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Las elecciones británicas no fueron un éxito para los laboristas

Como reflexión dominical de lo que hemos vivido el pasado jueves en las elecciones del Reino Unido creo que es muy importante entender que el éxito en el número de escaños que lograron los laboristas se deriva del sistema electoral y no de un incremento en el porcentaje de votantes. La mayoría parlamentaria más importante […]

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Keir Starmer es el nuevo primer ministro del Reino Unido

Como reflexión dominical de lo que hemos vivido el pasado jueves en las elecciones del Reino Unido creo que es muy importante entender que el éxito en el número de escaños que lograron los laboristas se deriva del sistema electoral y no de un incremento en el porcentaje de votantes. La mayoría parlamentaria más importante en casi 200 años se logró con el menor porcentaje de votos de un ganador en la historia de la democracia parlamentaria británica: 33,8%. En 2017 los laboristas encabezados por Jeremy Corbyn perdieron las elecciones con 40% de los votos. Y el porcentaje de este jueves pasado es con una participación relativamente baja para lo que es habitual allí: 59,9% frente a 67,3 en 2019 o 68,8% de votantes en 2017.

Lo que se vivió el pasado jueves no fue un éxito de los laboristas, fue un suicidio de la derecha británica. Un suicidio provocado porque había un elefante en la habitación, aunque nadie lo mencionara: el Brexit. Los británicos son un pueblo admirable por el que sigo teniendo devoción. Tienen una virtud –según la mayoría de los observadores– que a veces puede ser un defecto: No mirar atrás a los errores cometidos. Siempre miran adelante. La ruptura del Partido Conservador tiene su origen en su relación con la Unión Europea. La génesis de la escisión de los conservadores es precisamente su pertenencia a la Unión. Nigel Farage lleva dando esa batalla desde que creó con otros el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP) en 1993 y le puso como anagrama el símbolo de la libra esterlina.

Farage fundó en 2019 el Brexit Party acusando al partido de Theresa May de no hacer lo suficiente en esa materia. Fue justo el año en que ella fue desalojada y sustituida por Boris Johnson, que era casi tan duro con el Brexit como Farage. El Brexit Party ganó las elecciones europeas de 2019. Después Farage dijo –por enésima vez– que dejaba la política y el Brexit Party se convirtió en Reform UK. Farage sólo anunció su vuelta a la formación cuando se convocaron las elecciones en mayo y a falta de poder seguir pidiendo el Brexit y prefiriendo no debatir sobre las verdaderas consecuencias del mismo para los británicos, ha preferido introducir otros elementos en el debate.

Reform UK se ha beneficiado enormemente de que dos de las promesas más atractivas realizadas por los conservadores tras el Brexit, desregulación y fiscalidad atractiva para la inversión global, no han sido puestas en marcha por un Gobierno conservador que ha obtenido otros resultados económicos muy buenos. Pero la lista del desencanto del votante conservador es bastante larga: Mala sanidad y malas infraestructuras. El tren que va ahora de Londres a Bath es el mismo que me llevaba a mí al colegio en 1980. Entonces sí, era modernísimo. Hay muchas denuncias sobre la calidad del sistema educativo, la seguridad ciudadana no es tranquilizadora, el primer acceso a la vivienda es un serio problema…. Y junto a todo eso, la sensación de que el Partido Conservador ha asumido un discurso de izquierdas en materia de género, familia o fiscalidad. En esto último hay un matiz importante en el sistema británico. Los miembros del Parlamento sólo son responsables ante su circunscripción. Por supuesto que si votan contra su partido en algún punto, pueden ser sancionados. Pero si tienen el respaldo de sus electores, el partido no podrá impedir que sean diputados.

Si a todo lo dicho añadimos que Boris Johnson gestionó la covid más o menos con la misma efectividad que Pedro Sánchez y que el partido haya tenido cinco primeros ministros desde 2010, pero, aún más grave, tres desde las últimas elecciones, el terreno era fértil para plantear una alternativa.

Llegados a este punto recordemos que, aunque el Partido Conservador nunca antes vio su grupo parlamentario reducido a 121 escaños, hace 5 años, cuando logró 365 y una mayoría de 80 escaños, el comentario unánime era que teníamos mayoría conservadora para una generación, 20 años. Ya ven dónde estamos. 5 años pueden ser mucho más tiempo de lo que parece.

Originalmente publicado en el diario El Debate de España

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