37 años de la matanza de ETA contra la casa cuartel de Zaragoza: "Los querían a todos dentro, incluido a mujeres y niños"
Fueron 250 kilos de amonal, estacionado junto a la casa cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, la que hizo saltar por los aires la vida de cinco niñas y su hogar. La masacre asesinó a 11 personas y causó 88 heridos, la mayoría de ellos civiles. Josu Ternera -autor intelectual- y Enrique Parot sabían que había niños, pero eso no les frenó para lanzar el coche contra la casa cuartel. Parot, tras ser detenido en Sevilla más de dos años después, confesó a la Guardia Civil su participación en la acción criminal con la misma frialdad que lo perpetró. "Sabíamos que podían morir también familiares". La justificación de la masacre era, según dijo el etarra francés, la reciente detención de Santiago Arróspide Sarasola, «Santi Potros» o para forzar al Gobierno a negociar con la banda; o las dos cosas.
Paco, (Francisco Múgica Garmendia, uno de los integrantes del colectivo «Artapalo», desarticulado por la Guardia Civil en marzo de 1992, en una operación dirigida por el entonces teniente coronel Enrique Rodríguez Galindo), un terrorista sanguinario donde los haya, dijo que ya se había advertido a la Guardia Civil de que si sus familiares vivían con ellos también eran objetivos, por lo que debían estar fuera de los cuarteles.
No les importaron los "ataúdes blancos" de un atentado que perpetraron justo seis meses después de que ETA materializara la mayor masacre de su historia al colocar un coche bomba en el aparcamiento de un centro comercial de Hipercor en Barcelona que ocasionó la muerte de 21 personas.
El atentado contra la casa cuartel de Zaragoza formó parte de la estrategia de la organización terrorista para sembrar el miedo y desestabilizar a la sociedad española. Pusieron nombre a la acción, la que enmarcaban en su campaña de "ingeniería social", que iba destinada a provocar cambios en la percepción y el comportamiento de la sociedad a través del terror.
Con ello ETA buscaba deslegitimar el Estado, mostrar su vulnerabilidad y atacar a la Guardia Civil y a sus familias escenificando la incapacidad para proteger a sus ciudadanos para así erosionar la confianza en las instituciones. Además, la banda terrorista quería reafirmar su narrativa, la de que la lucha armada era necesaria para conseguir la independencia del País Vasco mediante la violencia y mover a la ciudadanía para su causa e incluso polarizar.
Así colocaron la bomba
Los etarras franceses utilizaron sus coches particulares, con matrícula gala, para llegar a las ciudades donde iban a atentar con el fin de no tener problemas en controles. En la zona industrial de Zaragoza recogieron el Renault 18 con el que iban a cometer la acción criminal y un Peugeot 205 para la huida. «Paco nos dio las llaves, como siempre etiquetadas con la matrícula, modelo y color». También les entregó un croquis de unos zulos, cerca del Ebro, donde, en varios bidones, estaban escondidos 50 kilos de amonal. «Para montar la carga utilizamos tres botellas de acero del tipo de las usadas para nitrógeno que estaban seccionadas, para lo cual en cada una de ellas metimos cordón detonante, amonal, y reforzadores, conectando las tres mediante cordón detonante. Una la pusimos en el maletero y dos en la zona de los asientos traseros». El sistema de iniciación era mediante detonadores pirotécnicos, utilizando en este caso tres con sus respectivos trozos de mecha lenta que van a parar al encendedor que es del tipo como el utilizado en las granadas de mano; es decir, que lleva una anilla que al tirar de ella hace caer una cucharilla accionándose un percutor que pica un fulminante que es el que enciende las mechas lentas. El utilizar tres mechas lentas esta motivado para conseguir que en el caso de que falle alguna la otra inicie la carga explosiva».
Parot aportó la siguiente información: «La orientación de los tubos con la boca abierta hacia el objetivo junto con el cordón detonante y los reforzadores que están en sus bases provoca que la explosión sea dirigida como si se tratase de auténticos cañones». «La hora elegida para colocar el coche-bomba era pasado un tiempo después de que los obreros hubieran salido de sus casas hacia las fábricas y antes de que empezaran a salir los guardia civiles». "Los querían a todos dentro, incluidos mujeres y niños", apuntan fuentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad a LA RAZÓN. Y es que para los terroristas este tipo de acciones donde eran asesinados menores lo consideraban como un "daño colateral".
"Intentaron asesinarme con 11 años"
Lucía Ruiz tenía 11 años cuando la pared de la casa cuartel de Zaragoza se le vino encima. Recuerda aún cómo, su padre, con el uniforme y las botas aún sin abrochar, entró en su habitación para comprobar que estaban bien: «¿Sabéis lo que ha pasado?», les preguntó. «Le dijimos: sí. Y nos respondió: pues ya sabéis lo que tenéis que hacer». Y, tras levantar la pared que la cubría, las sacó de allí y se bajó a desescombrar para sacar al resto de compañeros sepultados. Cuando se habla Parot, Lucía solo puede recordar una cosa: «Puso en mi casa un coche con 250 kilos de explosivo. Intentó matarme». Por ello, asegura que «donde mejor está es en la cárcel. Es un asesino».
Tampoco lo ha olvidado Juan Barrera, padre de las dos gemelas Miriam y Esther Barrera Alcaraz, a las que ETA sentenció a muerte cuando solo tenían tres años por el hecho de ser hijas de un guardia civil. "Yo tenía ya conocimientos de explosivos así que prácticamente me lo imaginé. Quedamos enterrados", recordó en una entrevista a este periódico Barrera. Les salvó una viga y el armario que tenían al lado. Tardaron en rescatarles 45 minutos y en esos minutos su mujer y él ya imaginaron lo que había pasado. Salieron de los escombros en ropa interior y, cuando llegaron al hospital y les pusieron la bata le llevaron al hospital militar a que reconociera a sus hijas, pero eran "irreconocibles". Fue él quien tuvo que contarle a su mujer lo ocurrido.
"No traicionar la democracia
Zaragoza ha recordado este miércoles a las víctimas de la Casa Cuartel de Zaragoza en un acto en el que la alcaldesa de la ciudad, Natalia Chueca, ha pedido "no olvidar" y "no traicionar la democracia" con el blanqueamiento de los asesinos, en el transcurso del acto que ha tenido lugar en el parque de la Esperanza, emplazamiento donde se levantaba este equipamiento de la Guardia Civil. La alcaldesa de Zaragoza ha afirmado que como cada 11 de diciembre "volvemos a este lugar no por venganza ni por rencor, sino por justicia y memoria hacia las víctimas de este cobarde asesinato". "Fueron asesinados por el odio de ETA, de sus dirigentes y de quienes aplaudían sus atentados. Nuestra ciudad fue golpeada por la sinrazón, pero nos repusimos unidos porque estábamos convencidos de que la libertad y el estado de derecho vencerían como así lo fue", ha afirmado. "Hay que repetir y recordar, especialmente a las nuevas generaciones que, por suerte no sufrieron el terror de ETA, que era una banda de asesinos cobardes que escondían su rostro mientras destruían familias, sembraban el terror y pretendían imponer su tiranía con sangre y fuego", ha apostillado.