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Los vecinos afectados por las «hordas» de peregrinos en Santiago denuncian que es «insoportable»

Abc.es 

Cada año, con la temporada alta del turismo, también llegan a las redes vídeos denunciando comportamientos cuanto menos cuestionables en la capital gallega. Esta semana, en pleno debate acerca de cuestiones como la tasa turística o las viviendas de uso turístico (VUTs) en Santiago, los medios de comunicación se hicieron eco de varios vídeos publicados en la cuenta de Instagram del usuario Compostela Resiste. En uno, se aprecia una estampa nada ajena para quienes viven en ciertas zonas de la ciudad: una «horda» de peregrinos –como las definen algunos vecinos– anunciando su llegada al final de Camino a pleno pulmón, cantando al úniso, en una calle residencial. En el otro, la escena es similar: otro grupo de personas corre hacia la Catedral, gritando, y de fondo, se puede escuchar la voz de una mujer: «Esto tiene que parar». Un mensaje que las asociaciones vecinales de la zonas más afectadas llevan repitiendo desde hace años, denunciando estar cansadas de vivir «un despropósito» que tachan de «insoportable», más acusado aún después del auge que ha vivido el sector estos últimos años. Las denuncias en la capital compostelana, kilómetro cero del Camino de Santiago, se incrementan cada año. Se habla de masificación y comportamientos incívicos, y a la vez, el sector no para de batir récords . En la primera mitad del año, ya han recogido su Compostela 220.030 peregrinos, un 17% más que a estas alturas en 2023. Y los puntos más problemáticos son las entradas de las diferentes rutas jacobeas, especialmente del Camino Francés –que acumula la mitad del tráfico– y zonas específicas de la almendra, las más cercanas a la Catedral. El Concello reconoce el problema, y ya estudia cómo manejar los flujos de personas en las zonas más saturadas, mientras que la relación entre un sector de los vecinos y los visitantes se queda muy lejos de la convivencia. «Desde nuestra asociación estamos diciendo que esto es insoportable (...), es un despropósito», asegura en conversación con ABC Roberto Almuíña, presidente de la Asociación Vecinal Fonseca, cansado que en ciertas zonas de almendra compostelana haya «todos los días» gente gritando y cantando una vez empieza la temporada alta. Él, que vive en pleno casco histórico, define a estos grupos de gente que anuncian su llegada a la ciudad a pleno pulmón –y en más de una ocasión con megáfonos, instrumentos, banderas o atrezos similares–, como «hordas». Muchas de ellas «comandadas por monitores» que deberían «ser educadores» y, en cambio, pueden llegar a ser «los menos educados». Santiago es «una ciudad pequeña, recogida», continúa, que «acoge» y «quiere» que «vengan los peregrinos», pero respetando lo que es: Patrimonio de la Humanidad. «Esto no es un campo de fútbol», asevera. Y no se trata solo de la gente mayor o de los más pequeños, añade, porque «la vida ha cambiado». «A día de hoy hay mucha gente que trabaja desde casa», que necesita vivir en una «zona tranquila», y no escuchar gritos en sus calles «propios de un estadio». Actos que se suman a otros que también han sido denunciados en redes sociales, cada vez más recurrentes en los meses de verano, como acampadas en la Alameda o picnics en la Plaza del Obradoiro. La cuestión, resume Almuíña, es que «cuando es tan repetitivo, ya no es anecdótico. Molesta». Consecuencias que, a medida que crece el sector, afectan a más zonas de la ciudad. Así lo confirma en conversación con ABC José Manuel González, presidente de la Plataforma de Galeras. Este céntrico barrio, a cinco minutos de la Catedral, también es testigo de estos comportamientos. «Antes era muy residual», quizás más acusado en «los meses de verano», cuenta, pero «desde hace cuatro años, después de la pandemia, se incrementó una barbaridad». «Al llenarse la zona monumental, el turismo se esparció a la periferia, y en este caso a Galeras, que es limítrofe», explica. Allí, padecen lo mismo: grupos «de 50, 60 o 70 personas» que «suben cantando» de camino a la Catedral «ocupando la calle». Pero también ven saturado su único supermercado, que es «muy pequeño», y ocupadas las aceras y las entradas a los garajes por camiones de transporte de bicicletas o equipaje. «Dicen que son dos minutos, pero claro, son dos minutos uno, y el siguiente» y todos los que vienen después. En su opinión, quien dice que «no hay masificación» es porque «no está en nuestra zona, no lo ve». Un problema «de difícil solución», pero que hay que atajar de algún modo, insiste, porque «son los vecinos los que lo están soportando, y no debería ser así». Ambos presidentes de sus respectivas asociaciones coinciden en que parte de la solución debe pasar por la divulgación, más información y control en las entradas de las diferentes rutas jacobeas a la ciudad, más presencia policial «donde hay masificación» o hacer porque «de verdad se cumpla» el Decálogo de buenas prácticas –la campaña de concienciación ciudadana puesta en marcha por el Concello. Entre las posibles alternativas, también valoran positivamente la tasa turística propuesta esta semana por el Concello y elaborada mediante un convenio con la Universidade de Santiago de Compostela, con la que se plantea gravar las pernoctaciones en la ciudad con un pago de entre 1 y 2,5 euros en función del tipo de establecimiento. Posibles soluciones a unos vecinos que «no pretenden echar fuera al turismo», reitera González, conscientes de genera riqueza en la zona y aporta al Producto Interior Bruto, pero que sí piden que se aborden los «problemas que acarrea».

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