Más de 5.000 millones de personas vivirán en áreas áridas en 2100
Más de 5.000 millones de personas podrían vivir en áreas áridas a finales de este siglo en caso de que no se mitigue la actual tendencia global a la desertificación, advirtió en un nuevo informe la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD en inglés).
El extenso informe publicado este lunes en el contexto de la COP16, que se desarrolla en Riad, titulado La amenaza mundial de las tierras áridas, se basa en evidencias científicas recogidas entre 1990 y 2020 y también compara datos con las tres décadas anteriores al 1990.
El estudio previó que los efectos de la creciente aridez serían múltiples y en cascada, y que más de 5.000 millones de personas podrían ver afectados todos los aspectos de su vida para 2100, especialmente si el trabajo que desarrollan está relacionado con la agricultura.
En este sentido, 77,6% de la tierra experimentó condiciones más cálidas de las consideradas normales y las tierras áridas se expandieron por 4,3 millones de kilómetros cuadrados del planeta -en los 30 años anteriores al 2020-, sin que éstas tengan posibilidad de recuperar su estado original.
La causa principal de este fenómeno amenzanate para la vida es la acción humana, subrayó el informe. La emisión de gases de efecto invernadero generó un incremento en la temperatura de la tierra, lo que a su vez afectó a la cantidad y frecuencia de la lluvia y al proceso de evaporación.
«Las consecuencias de la inacción serán cada vez más nefastas y la adaptación ya no será opcional, sino imperativa», dijo el jefe de la unidad científica de la Unccd, Barron Orr, en un comunicado que acompañó el informe.
Aumento de la pobreza en las regiones áridas por el cambio climático
Varios aspectos de la vida cotidiana y de la calidad de la misma se verían afectados si la tendencia a la desertificación del planeta se sigue incrementando, entre ellos el económico, el daño al ecosistema, el acceso al agua y la salud.
El aumento de la aridez se relacionó con la disminución de 12% del Producto Interior Bruto (PIB) de los países africanos entre 1990-2015 y un 2,7% en las naciones asiáticas, y según las previsiones para el 2079 las pérdidas podrían elevarse a 16% y 6,7%, respectivamente.
En caso de que no se adopten medidas para erradicar la pobreza multidimensional, el cambio climático podría aumentar el número de personas que viven en la pobreza entre 35 y 122 millones para 2030, especialmente en las regiones áridas del Sahel, África oriental y Asia meridional.
La aridez podría conllevar la pérdida del hábitat de al menos 55% de las especies animales y comunidades enteras que se enfrentan a la escasez de agua y al colapso de la agricultura se verían forzadas a abandonar sus hogares, lo que provocaría tensiones sociales y políticas en todo el mundo, una tendencia que se prevé se intensifique en los próximos años, con especial incidencia en Oriente Medio hasta África y el sur de Asia.
La falta de recursos hídricos también sería una consecuencia destacada y se prevé que «más de dos tercios de toda la tierra del planeta (excluyendo Groenlandia y la Antártida) almacene menos agua a finales de siglo».
En el caso de Oriente Medio y el Norte de África la creciente evaporación atmosférica «incrementó el consumo del agua por parte del sector agrícola en 90% del total disponible».
En cuanto a la salud, las muertes por temperaturas relacionadas con el clima se espera que aumenten entre 3 y 13% en América Central, el sur de Europa y el Sudeste Asiático a finales de siglo, en caso de que las emisiones de gases de efecto invernadero siguan siendo elevadas.
Cooperación internacional y prevención
Según el informe, la crisis «necesita de una respuesta unificada e intersectorial, con políticas a escala nacional que persigan objetivos internacionales», y por ello los investigadores instaron a los gobiernos a incorporar a las iniciativas estatales planes que tengan en cuenta la aridez junto con la planificación de la sequía «para crear estrategias cohesionadas que aborden los retos de la gestión del agua y la tierra».
Además, resaltaron la importancia de los programas que desarrollan habilidades, dan apoyo financiero y educan con el objetivo de capacitar gradualmente a los más afectados por la aridez. Algunos de los resultados de estas políticas han sido que los agricultores cambiaran a cultivos resistentes a la sequía o los pastores criaran ganado más tolerante a la aridez.
En este sentido, el informe expuso más propuestas: integrar la medición de la aridez en los sistemas existentes de vigilancia de la sequía, incentivar los sistemas sostenibles de uso de la tierra y tecnologías para recoger y gestionar el agua de forma más eficiente y optimizada.
«La humanidad puede estar a la altura de este desafío, pero la cuestión no es si tenemos las herramientas para responder, sino si tenemos la voluntad de actuar», dijo la presidenta de la Interfaz Ciencia-Política (SPI) de la UNCCD, Nichole Barger.
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