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Contra el procés vivíamos mejor

Parece que Núñez Feijóo no ha leído prensa desde el domingo por la noche, pues de hacerlo sabría que, tras las elecciones catalanas, el procés no solo está muerto: está además enterrado, finiquitado, derrotado, acabado, liquidado, castigado, ha recibido la puntilla, un carpetazo y un portazo, es su fin, su final, ha escrito su epitafio, los ciudadanos le han dado la espalda, Catalunya pasa página, y hasta aquí llegó el procés. Son todo sinónimos tomados de las portadas, columnas y tertulias del lunes, incluida la prensa de derecha, que en un primer momento parecía bailar sobre la tumba del procés, baile al que se unían portavoces y barones del PP.

Pero un momento, no celebren tan rápido, alto el baile, se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó parar. Ya en la misma mañana del lunes los propagandistas de la derecha española más ultramontana (perdonen que no los nombre ni los enlace) enfriaron el entusiasmo general advirtiendo de lo mismo que el martes diría Feijóo: que el procés no está ni mucho menos muerto, enterrado, finiquitado, derrotado, acabado, liquidado, castigado, apuntillado, etc. “La gente está muy contenta diciendo que el separatismo ha perdido… Bueno, ha perdido después de que Sánchez se haya hecho más separatista que Puigdemont; eso no es mucha derrota”, dijo el innombrable comunicador de las mañanas radiofónicas a las siete de la mañana del lunes. La consigna circuló en seguida entre políticos, medios y tertulias de derecha, todos a una con el mismo mensaje: el procés no está muerto, enterrado y etc, porque el procés vive ahora en Moncloa.

Para entendernos, es más o menos lo que hicieron con el final de ETA: la banda terrorista cesó la actividad, abandonó las armas, se disolvió, y todos celebramos su muerte, entierro, finiquito, derrota, liquidación, puntilla… Hasta que llegó la derecha y mandó parar la fiesta otra vez: ¿derrotada ETA, desaparecida ETA? Nada de eso, ETA sin ETA vive y manda más que nunca, ahora como socia del gobierno de Sánchez. Pues lo mismo con el procés. ¿Muerto, enterrado, finiquitado, derrotado, acabado, liquidado, castigado, etc? Ni hablar: reencarnado en Pedro Sánchez, que ha sido poseído por el espíritu del procés una vez este abandonó el cuerpo muerto, enterrado y etc.

Es comprensible, sí. No solo porque aceptar que el procés esté, aunque sea por una temporada, muerto, enterrado y etc, supondría reconocer, no digo agradecer pero al menos reconocer, que la estrategia del PSOE para desinflamar Catalunya ha funcionado -de la misma forma que aceptar que ETA fue derrotada supondría reconocer la labor de Zapatero-. No solo es eso. Es que además la derecha española necesita al procés, o mejor que al procés, al fantasma del procés; de la misma forma que durante años ha necesitado no a ETA sino al fantasma de ETA.

Siempre hemos dicho que la derecha española es una máquina de fabricar independentistas, tanto el gobierno de Rajoy como sus sucesores en el partido, su escisión de Vox y los medios afines. Todos han hecho más por la causa independentista que cualquier sentimiento identitario o agravio nacionalista. Y todo apunta a que la máquina seguirá a pleno rendimiento. Las palabras de Feijóo son una profecía autocumplida: el procés no ha muerto, ya nos ocuparemos nosotros de que siga vivo. A seguir echando leña a la caldera, nada de colaborar en la normalidad y la convivencia, o en la solución política de problemas políticos.

Pero el proceso de alimentación es de ida y vuelta: el independentismo es también una máquina de fabricar nacionalistas españoles. Fuera de Catalunya, el cuento de que viene el lobo indepe le ha dado muy buenos resultados a la derecha española. Al tiempo que los balcones catalanes se llenaban de esteladas y lazos amarillos, por toda España se agotaban las rojigualdas en los chinos, y no solo por el fútbol.

Normal que, ante la perspectiva de un procés muerto, enterrado, derrotado, acabado, liquidado, castigado y etc, algunos sientan nostalgia anticipada. Parafraseando aquella pregunta provocadora que Vázquez Montalbán lanzaba a la izquierda desnortada (“¿Contra Franco vivíamos mejor?”), la derecha española acaba pensando que sí, contra el procés vivíamos mejor.

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