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Cambios en la cúpula: más crisis para lo militar

Desde la llegada de Gustavo Petro el poder, cerca de medio centenar de generales y almirantes han salido de las fuerzas armadas colombianas. Es un hecho cierto que la cúpula militar del país ha sido sustituida por entero desde que comenzaron a soplar los nuevos vientos en la Casa de Nariño. En esta semana los […]

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Desde la llegada de Gustavo Petro el poder, cerca de medio centenar de generales y almirantes han salido de las fuerzas armadas colombianas. Es un hecho cierto que la cúpula militar del país ha sido sustituida por entero desde que comenzaron a soplar los nuevos vientos en la Casa de Nariño.

En esta semana los movimientos en la dirección de los uniformados vienen dentro del paquete de cambios en el tren ministerial del presidente: Interior, Agricultura, Justicia y Transporte. Esta vez fue a la Comandancia General de las Fuerzas militares a la que le tocó vivir un cambio en su jefatura. El general Helder Giraldo fue sustituido por iniciativa del mandatario. También hace pocas semanas Petro había reemplazado a la jefatura de la Comandancia del Ejército Nacional.

Las rotaciones ministeriales en el gobierno de Petro son frecuentes pero las que levantan muchas olas son las del área militar. Lo cierto es que si a Petro no le vienen saliendo bien sus aspiraciones de transformaciones en política claves del país por falta del respaldo necesario en el Congreso, en el área de seguridad tampoco le ha sonado la flauta. Porque que el  Proyecto de la Paz Total del presidente cordobés, la niña de sus ojos, su objetivo estrella, es el que debería haber acumulado el mayor respaldo de sus fuerzas militares.

Petro se ha embarcado en un intrincado y complejo proceso de negociación de pacificación del país con cada una de las fuerzas armadas irregulares que mantienen en vilo a la población y sus fuerzas armadas le han fallado en aquello de desactivar la violencia y, más que nada, mantener una presencia disuasiva en las áreas críticas de la geografía donde operan las guerrillas y sus disidencias, las bandas criminales, los paramilitares y los agentes del narcotráfico. El país atraviesa hoy el periodo más violento de su historia y el gobierno, en esta hora, no ha podido contar con sus uniformados para mantener a raya a los violentos.

Además de todo ello, las fuerzas armadas han estado protagonizando escándalos de gran envergadura que hacen ver que la institución adolece de fallas sustantivas. Se han producido situaciones de orden público penosas como las del Cauca, donde ha habido un número importante de soldados fallecidos. Han ocurrido pérdidas cuantiosas de material de guerra custodiado por las fuerzas regulares sin explicación razonable, el que pudiera haber ido a parar a las manos de fuerzas insurgentes o criminales.

Los empresarios acaban de hacer un llamado al gobierno para instarlo a controlar la criminalidad. El primer informe del Observatorio de Seguridad esta semana llamó la atención sobre el incremento de 110% de los secuestros y de 69% en las extorsiones a lo largo de los 3 últimos años. Sus cifras hacen ver que solo en lo que va de este 2024 se han registrado más de 30 masacres y más de 100 víctimas.

El asunto de los cambios en la cúpula militar, por otro lado, no está siendo visto sin inquietud en las esferas internacionales. El prestigioso medio suizo digital SWISSINFO lo ha reseñado de esta manera: “Si bien los militares gozan de apoyo popular, los escándalos han minado su reputación, entre ellos el de las alianzas con los sanguinarios paramilitares y el de la ejecución de 6.402 civiles que las tropas presentaron como guerrilleros caídos en combate para inflar sus resultados entre 2002 y 2008”.

Sucede, pues, que la institución militar en Colombia atraviesa un mal momento. No es lo eficiente que deberían ser. Un elemento clave es que no recibe la atención que se les debe de parte del gobierno como fuerza determinante para la paz social y la seguridad ciudadana. Otra cosa son sus propios mecanismos internos de rendición de cuentas y de probidad, sobre los cuales no debe un tercero pronunciarse. Pero sin duda que de su eficacia, rectitud y proactividad depende la estabilidad de un país que no podido zafarse en bastante más de medio siglo de una guerra intestina inhumana que vulnera todas las variables de las que Colombia depende para su cabal desarrollo.

Cuesta creer que hay una deliberada política de debilitamiento, pero los cambios y la falta de planificación no son lo que más contribuye a su estabilidad y fortaleza. En este terreno es difícil saber hacia dónde la dirige Gustavo Petro.

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