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Travesía de tradición y aventura: Ruta MTB desde Zarzuela del Monte

Hoy nos aventuramos por las vías agropecuarias y por los caminos que en el siglo pasado se conocían como “caminos de herradura”


 

Crónica: Ángel Sierra



El trazado discurre a través del sexmo de San Martín, en Zarzuela del Monte. Allí nos reencontramos un domingo más: Alfonso, Andrés, Enrique, Fer. Juan, Luis Ángel, Pawel, Rafa y quién suscribe esta crónica, Ángel.


Comenzamos el camino con ánimo, yo con la ilusión de liderar la ruta, ya muy trillada por mí y por “machoteros”, ausentes por lo temprano del inicio de la ruta, y de ver disfrutar a mis compañeros otro domingo más.

Tenía en mente introducir algunas pequeñas variaciones según transcurriera la jornada, pero se vería sobre la marcha. Dejamos atrás Zarzuela del Monte y nos dirigimos hacia Vegas de Matute, rodeados de verdes campos de cebada, tierras de labranza.

Llegamos por el camino de las Minas a las cercanías de la ruta de la Risca y del Puente de los Enamorados, sobre el río Moros, en dirección a Valdeprados. (Ver: Valdeprados, el encanto de lo sencillo). Allí hicimos parada para admirar, una vez más, la Casa-fuerte de los Condes de Puñonrostro y su imponente torreón, de sobra conocido y fotografiado por el grupo. 

Enseguida nos ponemos en marcha hacía Ortigosa del Monte, dónde cuatro gotas de agua de lluvia asustan a algunos y a otros parece importar poco. Diferente será cuando entramos en la calleja que nos lleva a Otero de Herreros, muy divertida de recorrer, aunque el agua nos sorprende al cubrir hasta los ejes de nuestras ruedas. Muy conocido por los del lugar y cercanías que esta zona suele tener agua y barro incluso en verano por ser terreno arcilloso.

Atravesamos Otero y nos dirigimos hacia unas excavaciones romanas donde se han encontrado numerosos restos prehistóricos. Y seguidamente pasamos al lado de la antigua mina de cobre a cielo abierto, explotada por los descendientes de Rómulo y Remo, los hermanos amamantados por la loba Luperca.

El descenso en busca del arroyo del Quejigal cambia el paisaje y quizás sea lo más divertido de la ruta. Aunque debemos abrir cuatro puertas seguidas con sus nudos muy bien hechos por los ganaderos lo solventamos con soltura. No tardamos en regresar a Valdeprados donde ahora no pararemos, ya que se escuchan fuertes relámpagos en un horizonte que se va poniendo más oscuro a cada instante.

Con el cielo amenazante, bajamos al río Moros y decido guiar a mis compañeros por una variante del trazado previsto por el Molino de Matute, allá donde se coció cal para el Escorial, para enfilar con rapidez hacia Vegas. Los relámpagos y el tronar de la tormenta que se acercaba desde Adanero nos alcanzaron, sorprendiéndonos a cuatro rezagados justo cinco minutos antes de llegar a Zarzuela.

Bajo un solitario chaparro, que apenas lograba cubrirnos, soportamos una granizada cerrada y espectacular. Fue imposible continuar en esos instantes debido a la intensidad de los dolorosos impactos de las “piedras” en manos, brazos y piernas e incluso alguna a través de los agujeros del casco.

Al entrar finalmente en Zarzuela, sus calles estaban completamente blancas cubiertas del granizo y el hielo recién caído, que rápidamente provocaron una brusca bajada de temperatura. Todos mojados a pesar de los chubasqueros y con frío; unos optan por acurrucarse en sus coches, poner la calefacción a tope y regresar a casa y otros, por acercarnos a la barra de Casa Campana, donde Ramón y Ángel nos ofrecieron refrescos y viandas que nos reconfortaron.


Gracias a Ramón y a "Angelito" por su siempre atenta hospitalidad.

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