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Puccini y Debussy: duelo de contrarios en Aix-en-Provence

Abc.es 

El Festival de Aix-en-Provence declara que nos enfrentamos a una tormenta de violencia, locura y destrucción , pero que esta se equilibra con la fidelidad, la fuerza de voluntad, la lucha por la justicia y la libertad. Y sobre este principio decididamente optimista coloca en la programación de este año a dos mujeres sometidas al padecimiento y a la muerte, posiblemente con la buena intención de encontrar en ellas un poso de virtud que aplaque lo sufrido. 'Madama Butterfly' es una referencia indiscutible en el largo catálogo operístico de Giacomo Puccini, de quien se cumplen los cien años de su fallecimiento. Su presencia en el festival implica a la veterana directora de escena Andrea Breth, al director musical Daniele Rustioni, a quien se le acaba de imponer las insignias de Chevalier de l'Ordre des Arts et del Lettres tras su ya larga relación con el festival, y a la soprano Ermonela Jaho reconocida por la cuidada calidad con la que se aproxima al personaje de Cio-Cio San. Por su parte, 'Pelléas et Mélisande' recupera la producción de Katie Mitchell estrenada aquí en 2016, ahora con dirección musical de Susanna Mälkki y protagonismo de la suiza Chiara Skerath quien ha sustituido a la estadounidense Julia Bullock. 'Pelleas' y ' Butterfly ' coinciden en el tiempo con apenas dos años de diferencia desde la composición de la primera en 1902. Por entonces estaba muy de moda hablar del 'sentimiento del alma' tratando de evocar un principio poético de límites difusos y cuya solución artística fue muy diversa. Lo explican estas obras y las inmediatas propuestas escénicas presentadas en Aix. De ahí surge el mundo imaginario de ' Pelleas ', tan distinto a la evidencia con la que se presenta la 'tragedia japonesa'. La extraordinaria contundencia del trabajo de Katie Mitchell, cargado de enorme complejidad intelectual y escenográfica, pliega los sucesos en una superposición narrativa en la que coinciden los personajes y sus evocaciones. La apabullante generación de espacios que observa el espectador en un entramado de celdas que aparecen y desaparecen a ojos vista, queda lejos del amansado espacio único, la habitación de tatami con estructura liviana y paredes de papel, con el que Breth justifica la referencia espacial de la ópera de Puccini. Prima aquí el carácter delicado, más cercano a las exquisitas maneras de la niña Butterfly que a la profundidad de su tragedia. El trabajo de Breth implica una finura de estilo a partir de un deseo esencialmente decorativo, que se materializa en la iluminación y en varios objetos accesorios como las velas o las grullas articuladas que atraviesan la escena. Es curioso que la acción tienda a la lentitud reforzada por el parsimonioso caminar de un pasillo corredero que circunda la escena de manera perimetral. En esto coinciden ambas propuestas, que en el caso de 'Pelléas' lleva a los intérpretes a caminar en momentos concretos al ritmo de una música que define el alma humana como criatura del silencio, según se explica en la obra. El sueño de una Mélisande perturbada por un embarazo no deseado, que no otra cosa se quiere contar, significa entroncarlo con lo inexplicable y llevar el relato a un estado de excitación propio de la pesadilla. Hay, por tanto, una excitación constante en esta realización muy lejos de la virtud más sobresaliente de 'Butterfly' que es la construcción de un espacio capaz de complacer mediante la anestesia del sentido crítico. Este Japón idealizado, pulcro, cuidado y en algo tedioso es un ejemplo manifiesto de una escena construida a mayor gloria de los intérpretes. En este sentido y lamentablemente, Breth se ha enfrentado al peor escenario posible, pues 'Butterffly' voló muy rasante el día de su estreno, con Rustioni llevando con dificultad a la desgajada orquesta de la Ópera de Lyon y a un grupo de cantantes a los que podría representar el tenor americano Adam Smith, en su estreno del papel de Pinkerton y en este día con la voz deslavazada. ' Madama Butterfly ' no es un título que pertenezca al repertorio natural del Festival de Aix-en-Provence por mucho que desde hace algunos años se incursione, edición tras edición, en algún titulo de la gran liga operística. 'Tosca' se escuchó en 2019 como primer Puccini y ahora suena 'Madama Butterfly', avalada por la soprano de origen albanés Ermonela Jaho. A ella se debe lo mejor de la representación por el simple hecho de que su verdad es tangible y al final profundamente contenida. La voz es pequeña y alcanza lo delicado; canta con gusto y se supera en el agudo y en intencionadas inflexiones. Es una Butterfly que encierra mucho de ingenua y que camina hacía su propia muerte con convencimiento. Un relevante número de seguidores aplaudieron efusivamente su actuación mientras ella volvía poco a poco a la vida sometida aún al shock de una vivencia tan desgarradora. Porque 'Madama Butterfly' y su sangre derramada es a ' Pelléas et Mélisande ' lo que el cielo a la noche en donde se funde la grandilocuencia en un ambiente de misterio y anhelo. Si el fenómeno y no los hechos importan en esta ópera, entonces merecerá recordar por mucho tiempo el trabajo de unos intérpretes decididamente sobresalientes. Empezando por Susanna Mälkki, capaz, por acción de esos milagros difíciles de comprender, de convertir a la misma orquesta de la Ópera de Lyon en una bruma sonora capaz de expandirse y circular con una claridad insospechada. Su propuesta musical alcanza lo milagroso y raya lo inaudito, en el límite del desfallecimiento en muchos momentos y siempre arropando la acción, cuidando las voces y esa estructura 'sin forma' que tanto molestó a muchos de los contemporáneos de Debussy. Laurent Naouri construye un Golaud potente, de voz redonda, poderosamente emitida y de dicción impecable. El barítono británico Huw Montaghue un Pelléas bonito, vibrante, expresivo, entregado a una línea vocal trazada de cuidada musicalidad. Chiara Skerath convence por su sutil juventud y por un fácil uso de la media voz que la coloca en una posición de elevado lirismo. Definitivamente, hay poco en común entre Butterfly y Mélisande, al menos tal y como se ha visto en Aix-en-Provence , más allá del vulnerable encuentro de dos cantantes capaces de superar el artificio y trascender a esferas más abstractas, bien sea de la mano de la ornamental Andrea Breth o de la sicológica Katie Mitchell, de la tosca ejecución de Daniele Rustioni o de la sublimada propuesta de la genial Susanna Mälkki.

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