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Por qué una buena gestión de las costas y los océanos importa

Quienes residen en zonas costeras deben tomar conciencia de la riqueza para su supervivencia, pero aun así también se requiere una buena gobernanza.

Durante el Congreso de Integración de Saberes para un Océano Sostenible, a principios de junio, un representante de los pescadores de la isla Venado preguntó: “¿De qué me sirve un parque nacional cerca de mi comunidad si me muero de hambre?”.

El problema no fue la pregunta ni el contexto ni el lugar donde se formuló, sino que persista la disputa entre los modelos de conservación ambiental y las necesidades de desarrollo sostenible o supervivencia de las comunidades costeras.

Al examinar la situación cantonal, distrital o comunal, podría decirse que tenemos las maravillas de Suiza con la pobreza de Haití dentro del mismo territorio.

A pesar de que el país en algunas mediciones destaca entre los primeros 30 o 40 países en cuanto a protección y conservación, es muy probable que caiga significativamente si se toman en cuenta la “gobernanza y gestión de los océanos o la gestión marino-costera”.

Nos enfrentaríamos a serios problemas para el cumplimiento de las metas del Acuerdo de París y los objetivos de desarrollo sostenible (ODS), particularmente el 14, sobre la vida submarina.

En el índice de desempeño ambiental (EPI) 2024, elaborado por el Yale Center for Environmental Law & Policy, Costa Rica aparece en una posición relativamente buena a escala global, con un puntaje de 55,5, en el puesto 39 de 180 países.

Estos puntajes agregados pueden ocultar problemas críticos, tales como:

Sobrecarga institucional: Las instituciones encargadas de los recursos marinos a menudo carecen del presupuesto necesario para hacer cumplir las políticas de conservación. La coordinación entre entidades es insuficiente, lo que lleva a la fragmentación de esfuerzos y duplicidad de funciones. Por ejemplo, el presupuesto del Ministerio de Ambiente representa apenas el 0,12 % del PIB.

Participación comunitaria limitada: Aunque existen iniciativas para involucrar a las comunidades costeras en la gestión de los recursos marinos, son esporádicas y carecen de un enfoque sistemático. La falta de participación limita el éxito de las áreas marinas protegidas y otras medidas de conservación, según un informe de la ONU para Costa Rica. Pero lo más duro es cómo dejar patentes los beneficios ecosistémicos y monetarios de vivir cerca de las áreas silvestres protegidas y abandonar la percepción de que son trampas de pobreza.

Impacto del cambio climático: El calentamiento global exacerba problemas como la acidificación de los océanos y el aumento del nivel del mar, fenómenos que no solo perjudican la biodiversidad marina, sino también a las comunidades costeras que dependen de los recursos marinos para su sustento, se afirma en la Segunda evaluación mundial de los océanos.

La metáfora de la espada de Damocles calza para describir la situación marino-costera y el riesgo constante, dada la ausencia de una administración eficaz y coordinada.

La sobreexplotación de recursos pesqueros, la contaminación por plásticos y otros desechos, sumados a la destrucción de hábitats, son solo algunos de los problemas.

El Acuerdo de París y los ODS, específicamente el 14, fijan metas para la protección de los océanos, pero, a pesar de “estar cumpliendo”, se mantienen los retos de los países del tercer mundo cuando se trata de resolver las necesidades de la población.

La brecha entre la percepción internacional y la realidad subnacional es preocupante, y requiere atención urgente. El país debería entender que de nada sirven indicadores generales “buenos” si en los cantones, los distritos y las comunidades perviven problemas y necesidades.

Muchos pensarían que es imposible hacer algo o, al contrario, dirían que se hace demasiado. Mi opinión después de esta semana de reflexión es que cada quien hace y responde en función de su ámbito de acción, pero ninguno contribuye lo necesario a cambiar el statu quo. A veces, incluso, parece que nadamos en círculos. No obstante, algunas interrogantes podrían propiciar el cambio.

¿Qué pasaría sí se diera un fortalecimiento institucional?

Es esencial dotar a las instituciones de los recursos necesarios para hacer cumplir las políticas de conservación. Esto incluye no solo financiamiento, sino también capacitación y mejores mecanismos de coordinación interinstitucional.

¿Qué pasaría sí las comunidades locales se involucraran más?

Ser parte integral de la toma de decisiones y la gestión de los recursos marinos no solo mejorará la eficacia de las medidas de conservación, sino también la justicia ambiental y el desarrollo sostenible.

¿Qué pasaría sí se usara la tecnología y la innovación?

El monitoreo y gestión de los océanos mejora significativamente la eficacia de las medidas de conservación, el uso de drones, satélites y sistemas de información geográfica son herramientas valiosas, inclusive la inteligencia artificial.

¿Qué pasaría sí se diera un uso asertivo a la cooperación internacional?

Costa Rica debería fortalecer sus alianzas internacionales para compartir conocimientos, recursos y experiencias en el campo de los océanos, y propiciar el cambio de la cooperación del simple asistencialismo a asuntos concretos. La brecha entre la percepción internacional y la realidad cantonal debe ser cerrada con políticas idóneas y una gestión sostenible que reflejen el verdadero compromiso de Costa Rica con sus recursos marinos y costeros. Sin embargo, si el país no destina el capital financiero y humano, e infraestructura, estaremos lejos de esa meta.

Mientras no superemos el discurso vallecentralista ni avancemos mucho, expresiones como la mencionada por el representante de un grupo de pescadores citado al principio seguirán zumbando en los oídos de aquellos que por mandato deben hacer algo, y será como aquel molesto ruido de madrugada, el cual se aplasta una y otra vez para seguir en el letargo nacional.

agustin.gomez@ucr.ac.cr

El autor es estadístico e investigador del Centro de Investigación Observatorio del Desarrollo de la UCR.

Persiste la disputa entre los modelos de conservación ambiental y las necesidades de desarrollo sostenible o supervivencia de las comunidades costeras. Foto: Andrés Garita / Para fines ilustrativos.

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