Cuenta atrás de Macron para elegir al nuevo primer ministro francés
Francia debería conocer el nombre de su nuevo primer ministro en el día de hoy. Era el plazo máximo que se había dado el Palacio del Elíseo para designar al sucesor de Michel Barnier, derrocado la pasada semana tras una moción de censura de la izquierda apoyada por Marine Le Pen en la Asamblea Nacional. Desde entonces, Emmanuel Macron busca una salida a la crisis política que vive el país con varias rondas de contactos que se han ido intensificando esta semana tras los fastos de la reapertura de Notre Dame.
Aprendida la lección que dejan las cenizas del Gobierno más corto de la V República con tan sólo tres meses de duración, la idea del presidente es no depender ahora de Le Pen, intentar por todos los medios que la líder de la ultraderecha no disponga de un botón nuclear que haga saltar todo por los aires cuando ella lo decida. Para ello, la idea no es tanto una casi imposible coalición republicana dado lo heterogéneo de sus componentes sino más bien un pacto de no agresión. Un acuerdo de mínimos entre la derecha clásica, el macronismo y socialistas al que puedan sumarse diputados ecologistas y que logre que el nuevo ejecutivo no dependa de una guillotina permanente en la Asamblea.
La clave de ese acuerdo pasa por el visto bueno de los socialistas y probablemente, si llega a concretarse, podría suponer la implosión del Nuevo Frente Popular con un Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierda radical, que no deja pasar la ocasión estos días para denunciar la “traición” de sus hasta ahora socios. Desde el PS tampoco se ahorran calificativos en lo que ya se anuncia como una batalla encarnizada por la hegemonía de la izquierda francesa. Pierre Jouvet, secretario general del PS, afirmó el martes que Mélenchon será “el candidato de la extrema izquierda”, un término que hasta ahora solo utilizaban la derecha y los macronistas, tras los ataques del líder de La Francia Insumisa contra los socialistas. El líder del PS, Olivier Faure, aseguraba este miércoles que “no se puede pasar la vida diciendo que no. Debemos tener la iniciativa, nosotros, la izquierda, pero también aceptar la idea de que, como no tenemos mayoría absoluta, debemos aceptar compromisos y concesiones mutuas”. Faure ha querido además descartar al favorito hasta ahora en las quinielas. “François Bayrou no puede ser”. El veterano político centrista era hasta ayer una de las opciones más claras por sus buenas relaciones a derecha e izquierda del arco parlamentario y su capacidad para evitar vetos. Su figura genera bastante consenso entre los partidos, pero no responde a la premisa de un líder salido de la izquierda, como reclaman el Partido Socialista y los ecologistas para alcanzar un pacto.
Mientras se apuran las llamadas de teléfono desde el Elíseo, un Barnier ya con la maleta hecha ha realizado un último y relámpago consejo de Ministros con el único punto de aprobar una ley especial que prorrogue los presupuestos de 2024 hasta que el nuevo gobierno elabore los nuevos, algo que quedará para el primer trimestre de 2025. Se trata de una medida de urgencia para evitar que la administración quede paralizada a partir del 1 de enero de 2025. Francia solo se ha enfrentado a una ley especial de este tipo en 1979. Y como entonces, la redacción del primer artículo autorizará al Gobierno a “seguir recaudando los impuestos existentes” hasta que se apruebe el Presupuesto. La norma permite a Francia recurrir al endeudamiento, y a la Seguridad Social hacer lo mismo, aumentando el techo de endeudamiento de la Agencia Central de Organismos de Seguridad Social.
El episodio de la moción de censura de la semana pasada que tumbó al gobierno de Barnier es un capítulo más de una situación de inestabilidad que Francia arrastra desde el pasado mes de junio cuando Macron decidió por sorpresa adelantar los comicios legislativos como golpe de efecto tras su mal resultado en las europeas. La coalición de izquierdas bajo el nombre Nuevo Frente Popular logró imponerse en la segunda ronda tras configurarse un frente anti Le Pen pero lejos de obtener una mayoría en la cámara. Tres grandes bloques se dibujaron desde entonces (izquierda, centroderecha y ultraderecha) que hacen una configuración endiablada de la vida política en un país poco acostumbrado a la cultura del pacto. A esto hay que añadir las aspiraciones de muchas personalidades con los ojos puestos en las presidenciales de 2027 a las que Macron no puede volver a presentarse.