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¿Inflación?, la economía de pequeños encargos puede combatirla... si la dejan

Las empresas y trabajadores de la economía de pequeños encargos son una suerte de magos y alquimistas... pero con trucos reales. Aunque los físicos aseguran que no es posible crear materia, la economía de pequeños encargos —también llamada economía bajo demanda o de bolos— conjura nuevos suministros de cosas, flexibilizando la economía en su conjunto y combatiendo la inflación.

Es una pena que tantos gobiernos no lo reconozcan e intenten aplastar a sus trabajadores con un comportamiento similar al que aplicaron los papas medievales a magos y herejes.

Los trabajadores de la economía de pequeños encargos merecen que se les reconozca por crear un nuevo tipo de economía del lado de la oferta: durante más de un siglo los textos de economía han incluido la “función de producción”, que explica que el producto depende de insumos como la tierra, el trabajo, el capital y la tecnología; pero estos trabajadores manipularon al modelo en busca de formas de aumentar la oferta de insumos.

¡Un momento!, ¿cómo pueden crear más tierra?, ¿hablamos de recuperaciones, como lo que hizo Holanda en el siglo XIV cuando embalsó pantanos, —”Dios creó al mundo” dice el refrán, “pero los holandeses crearon a los países bajos”— o la China moderna cuando construye islas artificiales en el mar de la China Meridional? No, nos referimos al uso de recursos ociosos.

Una habitación vacía en la casa de alguien no incide sobre el PIB, pero cuando la ofrecen en alquiler a través de plataformas como Airbnb y Vrbo aumenta la oferta de bienes raíces. Del mismo modo, un automóvil puede estar estacionado en un garaje, fuera de la función de producción, pero si su dueño activa un interruptor etiquetado como Uber o Lyft aumenta la oferta de capital móvil.

Esos micromovimientos pueden disuadir a las empresas convencionales de subir los precios. Airbnb realmente logró aumentar la cantidad de habitaciones de hotel un 20 % en las principales ciudades, y Uber y Lyft intensificaron la presión competitiva sobre los taxis y limusinas. En una época en que las diabluras monetarias pueden alimentar la inflación, la flexibilidad de los trabajadores de la economía de pequeños encargos ofrece a la economía la posibilidad de amortiguar los impactos.

Airbnb, Uber y Lyft —junto con empresas de entrega de alimentos como DoorDash y Grubhub— son ejemplos familiares, pero estos trabajadores bajo demanda no se limitan a los garajes y dormitorios.

Por ejemplo, antes del advenimiento de las aplicaciones podíamos ver palas mecánicas y excavadoras ociosas en obras en construcción, esperando a que las utilizaran. Esa maquinaria pesada debía ser reservada por anticipado y entregada in situ, por ejemplo, una semana antes del uso programado. Sin embargo, ahora hay empresas como Dozr que alquilan equipamiento pesado en el momento, incluso para su uso fuera del horario laboral. Después de todo, las aplanadoras no se quejan al delegado sindical si las usan para pavimentar durante más de 14 horas seguidas.

En la agricultura, la aplicación FarmPost permite a los agricultores buscar jornaleros: un enfoque mucho más eficiente que dar vueltas por el estacionamiento de una tienda departamental con una camioneta en busca de mano de obra disponible... y la lista continúa...

En última instancia, la flexibilidad aumenta la oferta, incluida la mano de obra. Un tercio de los trabajadores estadounidenses participa de alguna manera en tareas independientes, y más del 90 % de los contratistas independientes afirman que no desean acuerdos de tipo tradicional.

Sin embargo, parece que en Estados Unidos al Departamento de Trabajo y muchas legislaturas estatales no les gusta ese tipo de magia. Los burócratas prefieren el estancamiento al movimiento: es más fácil controlar a un empleado a tiempo completo que a alguien que prefiere ser contratista independiente por la mañana, jubilado al mediodía y empleado a tiempo parcial cuando cae el sol. Las agencias regulatorias han aplicado mano dura a los trabajadores de la economía de los pequeños encargos y sus socios, especialmente en estados densamente poblados como California y Nueva York.

La economía californiana solía estar representada por espíritus libres jugando al hula-hula en la playa... pero en la actualidad, una metáfora más adecuada es la de una camisa de fuerza: en el 2019 su gobernador firmó el Proyecto de Ley 5 (AB5), que reclasificó a los miembros de la economía de pequeños encargos —entre ellos, a los artistas y escritores independientes— como empleados tradicionales... Vox Media inmediatamente despidió a 200.

Desde entonces se recortaron esas normas para exceptuar a algunos profesionales; sin embargo, un estudio reciente señala que el trabajo de los cuentapropistas cayó el 10,5 %, sin que ello haya implicado un aumento de las oportunidades de trabajo a tiempo completo. California ahora “se ufana” de tener la mayor tasa de desempleados entre los 50 estados de EE. UU. y Washington D. C. Si estuviéramos en una historia de Harry Potter, la AB5 sería magia negra al estilo de Voldemort.

California no es la única, el Concejo Municipal de la Ciudad de Nueva York parece decidido a sofocar la economía de los pequeños encargos, empeorando con ello tanto la vida de los residentes como la de sus visitantes. En medio del caos de la pandemia de la covid-19, aprobó nuevas y amplias normas para los servicios de entrega de alimentos, causando dificultades a los citadinos que deseaban comprar comida a domicilio en un momento en que temían entrar a los ascensores (ni que hablar de los supermercados).

Y el año pasado aprobó nuevas normas para los alquileres de corto plazo, que desde entonces llevaron a la desaparición de más del 80 % de las ofertas de Airbnb en la ciudad. Sumemos a eso la conversión de muchos hoteles en refugios para migrantes, el resultado es que la cantidad de habitaciones disponibles en la ciudad de Nueva York colapsó y cayó un 20 %. Ahora que los precios de los hoteles se dispararon a niveles comparables a los del Ritz, incluso los turistas adinerados experimentan dificultades para conseguir alojamiento.

Resulta extremadamente irónico que aquellos políticos y activistas que promocionan la importancia del equilibrio entre la vida personal y la laboral impongan rigideces tanto a las personas como a la economía. Muy por el contrario de aplastar a los trabajadores de la economía de pequeños encargos, los reguladores debieran flexibilizar la regulación de las compensaciones para alentar a las empresas a ofrecerles beneficios.

En última instancia, perseguirlos es como perseguir a los magos: poco sensato y pasado de moda. Es hora de que los reguladores abracen la magia de los pequeños encargos, de lo contrario se arriesgan a convertir al oro en plomo.

Todd G. Buchholz, exdirector de política económica de la Casa Blanca durante el gobierno de George H. W. Bush y director ejecutivo del fondo de cobertura Tiger Management, recibió el Premio Allyn Young a la Enseñanza, otorgado por el Departamento de Economía de Harvard. Escribió New Ideas from Dead Economists (Plume, 2021), The Price of Prosperity (Harper, 2016) y, en colaboración, el musical Glory Ride.

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