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Dólar: qué piensa el equipo económico más allá de los insultos que lanza Milei

El Gobierno ya asumió que la conferencia de prensa del viernes a la tarde fue un error.

Si un asesor como Fausto Spotorno dijo que fue una mala idea, si un inversor afín como Gabriel Martino aseguró que no valió la pena y si a partir de ella un economista como Orlando Ferreres aseguró que se comunicó un "plan Bonex" para los bancos, definitivamente no le queda otra opción al Ministerio de Economía que admitir que el resultado de los anuncios fue pésimo y sólo contribuyó a acentuar el sacudón financiero de las últimas jornadas, o la "ansiedad", como escribieron los analistas de la City que ya vieron "Intensamente 2".

El escenario se fue picando durante los últimos dos meses. La brecha cambiaria estaba en 20% a mediados de mayo y hoy ronda el 50%. El riesgo país pasó de 1100 puntos básicos a fines de abril y ahora llegó a 1500. Los bonos en dólares cayeron hasta 20% y las acciones de los bancos se retrajeron un 25%. No se trata de un cambio de humor de la última semana.

De todas maneras, tanto el ministro de Economía, Luis Caputo, como el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, están plantados en la defensa del esquema actual y en que no habrá devaluación.

Aseguran que de la mano de una dureza fiscal y monetaria nunca vista habrá un momento donde la inflación terminará de ceder y la apertura del cepo será prácticamente inocua porque no habrá pesos en la calle para correr al dólar.

Sin embargo, puertas adentro, el equipo económico está discutiendo lo que llaman el "trade-off" entre la salida del cepo y la velocidad de la vuelta del crecimiento económico. Una vez aprobada la ley Bases, con los incentivos a las grandes inversiones incluidos, entienden que "el mercado" dio por sentado un camino más corto hacia el levantamiento de las restricciones cambiarias que, al no confirmarse en la rueda de prensa del viernes, sumó ruidos a una mala onda que ya se venía gestando fines de mayo, cuando las variables empezaron a empeorar.

La cosa es así: a medida que la demore de un rebote en "V", tan agitado por el propio Presidente, aumentarán las presiones para un final abrupto del cepo cambiario, con los riesgos que eso conlleva.

"¿Vos pensás que se puede salir del cepo ahora?", retrucan altas fuentes oficiales cuando se plantea lo que pide el mismo mundo financiero del que provienen las principales espadas del Gobierno.

Al sostener la idea de que todavía no están dadas las condiciones, de todas maneras, el equipo económico se mete en una encerrona porque admite el "temor" a una disparada del tipo de cambio, algo que contrasta con la defensa de que el precio del dólar actual está bien y no hay atraso. O el tipo de cambio oficial está bien, o no habría un salto si se liberaran los flujos del mercado. Digamos, o sea.

Los dos riesgos

La tensión interna sobre cómo resolver el intríngulis incluye dos riesgos. Uno político asociado a un eventual freno de la llegada de inversiones por la imposibilidad de disponer de las divisas que podría hacer más difícil una recuperación de la actividad. Y otro económico ligado al vértigo obvio de una liberación total del mercado, que podría hacer que saltara el dólar y pegara en la inflación.

En el fondo, la discusión es entre los costos de la intervención y la libertad, un clásico que además, el eventual ingreso de Federico Sturzenegger a un ministerio por ahora sin nombre pero de desregulación o algo así no haría otra cosa que incentivar. Sería el mismísimo tema que lo enfrentó al actual ministro Caputo allá cuando compartieron otra corrida en 2018.

Por otro lado, la explicación pública del jefe del Central respecto de la baja acumulación de reservas tuvo que ver con la anticipación del invierno y el efecto que ello tuvo en una mayor importación de energía.

Sin embargo, puertas adentro también admiten que hubo un aprovechamiento del sector agropecuario de las tasas bajas para la cancelación de deudas. "Las llevaron a mínimos históricos", se lamentan respecto de su propia decisión de haber apurado la baja del costo de financiamiento, una especie de tiro en el pie en el momento donde debería haberse aprovechado la cosecha gruesa para sumar divisas.

La decisión de corto plazo ante los días negros en los mercados es primero aguantar y tratar de hacer la menor cantidad de olas posible. Pero también hay quienes sugieren luego ir por una suba de tasas para corregir "la de más" que hicieron en su momento, pero tampoco está definido.

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Además, la salida del secretario de Política Económica, Joaquín Cottani, que se dio cuando ya empezaban a venirse los nubarrones, todavía no tuvo su reemplazo. El desembarco del financista de Wall Street chileno-argentino José Luis Daza también viene en proceso, algo así como el desembarco de Sturzenegger. Son todos indicios como de que también alguna otra cosa puede estar cocinándose, algo que el Gobierno dice que quiere desmentir mientras ofrece señales en contrario.

En medio de esta dinámica, los que están a cargo de la botonera no se lo dirán nunca al jefe de Estado, pero entienden que les vendría bien un momento en que Javier Milei deje de maltratar públicamente a todo el mundo que hace algún comentario crítico porque en definitiva sólo suma gente que va a estar esperando que trastabille.

Los que trajinan el Palacio de Hacienda no entienden el negocio de orinar públicamente a colegas del mismo palo ideológico llamándolos "econochantas" entre otras tantas barbaridades, cuando es obvio que todos ellos en algún momento hablan con el sector privado que toma decisiones para invertir o desinvertir en bonos o en la economía real.

La molestia empieza a ser tal que incluso alguno de los bendecidos por el acceso a Olivos o la nominación en el gaseoso Consejo de Asesores ya prefieren espaciar sus apariciones en medios porque terminan quedando pegados a un plan que no es propio y a un estilo agresivo que solo gana enemigos.

Tampoco se entiende qué le suma salir a matar por "zurdo" a Rodrigo Valdes, el técnico del Fondo Monetario Internacional de cargo más alto para la región que está del otro lado del mostrador en un momento clave.

Y menos se entiende por qué no para de dinamitar puentes en la relación con Lula cuando estamos atados de Brasil como de ningún otro país vecino. No sólo porque se esté devaluando el real o porque la mayor parte de las exportaciones industriales dependen del principal socio del Mercosur. El tema es que llegado el caso podemos llegar a necesitar que "el comunista" o el "corrupto", como le ha dicho, nos tire un centro con abastecimiento de gas de emergencia para que el norte del país no se quede sin energía. Sólo eso.

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