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Estos son los alimentos que no debes congelar si quieres que mantengan sus propiedades, sabor y textura

En función de su contenido en agua y consistencia, pueden no aguantar bien el proceso de congelación y tampoco el de descongelación

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El congelador es el electrodoméstico por excelencia para almacenar alimentos durante un largo periodo de tiempo. Aunque no los mata, el frío del congelador detiene el crecimiento de bacterias y gérmenes, lo que prolonga de manera significativa la vida útil de los alimentos e ingredientes de los platos ya cocinados.

Pero esto no significa que los alimentos sigan manteniendo todas sus propiedades organolépticas y sigan siendo agradables al paladar. Si bien nos puede parecer que podemos congelar todo tipo de alimentos, lo cierto es que hay algunos productos que es mejor no someter a tanto frío. Algunos productos, debido a su composición química y a cómo la congelación afecta a su consistencia o sabor, no toleran este proceso.

Alimentos que es mejor no poner en el congelador

Congelar los alimentos parece una buena alternativa para reducir su desperdicio. Pero debemos tener en cuenta qué ocurre durante este proceso. Cuando congelamos, se transforma el agua que pueda tener un alimento de un estado líquido a sólido, lo que significa que las células de agua se expanden y se altera así de forma permanente la estructura de los alimentos. Algunos soportan este mecanismo bastante bien, pero otros se degradan de forma notable y pierden calidad. ¿Cuáles son algunos de estos alimentos más sensibles a la congelación?

Huevos crudos con cáscara

Los huevos crudos con cáscara no funcionan bien en el congelador, ya que a estas temperaturas, el interior se expande y hace que la cáscara se agriete. El interior viscoso de los huevos crudos enteros se expande cuando los congelamos, lo que provoca grietas y filtraciones en el congelador, sin tener en cuenta la posibilidad de que crezcan bacterias. En cambio, los huevos cocinados en guisos sí pueden congelarse. 

¿Podríamos congelar la tortilla? Si la elaboramos con patata no deberíamos congelarla porque la fécula se deshace en el proceso de congelación, la patata pierde sabor y adopta una textura harinosa poco apetecible.

Salsas como la mayonesa

Salsas como la mayonesa, igual que el kétchup, pueden formar grumos cuando las congelamos. La mayonesa es una emulsión hecha de aceite, yemas de huevo, vinagre o limón. A medida que se descongela, esa emulsión se rompe y nos deja con los ingredientes líquidos y ácidos y el aceite flotando sobre la base de la yema. El resultado, por tanto, es un desastre con grumos, de ahí que no sea buena idea guardar ensaladas en las que haya mayonesa, como una de atún o de pollo en el congelador. Lo que sí podemos hacer es congelar los ingredientes sin la salsa y añadirla cuando ya estén descongelados y a punto de servir.

Alimentos fritos

Congelar alimentos fritos tampoco es una buena idea, ya que los trocitos crujientes acumulan humedad al congelarse y, al descongelar, el resultado es un producto empapado que hace que perdamos la corteza crujiente que tenemos cuando está recién salida de la sartén (y que no recuperaremos ni siquiera al recalentar). 

Verduras como la lechuga y otros alimentos con mucha agua

Apio, endibias, perejil o rábanos quedan flácidos, empapados en agua, cuando los descongelamos. También los pepinos, así como la sandía o los tomates, son un claro ejemplo de verdura con un alto contenido de agua que se echan a perder fácilmente una vez se congelan. 

Los pepinos congelados prácticamente no tienen nada que ver con su versión fresca y crujiente porque la humedad que mantiene el alimento crujiente e intacto no se comporta de la misma manera después de descongelarlo. 

Lo que ocurre cuando los congelamos es que el agua que contienen se expande y revienta las paredes celulares que mantienen la estructura de la hoja, lo que da como resultado un alimento nada apetecible —a menos que queramos preparar sopas o batidos, que para esto ya nos sirve esta consistencia— porque quedarán blandas, marchitas y empapadas, nada que ver con la versión fresca y crujiente que tanto nos gusta. 

Además, perderán mucho sabor en el proceso. Lo mejor es no correr riesgos y guardarlas en el cajón de verduras de la nevera, aunque también deberemos ser cautos, porque si dejamos demasiado tiempo una lechuga en la nevera nos sucederá más o menos lo mismo.

Si queremos congelar verduras lo mejor antes es blanquearlas o cocinarlas, ya que así toleran mejor el proceso de congelación, no sin antes asegurarnos de que están bien escurridas.

Arroz, patatas y pasta cocidos

Si congelamos este tipo de alimentos, que tienden a 'beber' agua, al descongelarlos lo que ocurrirá es que su consistencia no será muy agradable, ya que el agua que han absorbido durante la cocción se congela y, al descongelar, tendrán una textura que no es para nada apetecible. Las patatas, por ejemplo, adoptan un estado suave, desmenuzable y harinoso cuando las vamos a descongelar. Y en la pasta, lo que antes había sido un plato de fideos, después de la congelación puede acabar por convertirse en un charco blando.

Una excepción serían las lasañas precocidas, que las podemos conservan bien en el congelador y las horneamos justo antes de servir. 

Bebidas enlatadas

Seguramente a más de uno le ha pasado: poner una lata en el congelador para que la bebida se enfríe más rápido, pero nos olvidamos de ella y acaba explotando. Esto ocurre porque el líquido del interior de los alimentos enlatados y las bebidas, cuando se congela, se expande, lo que ejerce demasiada presión sobre el envase y acaba explotando. Todo ello sin tener en cuenta el trabajo extra de limpieza que supone este despiste.

Productos lácteos 

Hablamos aquí de productos como la nata, el yogur, la crema y los quesos blandos, que se vuelven incomestibles una vez se han congelado. El problema de la congelación con este tipo de alimentos es que la cuajada se separa del suero, lo que cambia por completo la textura y la consistencia una vez se han descongelado.

La leche, por ejemplo, se separa y forma una masa acuosa y grumosa, mientras que el yogur se vuelve granulado, se cuaja y también se separa al descongelarlo. Sí podemos cocinar con la leche descongelada, siempre y cuando la dejemos reposar en la nevera durante al menos un día antes de usarla.

El yogur también puede separarse y volverse acuoso y granulado cuando lo vayamos a descongelar. Pero es que, además de la consistencia, también puede adquirir un sabor ácido y algunas bacterias vivas y beneficiosas que contiene el yogur pueden destruirse por el proceso de congelación.

¿Qué ocurre con los quesos? Aunque poder se pueden congelar, debemos ser cautelosos con esto porque hay algunos, como los cremosos, los frescos, requesones y los muy curados que no se llevan muy bien con la congelación. El queso duro se puede congelar, hacerlo supone un problema más de textura que de seguridad alimentaria. 

Al descongelarlo puede ocurrir que se nos desmonte cuando vayamos a cortarlo y también que pierda parte de sus particularidades. Por tanto, es mejor que en este caso lo pongamos en la nevera, donde nos aguantará varias semanas si lo envolvemos bien. 

Especias y condimentos

La congelación tiene un efecto nada deseable en las especias. Por ejemplo, en el caso de la pimienta, el ajo, el pimiento rojo o la vainilla artificial, estas se vuelven fuertes y amargas. El curry suele desarrollar un sabor desagradable a humedad y la sal pierde sabor y tiende a aumentar el gusto rancio de cualquier alimento que acompañe y contenga grasa. Es mejor, por tanto, añadir los condimentos en el momento de calentar y servir la comida.

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