Calificar con precisión
Los ecos de la victoria del partido de Marine Le Pen en la primera vuelta de las elecciones legislativas en Francia siguen resonando en todo el mundo. El artículo publicado el 30 de junio tras conocerse los resultados, firmado por Juan Pedro Quiñonero, corresponsal de ABC en París, ha suscitado críticas entre los suscriptores de la edición digital por el uso de la etiqueta «extrema derecha tradicional» para referirse a la Agrupación Nacional, partido de Le Pen. «Hasta en los supuestos medios conservadores tenemos que aguantar la dictadura de ese lenguaje mendaz», dice un lector. «Pero que manía en calificar de extrema a Le Pen cuando lo único que pretende es reponer los valores tradicionales franceses y enfrentarse a la inmigración irregular», afirma otro. Y uno más añade: «Por favor, dejen de estigmatizar como extrema derecha al partido que representa a la mayoría social. El extremismo lo representa quien hace daño a su país, quien amenaza sus valores, sus tradiciones, su cultura, su identidad». Quiñonero, que lleva varias décadas cubriendo la información desde la capital francesa, explica que «en Francia, la calificación de extrema derecha, para los sucesivos partidos de la familia Le Pen, tiene medio siglo de historia. Hace seis meses, el Conseil d'Etat, autoridad jurídica suprema, dictó sentencia reafirmando que Agrupación Nacional, debe calificarse de ese modo». También señala la unanimidad de la prensa internacional que «ha utilizado ese mismo calificativo desde hace décadas, y ha vuelto a hacerlo para presentar los resultados de las recientes elecciones europeas y francesas». Es cierto que, en el mismo artículo que suscita la crítica de los lectores, Quiñonero utiliza «extrema izquierda» para referirse a los partidos que constituyen el Nuevo Frente Popular. Luis Miller, sociólogo e investigador del CSIC, reconoce la dificultad de denominar correctamente al partido de Le Pen, e introduce una propuesta conceptual en este debate mencionando a Cass Mudde, politólogo neerlandés, quien distingue entre el calificativo de extrema y radical, y explica que «de acuerdo con Mudde, un partido de extrema derecha es antidemocrático, revolucionario y habitualmente cuenta con una base reducida de seguidores. La derecha radical se caracteriza por ser reformista, operar dentro de las normas y ser populista. Los mismos parámetros podrían utilizarse para denominar a un partido como extrema izquierda o izquierda radical». También añade que todavía está por ver si «en el caso de Agrupación Nacional podría pasar como con el partido de Meloni en Italia, que finalmente se comporte como un partido de derecha radical, dentro del sistema, al llegar al poder». Mientras que Rafael Rubio, Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Complutense de Madrid, cree que es «imposible trasladar la aplicación de las etiquetas válidas en Francia a España» y anima a «quitar la carga ideológica de estos calificativos», para Miller, «hasta el momento no puede decirse con propiedad que en España haya partidos con representación parlamentaria de extrema derecha ni de extrema izquierda en el sentido expresado por Mudde». Y alerta del riesgo de la homogeneización ya que «si usamos la misma etiqueta para referirnos a todos, estamos perdiendo mucha información válida para conocer la realidad». Miller reconoce también «la preocupación que se palpa en algunos sectores mediáticos afines a la izquierda en España por construir un relato que no necesariamente atienda a estos matices». En un contexto altamente polarizado, es posible que el enfado de los lectores se incremente al trasladar la carga semántica de estos calificativos al marco español, lo que en ningún caso resta legitimidad al periodista para que, en este caso, utilice la denominación correcta en el lugar de origen de la noticia. Como reconoce el propio Quiñonero «ni siquiera los seguidores de Le Pen rechazan esta etiqueta». Esto hace especialmente importante que el periódico siga esforzándose por calificar a los partidos políticos, nacionales e internacionales, con términos que aporten información relevante y no añadan confusión . Mientras que puede entenderse que en un lenguaje coloquial se usen determinadas expresiones, un contexto de información rigurosa debe atender a los matices de manera precisa. Cualquier esfuerzo que asegure por parte de la Redacción un uso consistente de los calificativos para que el lector sepa a qué atenerse, ayudará también a generar un entorno social menos polarizado.