlo en un centro artístico de referencia, un espacio de todos y para todos que reconozca el lugar que fue, de peregrinación y encuentro de generaciones de poetas en torno al maestro. En el PSOE sonaron las alarmas por ser una figura que siempre ha pretendido encerrar en su coto ideológico. Solo así se explica que Sánchez quiera aplicar a Aleixandre la etiqueta de víctima del franquismo. Una actuación tan instintiva como cualquier otra para marcar territorio. Tal decisión ha motivado atinadas reacciones como la del consejero de Cultura madrileño, Mariano de Paco, e interesantes artículos en prensa, como el que publicó en ABC Jaime G. Mora sobre las vicisitudes de Aleixandre en el tiempo que le tocó vivir. Es incuestionable que, como tantos españoles, saludó con esperanza la Segunda República. Uno de sus mejores biógrafos, Emilio Calderón, identifica al poeta con el republicanismo moderado, al mismo tiempo que acredita su rotundo rechazo a la sublevación militar de julio de 1936 y su inmediata adhesión a la Alianza de Intelectuales Antifascistas. En su boletín, 'El Mono Azul', publicará el texto en prosa 'Federico' en homenaje a su amigo García Lorca, fusilado en Granada por los sublevados cuatro días antes de que lo fuera su también admirado José María Hinojosa en Málaga por los gubernamentales. Sin embargo, se cuestionará su inicial compromiso con la causa republicana por la persecución que padecerán su familia y él en el Madrid revolucionario. Como referirá a su amigo José Antonio Muñoz Rojas, las milicias frentepopulistas lo buscaron para matarlo. Más tarde lo detuvieron, siendo liberado gracias a Neruda. Su padre, coronel de ingenieros retirado y directivo de una compañía de ferrocarriles, fue depurado y multado por desafecto. Refugiado en la casa de su tío paterno Agustín, diputado liberal conservador con Alfonso XIII, el poeta se recluye del mundo. A mediados de 1937, Aleixandre trata de salir de la España republicana con su familia, pero se lo impiden por tener edad militar, pese a encontrarse enfermo y contar con 39 años, pues en la zona gubernamental se movilizó a los varones entre los 18 y 44 años. Aleixandre volvió a recluirse después de la guerra, renunciando incluso a publicar por temor a llamar la atención de los vencedores. En 1940 muere su padre, después de verse exonerado de un proceso de depuración. El régimen aprobará conceder una pensión a sus deudos como militar afecto. Por fin, en 1944 el poeta vencerá sus iniciales recelos con la publicación de 'Sombra del paraíso'. Seguirán las reediciones de 'La destrucción o el amor' y 'Pasión de la tierra', sin que las autoridades opongan veto alguno, como demuestran los expedientes de censura consultados en el Archivo General de la Administración. Si del primer libro se asegura que es una «colección de poemas líricos de gran calidad», del segundo se afirma que «no hay nada inconveniente ni censurable, como no sean los disparates que desde la primera a la última palabra contiene este ensayo de prosa poética». Un juicio que hoy se antoja cicatero y corto de miras. La pretensión de convertir a Aleixandre en víctima del franquismo se compadece mal con su situación bajo el régimen, sobre todo cuando se cancela que en su vida solo fue detenido y amenazado de muerte por partidarios del Gobierno del Frente Popular, que incluía al PSOE. En 1950 ingresa en la Real Academia Española, con amplia resonancia en la prensa del régimen. Con todo, Aleixandre se convertiría en un referente para la oposición a Franco dentro y fuera de España. Son conocidas sus adhesiones a protestas por la represión contra intelectuales o trabajadores antifranquistas. Esta voluntad de salvar al supuesto miliciano Vicente Aleixandre me da pie para enmendar un error de sus biografías. El Centro Documental de la Memoria Histórica (CDMH) conserva un documento que probaría su aportación dineraria a la columna de milicias Torres-Benedito, formada en Valencia. El nombre de Vicente Aleixandre figura al final de una relación de 38 supuestos donantes. En realidad, son los nombres de milicianos anarquistas de las columnas Torres-Benedito y CNT 13, registrados por la Comisión de Pagos de CNT por la recepción de sus soldadas del 1 al 31 de octubre de 1936. La cantidad entregada a cada uno son 310 pesetas. Corresponde al sueldo de 10 pesetas diarias, multiplicado por 31 días, que el Gobierno republicano fijó para los milicianos. El propio encabezamiento del documento señala que se trata de la «nómina de los milicianos afectos», incluido un Vicente Aleixandre. En el CDMH se acredita la existencia de varios milicianos con ese nombre y primer apellido: uno de ellos, Borreda de segundo, murió en combate en el frente de Levante. Desmentir la presunta financiación de Aleixandre a una de las columnas cenetistas a las que se achacaron todo tipo de desmanes me lleva también a reflexionar sobre la tentación de simplificar vivencias tan complejas como las que cualquier español debió de afrontar en la contienda. Vicente Aleixandre sufrió la pérdida de seres queridos en la guerra, pero también en la posguerra, especialmente su padre, su amigo Miguel Hernández, muerto de tuberculosis en la cárcel de Alicante, y su primo Juan Bautista Peset Aleixandre, fusilado en Paterna. Esto no le impidió seguir cultivando su amistad con personas afectas al régimen o que contribuyeron al triunfo de Franco. Es el caso del oficial de aviación Andrés Pitarch Ruiz, quien presumía de haber conseguido, como responsable de una fábrica de aviones republicana, que no saliera de ella ningún nuevo aparato para el esfuerzo de guerra gubernamental. Con este ingeniero militar le unía tan estrecho vínculo que el poeta fue testigo en las bodas de su hermana Isabel en 1933 y de su hija María en 1958. Aleixandre vio su mundo de ayer reducido a escombros por la guerra, como lo fue su casa de Velintonia . Pero sólo con su fuerza espiritual, en un cuerpo enfermo y doliente, logró dirimir la lucha de los contrarios, la destrucción o el amor, con el triunfo de la belleza y del asombro ante su contemplación. Esa es la lección que debe resurgir de las ruinas de Velintonia, sin más muros ni más trincheras, en la España de concordia que todos merecemos.