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Cuando Hitler cumplió el último deseo que pidió el hijo de Napoleón antes de morir

Abc.es 

Fue un verano de jolgorio para el Tercer Reich . A finales de junio de 1940, después de que sus soldados atravesaran cual faca afilada el país en un suspiro, Adolf Hitler visitó París. Lo hizo entre el 23 y el 28 de junio –los expertos no se ponen de acuerdo con el día– y alejado de cabalgatas multitudinarias. «Podría atravesar el Arco del Triunfo y desfilar al frente de las tropas, pero no es algo que deba hacerse a los franceses en este momento», afirmó. Su séquito llegó de madrugada acompañado de un equipo de grabación dispuesto a dejar constancia de aquel paseo. El recorrido no es hoy un secreto, y el historiador Juanjo Ortiz –autor también del blog 'El cajón de Grisom' – lo recuerda en el ensayo 'Episodios ocultos de la Segunda Guerra Mundial' (Pinolia). Empezaron por la Ópera de París y continuaron por los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, la Torre Eiffel y el Sagrado Corazón. El 'Führer' estaba exultante. Para él, aquel viaje fue el más feliz de su vida; o eso dijo. Pero la puntilla llegó cuando la comitiva pisó el palacio de los Inválidos, el lugar en el que descansaban los restos de su admirado Napoleón Bonaparte . Ese por el que suspiraba y al que pretendía emular. Narra Ortíz que Hitler se quitó la gorra y que, frente a la tumba, prometió al 'Pequeño Corso' conseguir lo que parecía un imposible: trasladar los restos de su hijo, Napoleón II –más conocido como 'El aguilucho' –, a París. Y no era sencillo, pues sus huesos descansaban en Viena, a dónde se había visto obligado a exiliarse tras la caída en desgracia de su padre. Así narró ABC en 1940 aquella cejación del 'Führer': «El último sueño de 'El aguilucho' era reposar en los Inválidos, junto al mármol que guarda los restos del Emperador. Pero la historia no lo quiso. Y fue preciso que Francia cayera abatida por Germania para que Adolf Hitler, austríaco de corazón, acordara llevar adelante la empresa». El dictador consiguió lo que no había podido lograr el gobierno galo a lo largo de un siglo, aunque lo hizo por las bravas. El féretro arribó a la estación de Austerlitz el 15 de diciembre de ese mismo año, poco después de que el embajador de la Alemania nazi en Francia, Otto Abetz , desvelara el traslado a la población: «Nunca como hoy fue tan actual la figura de Napoleón, no solamente desde el punto de vista nacional, sino desde el punto de vista europeo. Fue él quién vivificó los grandes movimientos populares que, más de un siglo después, han encontrado su equivalencia en el fascismo italiano». ABC narró así el último viaje de 'El aguilucho': «La ofrenda se consumó en una noche embrujada […]. Desde la Estación del Este hasta la capilla de los Inválidos fue una teoría de antorchas y carruajes a través de una urbe desierta. La noche, que había despuntado sosegada y lunar, se ennegreció paulatinamente». Para colmo, las nubes descargaron una intensa lluvia sobre la comitiva. «Tras un responso en la capilla y la bendición póstuma del cadáver del que fuera Rey de Roma por herencia, su féretro fue depositado en el cenotafio insigne, bajo el triunfo de un vasto lienzo tricolor», añadía el diario. –¿Cómo acabó Napoleón II enterrado tan lejos de su tierra natal? El féretro de Napoleón II se encuentra en Los Inválidos por mediación de Hitler. Durante su visita a París, el dictador le hizo una promesa al otro gran conquistador de Europa: inhumaría los restos de su hijo en París. El féretro con los restos de 'El aguilucho' llegó a la estación de Austerlitz el 15 de diciembre de 1940. Desde allí, el ataúd fue colocado sobre un armón de artillería y comenzó el traslado a la Capilla rodeando de antorchas. Al final, fue enterrado junto a su padre, aunque su corazón aún reposa en la iglesia de los Agustinos de Viena. A la ceremonia, celebrada con honores de Jefe de Estado, no acudió Hitler, aunque sí un representante del gobierno de Vichy. –¿Hitler sentía admiración por Napoleón? Como todos los que aspiran a ser grandes conquistadores, Hitler quería ser recordado como Alejandro Magno , César o Carlomagno. Pretendía ser el 'Führer' de un Imperio que duraría mil años. Para Hitler, Napoleón era el último gran conquistador a pesar de que en sus conquistas hubiera vencido a los prusianos en Jena-Auerstedt, una suerte de insulto al orgullo alemán. Por otro lado, no apreciaba algunos cambios que realizó en Europa, como la emancipación de los judíos, pero sí su excelente capacidad como estratega. Aunque siempre consideró que la campaña de Rusia de 1812 había sido su gran error. En realidad aquella admiración era superficial. Al fin y al cabo, Napoleón era un icono francés, y el gesto fue tan solo un acto de propaganda para ganarse las simpatías de los franceses, pero pasó casi inadvertido hasta para los parisinos. –¿Qué episodio oculto de los que recoges en el libro te ha llamado más la atención? La verdad es que hay muchas historias interesantes y muy poco conocidas, pero destacaría la del argentino Vito Dumas. Este decidió dar la vuelta al mundo en un pequeño velero… ¡totalmente solo y por uno de los caminos más peligrosos! Lo hizo por una ruta a la que llaman 'cuarenta bramadores' y en la que hay violentos vientos y frecuentes tormentas. Al final lo consiguió tras recorrer más de 20.000 millas marinas. Otra sería la historia de Ian Fleming, que tuvo una auténtica vida de espía como su personaje James Bond, el agente 007. Fleming participó en operaciones encubiertas de la Segunda Guerra Mundial tan importantes como el desembarco de Dieppe para conseguir una máquina Enigma o la operación Carne Picada, al sur de España. Pero el libro está repleto de buenas y curiosas historias que sorprenderán seguro a más de un lector. –¿Qué es 'El Cajón de Grisom'? 'El Cajón de Grisom' es el blog con el que llevo más de una década contando la historia de la Segunda Guerra Mundial de un modo algo diferente. Hay sitios en los que se narran de forma pormenorizada batallas y operaciones militares. Yo creo que la historia no solo la escriben los generales o esas imponentes contiendas. Los militares de alto rango ven la guerra de un modo muy distinto a como la viven los soldados o los civiles. La clave es que estos últimos también la escriben, aunque de otra forma. Por otro lado, siempre aparecen curiosidades que suelen pasar desapercibidas y merecen ser contadas. –¿Cómo crees que ha llegado a ser un blog de referencia en Segunda Guerra Mundial? Destacar en la divulgación histórica se consigue con contenido original, con constancia y haciendo que los artículos sean fáciles de leer. Cuanto más largo es un texto en Internet, más fácil es abandonar la lectura. Para mí, si le das más de dos veces a la rueda del ratón para continuar leyendo, el texto es demasiado largo. Y no digamos si no cuenta con imágenes que lo ilustren. Por descontado, es fundamental la rigurosidad, aunque muchas veces me equivoque, y disfrutar con lo que se hace. Todo eso se transmite a tus lectores.

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