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Chispita | Por David Toscana

Los prosistas bíblicos debían ser muy eficientes. Con lo costosos que eran los papiros y luego los pergaminos, no había margen para mucho rollo.Así, podemos leer en una línea que “comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña”. Apenas en la siguiente frase ya Noé se pegó una borrachera tan descomunal, que una línea más abajo su hijo Cam lo ultraja aprovechando su inconciencia. Ni Monterroso.Del mismo modo, uno de los más grandes prodigios de la historia, se resuelve en pocas palabras: “Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas”.Sin mucha narración, los judíos llegan de otro lado de las aguas y viene la perdición de los egipcios. “Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y cuando amanecía, el mar se volvió en toda su fuerza, y los egipcios al huir se encontraban con el mar; y Jehová derribó a los egipcios en medio del mar”.Se dice “cuando amanecía”, pero no leemos, como en alguna novela contemporánea, que “era una primaveral mañana de sol y brisa fresca, de altas nubes deshilachadas y cantos pajareros en las copas de los árboles en flor”.En cambio, sí se da un diálogo digno del Chavo del Ocho cuando Abraham pregunta a Dios si le bastarían cincuenta justos para perdonar a Sodoma. Dios le dice que sí. ¿Y cuarenta y cinco? Sí. ¿Y cuarenta? Sí. ¿Y treinta? Sí. ¿Y veinte? Sí. ¿Y diez? Sí.El escritor compensa al recortar la historia de lo que debió ser muy digno de narrarse con muchos detalles, aunque con una redundancia: “Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra”.Los Evangelios también son concisos. El cristo no pierde tiempo con las palabras. Habla cuando tiene que hablar. Dice lo que tiene que decir. No es que sea telegráfico, pero sí contundente. En tres ocasiones, cuando sus interlocutores esperan un “sí”, él dice “tú lo has dicho”, lo cual tiene mucho mejor efecto.Cristo comprendía la importancia de la buena y concisa prosa. No así la Iglesia contemporánea, que puso en la oración a Juan Pablo II el triple de palabras de las que Jesús necesitó para el Padrenuestro, e incluyó cursiladas como: “Tú advertiste el asalto de satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de cielo, que Dios encendió sobre la tierra”. Faltan poetas en el Vaticano.La Biblia es una gran escuela para escritores. Mejor que cualquier taller. Ninguna obra maestra enseña tan bien el poder de lo poco que se ha de decir combinado con lo mucho que se debe callar.AQ

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