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El ascenso del Deportivo deriva en conflicto con el Concello de La Coruña

Abc.es 

El pasado domingo, en los prolegómenos del partido del Deportivo contra el filial del Barcelona, sorprendió la imagen de los bomberos sofocando las llamas provocadas por una bengala en el techo del autobús del equipo coruñés, aparcado ante la puerta 0 del Estadio Abanca Riazor. Un conato, una anécdota en comparación con el verdadero incendio, desatado al día siguiente, lunes, al cancelar el club su visita a María Pita -y, por consiguiente, la tradicional celebración en la plaza- por la soterrada guerra con el convenio de cesión del recinto municipal, que vence en 2025. Este martes la alcaldesa, Inés Rey, compareció por la mañana -no llegó a tiempo la víspera, tras participar en Madrid en la Ejecutiva Federal del PSOE- y cargó duramente contra Abanca, propietaria del club herculino. Al que acusó de «chantajear» al consistorio para «sacar rédito»; y de incurrir en una «falta de respeto» a toda la ciudad. «Pesará sobre su conciencia», afirmó. El lunes, tras ser recibida la delegación deportivista en Santiago por el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, el Deportivo anunció que no acudía al Ayuntamiento, y después emitía un comunicado donde señalaba la «falta de colaboración del Concello» como un «peligro» para «el futuro» de la entidad, que ha conseguido volver al fútbol profesional tras cuatro años, con plaza garantizada en Segunda División. Rey salió este martes con todo, como el Deportivo los primeros diez minutos de su partido del domingo. Sería necesario un VAR específico para determinar dónde acabó su dolido corazón deportivista y empezó la demagogia. «Tengo memoria del día del penalti [fallado por Djukic, en 1994, con lo que el Dépor perdió la Liga en el último minuto]. Alguno no se acuerda, porque lo han tenido que ver por YouTube hace algunos años», disparó. «Esa tal vez sea la diferencia, la de este sentimiento», apostilló. O en otro pasaje: «Hay cosas que no se compran con dinero. Quien trata el amor, el sentimiento, igual que un activo financiero, es alguien que no ha entendido y no entiende lo que es ser del Dépor y amar sus colores. El deportivismo no está en venta, y tampoco será moneda de cambio para hacer caja». Y la guinda: «Lo que no voy a hacer ni yo ni nadie de la corporación ni de la ciudad lo apoyaría, es regalar el estadio de todos a un banco». Una entrada al tobillo de Abanca, dueña del club, con Juan Carlos Escotet a la cabeza; que ha tardado en devolver al equipo a categoría profesional, pero financieramente ha logrado sacarlo del concurso de acreedores en el que lo sumió la era Lendoiro. Cruce de borradores El Deportivo hizo público el lunes el borrador de convenio que remitió en enero al Concello. Y que, además de fijar un plazo de cesión de 40 años, y un cánon variable -en función de la categoría, y a modo de contraprestación-, conllevaría la gestión de la publicidad estática y dinámica dentro del recinto deportivo; la comercialización del nombre del estadio; y la explotación de los derechos de televisión, radiofónicos y afines, así como de cualquier actividad dentro del estadio. Pero Rey fue tajante: sólo cederá el «uso deportivo», porque «el estadio es de los coruñeses»; «lo que no podemos firmar es la explotación económica y comercial (...) por parte de Abanca»; «una cosa es el Deportivo y otra Abanca». La regidora mostró dos documentos. El primero, el certificado de uso y disfrute de Riazor que pide la Liga para competir en la temporada 2024/25, que el club demandaba, y fue remitido ayer. El segundo, la propuesta de convenio del Concello: 25 años de duración y uso sólo deportivo. Según el club, la FIFA, para albergar partidos del Mundial de 2030, demanda convenios más amplios. Rey sabe que puede quemarse si saca los cañones contra el gran santo y seña de la ciudad, con permiso de la Torre de Hércules. Por eso dijo tener la «mano tendida». Pero no elude ir al choque. Ya estalló este asunto hace un año y no le penalizó en las elecciones locales. Ni se arredró cuando el infausto 'Covidgate' del Fuenlabrada. Ahora insiste en que no le «temblará el pulso». Aunque se agrave un conflicto que ha dejado en segundo pleno la alegría por el ascenso.

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