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Inflación en baja y leyes aprobadas, ¿alcanzará?

En los días previos a la aprobación de la Ley de Bases y de Medidas Fiscales Paliativas en el Senado de la Nación se verificaron algunas dinámicas de mercado que despertaron inquietud, y plantearon el interrogante de si estábamos frente a un cambio de humor permanente o, si se trataba de una corrección normal luego de un rally importante de los activos de riesgo argentinos y de una apreciación cambiaria también muy importante.

La aprobación de las leyes, sumado a la refinanciación del swap con el Banco Central de China, más la aprobación de la octava revisión del acuerdo con el FMI, más la confirmación de una nueva baja de la tasa de inflación, ayudaron a que los mercados respiraran aliviado por unos días. Pero, la dinámica sigue generando inquietud. Sobre todo en el marco de correcciones significativas del precio de algunos commodities y de los activos de riesgo y de las monedas de países importantes de la región.

En el caso de Brasil a causa de cierto temor por las políticas de Luiz Inácio Lula da Silva y en México por el importante triunfo electoral del oficialismo, las cuestiones políticas volvieron a ocupar el primer lugar de las consideraciones de riesgo en los dos países más importantes de la región. Además, la devaluación del Real parece ser un fenómeno algo más persistente que otros episodios recientes de debilidad de la moneda de nuestro principal socio comercial (17% de las exportaciones y 23% de las importaciones del primer cuatrimestre del año).

La fatal arrogancia de Milei y Caputo

Si bien la clase de activos emergentes o latinoamericanos no está tan definida como en el pasado (los riesgos de comportamiento de manada son menores), no se deben subestimar los efectos de estas dinámicas sobre las evaluaciones de riesgo de la economía argentina. En particular, el tipo de cambio real bilateral con Brasil es hoy apenas un 12% más alto (más depreciado) que el que era en noviembre pasado. Y se encuentra entre los valores más bajos (más apreciados) de los últimos 10 años.

Una pregunta que asomó con fuerza en los últimos días fue si la aprobación de las leyes y la baja de la inflación resultarán suficientes para alargar la paciencia y la luna de miel con el mercado y la opinión pública o si hará falta algo más. Pero ese algo más se extiende también a la macro. La apreciación real del peso y su persistencia pueden tener dos consecuencias desagradables: que la reducción de la tasa de inflación resulte menos permanente y que la caída de actividad resulte menos transitoria. Dos posibilidades que la política económica debería incorporar para no correr con riesgos innecesarios o evitables.

Si bien las leyes salieron esmeriladas, su aprobación es un paso importante. La delegación de facultades permitiría que el Ejecutivo avance con la reforma del Estado y otras reformas estructurales. A su vez, el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI) puede ser la plataforma para el despegue de algunos proyectos de inversión capaces de potenciar la capacidad exportadora de la Argentina.

Sin embargo, sería ingenuo pensar que las leyes son un sustituto de la estabilidad macroeconómica. Sería deseable, que el Gobierno no sea preso de ninguna euforia y que no caiga en la complacencia de creer que con lo que hay alcanza y que lo mejor es no cambiar nada. Básicamente porque, en nuestra opinión, el actual programa de estabilización no está en condiciones de asegurar que las inercias inflacionarias estén definitivamente quebradas; que la apreciación real del peso (la actual y la venidera de mantenerse sin cambios la política) resulte sostenible; y que la velocidad de la recuperación del nivel de actividad coincida con la que demanda el mantenimiento de la paz social.

¿Se puede seguir con el cepo?

Cada día que pasa se vuelve más (y no menos) necesario iniciar una segunda fase del cambio de régimen en marcha. Para lo cual habrá que definir un régimen monetario y cambiario concreto y ya no de emergencia o transicional como el actual (algo que está muy lejos de los que esboza, no sin contradicciones, el Presidente Javier Milei en sus intervenciones públicas). Esa segunda fase del programa requerirá también de una agenda de cambio estructural más concreta y profunda, que incluya una reforma laboral más ambiciosa y una reforma previsional y tributaria que aseguren la solvencia fiscal en el largo plazo. Es de esperar que, dadas las dificultades experimentadas en el tratamiento legislativo de los dos proyectos que volvieron en revisión a la Cámara de Diputados, que el envío de estos otros proyectos se demore y que el Presidente se valga, hasta el último milímetro, de los márgenes de acción que le abren la Ley de Bases y el DNU 270/23 para implementar otras reformas sin pasar por el Congreso.

Pero atención, esa segunda etapa es la más difícil: a la determinación ya mostrada para hacer y perseverar en el ajuste fiscal, habrá que sumar gestión, mucha gestión. La economía desregulada y competitiva y el Estado chico y eficiente que tiene en mente el Presidente hoy todavía no existen. La economía y el Estado que hoy tenemos tienen que gestionarse para poder llegar al objetivo deseado. Obvio que la gestión no es sustituta de una política macroeconómica sana y bien orientada, ni tampoco reemplaza piezas clave de legislación que seguirán pendientes. Pero una buena ejecución de las políticas públicas además de hacer viable y visible el cambio puede ayudar a mantener el liderazgo de la agenda política y mediática. Un liderazgo que pareció perderse en esas semanas en las que al Gobierno le entraron algunos goles.

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