El sistema educativo en un futuro dominado por la tecnología
El futuro no previsto por ninguna instancia curricular imposibilita la subsistencia humana en un mundo donde la tecnología pasa a dominar los sectores primario, secundario y terciario de la economía, donde la industria de la cibernética entremezcla matemáticas con lingüística y electrónica con biología, por ejemplo.
Nuestro sistema educativo ha permanecido estancado, sin una discusión seria de las implicaciones de la superproducción capitalista y el desempleo masivo durante la contradicción más grande de la historia humana.
Resulta necesario un cambio radical que nos impulse a rediseñar el sistema y a crear asignaturas que faciliten a las personas desempeñarse en el cuarto sector económico.
Es fundamental reconocer que, hasta ahora, nuestro sistema educativo no ha producido las oportunidades económicas necesarias para la obtención de un salario digno, asunto que empeorará conforme la inteligencia artificial automatice los procesos básicos de los trabajos humanos.
También es urgente reconocer que los valores del consumismo moldean una visión a corto plazo, según la cual el placer es el único propósito útil.
Las drogas pasaron a ser parte de la economía, un artículo con demanda en una sociedad que no se inmuta ante la destrucción psicológica y corporal del adicto.
Es de prever que aparezcan nuevas conductas adictivas, aún más profundas, en el metaverso, donde la realidad virtual programa mundos adaptados a los caprichos de la mente humana. Quien desee navegar en un barco pirata podrá experimentarlo de inmediato, pues bastaría con conectarse a un emulador sensorial y sus sueños de niño se harán realidad. Será la evasión del sufrimiento la nueva droga, un mundo dibujado en el cerebro por el software del entretenimiento.
Si la tecnología pasa a ser una herramienta de mejora social, lo será solamente a través de un sistema educativo dirigido por la investigación científica, la producción artística y la especulación filosófica.
Si no sucede así, la tecnología sería el mayor tentáculo de una industria de producción infinita, la dictadura del pensamiento y la sustitución de la libertad por la eficiencia.
Conforme avanza la ideología denominada transhumanismo, la cual plantea la fusión del cerebro con la electrónica, se implanta un sistema en el cual no existe el individuo ni el poder de discutir, ya que en todo programa de computadora las líneas de código no se pueden autocorregir, y desaparece un proceso mental denominado pensamiento lógico.
Ninguna computadora piensa. Ellas siguen reglas que imitan el razonamiento, de forma que mil computadoras con un mismo input tendrán necesariamente un mismo output. Vendrá el determinismo, mezcla de computadora y cerebro humano, por tanto, un patrón tendente al descenso drástico de la voluntad, a cambio de una experiencia gratificante que sucede en el mundo virtual.
La perfección tecnológica no es capaz de contener las conductas primitivas del cerebro, cuya inclinación es actuar en forma violenta contra sí mismo o contra otras personas. Si así no fuera, jamás habrían sido aprobadas las leyes e instituido tribunales, cárceles y policías, que incluso con su poder coercitivo resultan incapaces de contener el deterioro social.
¿Cómo podrán programar a un ser humano para librarlo de la envidia, la codicia, el homicidio o la mentira, es decir, el denominado “hombre nuevo” que el socialismo jamás pudo crear?
Los líderes políticos deben reconocer que no hay forma de controlar una sociedad que no sabe reconocer entre el bien y el mal, que busca el dinero como propósito de vida.
Avanzan las ideologías que hacen creer que cambiar una o por una e implica la liberación de la mujer, mientras millones de mujeres deben luchar por sostener a sus familias trabajando doble o triple jornada, y los terraplanistas plantean fábulas desmentidas hace 500 años por los rústicos experimentos de Galileo, Kepler y Copérnico.
El sistema educativo debe proteger a la sociedad de la desinformación y del mal alojado en lo profundo del subconsciente primitivo para promover el desarrollo del pensamiento abstracto, que tiene en la matemática su más pura expresión.
El autor es asesor de matemáticas del MEP.
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