De la mesita de noche al perfil de Instagram: cómo las redes han cambiado nuestra relación con los libros
En la era de los filtros, las visualizaciones, los likes, los trends o el “desliza hacia la derecha para no volver a ver a esta persona”, gran parte del juego social tiene lugar en el tablero de las redes. Jugamos a ser creativos, fotógrafos, modelos, prescriptores y, sobre todo, a proyectar una imagen, ya sea auténtica o puro postureo.
Al escribir la palabra “libro” en Pinterest, la red social de las imágenes inspiradoras, el buscador sugiere automáticamente “libros aesthetic” y la búsqueda devuelve innumerables imágenes de portadas en tonos pastel, páginas cubiertas con flores y lecturas en escenarios bucólicos. En Instagram triunfan las citas, los subrayados y el libro como elemento decorativo. En TikTok el hashtag #BookTok nos arroja miles de vídeos que recomiendan novedades, sobre todo juveniles, y que las grandes cadenas de librerías ya han llevado al mundo analógico otorgándoles un espacio propio en forma de estantería.
“Las redes sociales han influido totalmente en el diseño editorial. Desde hace unos años hay una tendencia a postear todo lo que consumimos, incluidas las lecturas, y estoy 100% segura de que muchos libros se quedan fuera de esos posts porque no son estéticamente bonitos”, opina Marta Taboada, directora de arte y el criterio tras la cuenta de Instagram @portadasbien. “Ahora hay un esfuerzo en que [el libro], además de la lectura, también merezca la foto, y eso se nota cuando entras en una librería”.
Para Taboada, las “portadas bien” son aquellas que cumplen tres pilares: coherencia, sencillez y buenos acabados. En su cuenta, además de exponerlas cual coleccionista de arte, explica de manera muy didáctica el proceso que hay detrás de cada diseño y reconoce el trabajo de sus creadores. Una afición con la que, confiesa, nunca pensó que fuera a conseguir tan buen feedback: “Ponerle nombre y apellidos a la persona que se había encargado de la cubierta del libro no era algo que interesase especialmente a los lectores. Por suerte, hoy sí que pasa”.
“Hay muchos factores que influyen a la hora de comprar un libro”, apunta Artur Galocha, diseñador de las portadas más icónicas de Libros del K.O., como la de Fariña. “Quién lo escribe, el tema, la promoción que haya tenido… Pero una buena portada puede hacer que un libro traspase esas barreras y entre por el ojo”. Él mismo reconoce que más de una vez se ha llevado a casa un libro malo por culpa de una buena portada.
“No creo que las redes hayan cambiado tanto la forma de diseñar libros sino más bien la de promocionarlos. Antes los libros te hablaban solo desde las estanterías de la librería, ahora te hablan desde la estantería de Internet, que es mucho más grande, más porosa, más concreta a veces, más ruidosa otras”, valora Galocha, que sí reconoce estar viendo un cambio en la forma de diseñar portadas en España desde hace unos años. “Ahora se arriesga un poco más y hay más libertad creativa”.
Ahora se percibe un esfuerzo por que [el libro], además de la lectura, también merezca la foto, y eso se nota cuando entras en una librería
De interés literario internacional
Precisamente las lecturas de uno de los mayores exponentes de libertad creativa de nuestro país, Rosalía, han sido causa de grandes revuelos en redes. Cada vez que publica una foto en la que se atisba un resquicio de libro, comienza una comisión de investigación acelerada para lograr descifrar los títulos que acompañan a la cantante catalana. Lo primero en esclarecerse suelen ser el sello y la colección, después, la ronda de apuestas permanece abierta hasta que, con suerte, la editorial entra en juego para arrojar luz.
“Creo que hay una tentación muy fuerte a extrapolar la conexión que se tiene con la obra de un artista a otros campos vinculados con su gusto o su biografía. Si eres fan de la música de Rosalía, probablemente acabes desarrollando una fascinación hacia ella en el terreno emocional. Y, precisamente por ello, es fácil que pronto te interese todo lo que la rodea”, comenta Eva Blanco Medina, redactora de Cultura de Vogue España que ha ahondado en el fenómeno de la cantante catalana como prescriptora literaria. “Además, hay que decir que sabe rodearse de libros bastante suculentos. O a mí, al menos, me lo parecen”.
Si nos interesa qué lleva en el bolso Victoria Beckham y queremos saber dónde compra los vaqueros Hailey Bieber, por qué no íbamos a querer saber con qué libros ocupan su tiempo. En nuestro día a día todo se entremezcla e interactúa: música, arte, moda, cine, gastronomía, literatura… En esta línea de enlazar disciplinas, la Maison Chanel creó el club de lectura Les Rendez-Vous Littéraires rue Cambon con Carlota Casiraghi en 2021, donde los libros eran el punto de partida para conversar con autoras entorno a la emancipación femenina y hermanar moda y literatura. Para Eva Blanco Medina, “independientemente de los intereses comerciales que puedan motivar estas uniones, este tipo de sinergias son de lo más natural”.
“Es más, si el planteamiento es bueno y la marca en cuestión se alía con autoras contemporáneas con las que comparta valores creativos y cierto imaginario estético, creo que ambas partes pueden salir ganando. Y también, por qué no, sus respectivos públicos”, considera la periodista.
Un ejemplo totalmente diferente y muy visual de esa asociación libre de moda y literatura “sin ninguna pretensión” es el hilo de Twitter publicado por la librería valenciana Bartleby tras la reciente Met Gala. Su artífice, Manu Garrido, que además de copropietario de la librería es historiador del arte y librero, era ajeno a la existencia de la gala benéfica y feria de vanidades que el Metropolitan Museum de Nueva York acoge anualmente, y tampoco le ponía cara a Zendaya hasta esa misma noche cuando su pareja le mostró fotos del evento.
“Tengo una buena memoria fotográfica y al ver aquel vestido de Zendaya enseguida me acordé del colibrí de la portada de El ministerio del dolor, de Dubravka Ugrešić (Impedimenta, 2024). Pensé que era gracioso y seguí mirando vestidos con mi pareja y relacionándolos formalmente por su parecido a otras portadas que recordaba”, dice.
Las originales asociaciones de Garrido fueron bien recibidas por los usuarios de X, que le llegaron a felicitar con el clásico “te has pasado Twitter”. “Me hicieron gracia algunos retuits de especialistas en redes sociales y posicionamiento en Internet, que alababan el hilo y hablaban de la 'hábil estrategia' de aquella pequeña librería de València que había sabido subirse a una tendencia relacionándola con su marca, y yo pensaba '¿qué estrategia?', si solo soy un tipo en bermudas en el sofá de su casa con el móvil en una mano y su gata en el regazo”, recuerda.
Los coffee table books que triunfan en Instagram
Además de este cameo anecdótico en el evento de moda del año, los libros han empezado a ocupar espacio en las tiendas de moda. ¿Quién dijo que el papel estaba muerto? Urban Outfitters, el espacio de ropa multimarca WOW Concept e incluso H&M apuestan por reservar un lugar dentro de sus establecimientos a ciertas cubiertas, principalmente las que podrían catalogarse como coffee table books.
Se trata de libros bonitos, generalmente de carácter artístico y grandes, que sirven como piezas decorativas. Es fácil reconocerlos al darse un paseo por las cuentas de las influencers más famosas. El del fotógrafo Peter Lindbergh con Kate Moss en la portada, el Sofia Coppola Archive en rosa, el de la top Naomi Campbell o las coloridas guías de viaje de Assouline, que reinan en esta categoría y de las que es probable que tengas varios ejemplares si eres “una persona bien vestida con un hogar bien decorado”, según la revista Forbes.
Su estética y precio –más de cien euros el ejemplar– les ha llevado a colarse en los salones con más likes de Instagram y a volverse deseables hasta tal punto que ya sufren la aparición de réplicas baratas de sus portadas, eso sí, vacías en su interior.
Si identificamos que el algoritmo es el causante de que todas las casas parezcan la misma y de que se tome ramen en Sevilla, Kyle Chayka, autor de Mundofiltro. Cómo los algoritmos han aplanado la cultura (Gatopardo Ediciones, 2024), le atribuye también la homogeneización de la cultura. “Al recompensar determinados temas y priorizarlos en los flujos, basándose en qué es lo que atrae mayor atención de forma inmediata, las recomendaciones algorítmicas imponen géneros culturales”, escribe. Por supuesto, no se puede pasar por alto que del número de seguidores expuestos a cada estímulo dependerá la repercusión.
La receta de los libros virales tiene, por supuesto, múltiples ingredientes. Pero en lo referente al diseño, Marta Taboada considera que “hoy en día atrae mucho un libro con portada limpia, de tipografía bold en grande, con colores planos y llamativos y sin muchos más elementos”. Como ejemplos de éxito cita ‘Yellowface’, de R. F. Kuang (publicado en España por Hidra, 2023) o la edición en inglés de ‘The Guess’, de Emma Cline (Random House, 2023). “Son como una señal de tráfico que atrae a los ojos”.
Al recompensar determinados temas y priorizarlos en los flujos, basándose en qué es lo que atrae mayor atención de forma inmediata, las recomendaciones algorítmicas imponen géneros culturales
Más allá de las pantallas
Ajenas a la dictadura del algoritmo –sí, también hay vida después de las redes–, Toya Legido y Lucía Moreno han recibido este lunes uno de los premios que el Ministerio de Cultura otorga cada año a los libros mejor editados por su trabajo en Ellas ilustran botánica: arte, ciencia y género (CSIC, 2023).
El jurado las ha premiado por la calidad del acabado, el diseño y la elegancia de la tipografía y los cantos, entre otras cosas. Para ellas, las redes sociales no han formado parte del proceso creativo. “Personalmente creo que cada libro, cada diseño, empieza de cero. Te tienes que plantear para qué es, qué contiene y qué sensación quieres dar”, defiende Moreno. “En nuestro caso, las redes sociales pueden acompañar, pero a posteriori, no tienen nada que ver con ninguna decisión de diseño”.
En su caso, además, el libro nace como recopilación de una exposición e investigación previa. “Somos cuatro profesoras de la Facultad de Bellas Artes que teníamos la idea de sacar a la luz mujeres ilustradoras, científicas, botánicas desde el siglo XVI hasta la época contemporánea”, aclara Legido. Se plantearon el libro como una obra de arte, “con mucho cuidado, con muchos detalles” y con la suerte de contar con la libertad total del Centro de Investigaciones Científicas. “La verdad es que han creído mucho en el proyecto y no han puesto ni una queja a ninguna propuesta de diseño o materiales”, agradecen, aunque reconocen que ellas no han cobrado nada por el libro. “Era la manera de difundir la investigación y nos interesaba más la calidad del libro que lo demás”.
En ese mismo bando, el de la calidad frente a la viralidad –si es que fuera necesario elegir–, se posiciona el diseñador Artur Galocha: “Me gusta pensar que la portada de un libro es la ropa con la que se presenta y hay que saber vestirse para cada ocasión”. Para él lo más importante es “que tenga sentido con el tema y el tono del libro, después, que llame la atención del lector, como una especie de grito desde la estantería y, por último, que sea bonita”.
Me gusta pensar que la portada de un libro es la ropa con la que se presenta y hay que saber vestirse para cada ocasión
¿Qué nos encontramos cuando rompemos la burbuja, tanto de las redes como de nuestro propio entorno, y salimos a la calle? “Creo que el metro es un buen termómetro de la actualidad de una ciudad y lo que la gente lee en el metro es algo muy democrático y muy inclusivo”, señala Luis Alonso Agúndez, que en su cuenta @leyendoenmetro juega con su hermano a registrar la vida literaria del transporte subterráneo de Madrid.
“En el metro te das cuenta de que lo que te aparece en las redes es una ficción y un mundo realmente muy pequeñito”, reflexiona. Agúndez, que entre sus fotografías predilectas tiene a una señora mayor leyendo Crepúsculo o a un hombre con El Quijote, asegura que en el transporte público se rompen muchos estereotipos y percibe una tendencia a los libros de autoayuda, psicología y salud mental.
En una de sus fotos, una joven que lleva una gabardina de la marca catalana Laagam lee Te di ojos y miraste las tinieblas (Anagrama, 2023) de la también catalana Irene Solà y da la sensación de que a veces las piezas encajan. “Es una de las imágenes que más repercusión ha tenido”, admite Agúndez. “La chica que un día quise ser”, menciona un comentario. “No soy yo pero podría ser yo”, reza otro. Y el mundo real analógico nos lleva de vuelta al aspiracional, al de las redes.
Hace unos años, en pleno boom literario de Sally Rooney entre millennials, fue bastante comentada una crítica negativa a la autora irlandesa de Jessa Crispin en The Guardian que decía: “Sus libros han sustituido a los de figuras como David Foster Wallace o Joan Didion como los libros con los que ser sorprendido: 'Oh, ¿se me ha caído esta novela superventas pero a la vez aclamada por la crítica del bolso en el bar justo al lado de la persona que me atrae? ¡Qué torpe!' – Y mostrar hábilmente a todos tu buen gusto y tu interés por las novedades culturales”.
Crispin hablaba de ese componente generador de identidad asociado a ciertos fenómenos culturales, también libros, como si fuera nocivo, cuando resulta todo un logro como escritor conseguir llegar a la gente de manera tan íntima que todos te quieran llevar en el bolso. “No sé quién lo dijo, pero creo que hay mucha verdad en eso de que uno es la suma de las películas que ha visto, los viajes que ha hecho, los libros que ha leído, las personas que ha amado… Todo forma parte del paisaje sentimental de una persona y creo que es imposible ser indiferente a todo ese bagaje”, reflexiona Agúndez. “Además, creo que un libro dice mucho de una persona. Todo comunica y un libro comunica. No es lo mismo leer a Camilo José Cela que a Milena Busquets, y yo mismo he leído a ambos, pero el libro que estás leyendo en un momento concreto es generador de identidad”.
El cine ha echado mano en múltiples ocasiones de este recurso para mostrar la personalidad de un personaje. Así, a la hora de crear un perfil femenino con inquietudes y un poco de profundidad, una opción recurrente es que lean a Sylvia Plath. Lo hacen Kat Stratford en 10 razones para odiarte, Lisa en Los Simpson, o Rory, de Las chicas Gilmore.
Creo que un libro dice mucho de una persona (...) No es lo mismo leer a Camilo José Cela que a Milena Busquets, y yo mismo he leído a ambos, pero el libro que estás leyendo en un momento concreto es generador de identidad
Desde su librería, Manu Garrido observa un sentimiento de pertenencia más ligado a los grupos editoriales: “Tenemos clientes que compran todo lo que publican sellos concretos con los que se sienten representados, en los que proyectan algo de su personalidad o de aquello con lo que les gustaría ser asociados”. “Al final, no solo están vendiendo una mercancía sino que están generando una comunidad de personas que quizás se sentían desatendidas”, considera. “Algunas editoriales, además, utilizan todo ese poder y ese respaldo de sus seguidores para posicionarse en temas sociales y políticos. Por ejemplo, en contra del genocidio en Gaza, como está haciendo ahora Blackie Books con la publicación sin ánimo de lucro del libro Quiero estar despierto cuando muera, del autor palestino Atef Abu Saif”.
Cuando prohibieron la venta de Fariña, de Nacho Carretero (Ediciones del K.O., 2015) y lo retiraron de las librerías por orden judicial, los lectores se volcaron con la causa y no dudaron en presumir de sus ejemplares en las redes. Fue una reivindicación que partió de una simpatía y provocó la viralización de esa portada de Galocha. Él, sin embargo, lo ve como una reacción excepcional: “Eso de la identificación pasa más con los periódicos que con los libros. Ahí sí que veo un elemento generador de identidades”. “Aunque si veo a alguien leyendo un libro que me gustó mucho, siento que hay un vínculo con esa persona, aunque no la conozca de nada”, reconoce. “Los libros son vínculos”.