Rosabetty Muñoz: “La poesía es lo que hace que tengamos un país especial donde todos somos ciudadanos”
Rosabetty Muñoz, profesora y poeta oriunda de la Isla Grande de Chiloé, no logra contener la emoción. Ser galardonada con el más reciente Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda es un reconocimiento que recibe con mucho afecto, aunque el motivo de su felicidad, en realidad, está por fuera de la institucionalidad.
“Una de las cosas que a mí me conmueve profundamente es lo que sucede con un premio de esta envergadura. Porque ha salido en tantas partes, en la prensa, que donde voy, a comprar a la frutería o a la panadería, me dan unos abrazos enormes“, confesó la escritora. “Eso sí que lo encuentro impresionante”.
Su elección como una de las plumas fundamentales de la región no es coincidencia. Desde los 80 que viene cultivando una extensa lista de poemarios y un destacado trabajo como docente en la isla que, en sus palabras, constituyen grandes espacios de resistencia, que además tienen que ver con la reivindicación del arte descentralizado.
“Para mí, la escritura tiene sentido si participa del resto de los oficios en estos lugares y de la vida comunitaria, que se ligue con el destino de su comunidad. Me importa mucho lo que sucede en todos los planos. Lo que está ocurriendo con la economía insular, lo que significa para el país, lo que pasa políticamente, los cambios sociales. Todo es parte de nuestro devenir, no hay ningún tema que esté vedado. No es que haya temas propiamente poéticos, líricos y encerrados en un escritorio, sino que mientras más ligado esté uno a los demás, la palabra tiene más poder y es más auténtica“, explicó la autora.
Un sentimiento de arraigo que define como una “escritura situada“. “Yo pertenezco a un colectivo que se llama ‘Pueblos abandonados‘, y en eternas conversaciones, largas conversaciones, cada vez vamos ahondando más en esto, en qué significa permanecer en nuestros lugares pequeños y desde allí explorar una manera de vivir, una manera de mirar el universo, mirar el mundo”.
“Incluso pertenecer a un colectivo ya es hacer resistencia en un mundo tan individualista que busca los logros personales, que desespera por participar de la fiesta del consumo, y para eso casi todo está permitido. Siento que estar en un colectivo y hablar del nosotros es un gran acto de resistencia. Y también permanecer en estos lugares, donde a algunos de nosotros nos ha ido muy bien. Los premios sirven para poner un foco, una luz, una lámpara sobre una obra, y entonces hay otros que se pueden arrimar a esa lectura“, aseguró la poeta.
“Me gusta mucho hablar de los otros escritores poderosos que hay en provincias y que sería bueno también releerlos, acudir a ellos para buscar sentido en este tiempo”, sumó.
La poesía como resistencia
Sin embargo, Muñoz igualmente reconoce que, en sí misma, la poesía también constituye otro espacio desde el cual resistir al ritmo de la vida contemporánea. “Tiene mucho que ver con hacer poesía como un gesto tan profundo, pero al mismo tiempo gratuito en los términos en que se entiende hoy, que todo tiene un valor económico. Y el gesto de escribir poesía no tiene ninguno”.
Cambios en las dinámicas cotidianas que igualmente han perjudicado los hábitos lectores de las infancias y juventudes, y que Rosabetty conoce de primera fuente gracias a su rol como docente.
“Cuando se habla, por ejemplo, de por qué hay tanta falta de lectura en los colegios, en los jóvenes o en los niños, yo diría que es bastante sencillo pensar en que mientras va en una dirección el mundo, en esta velocidad vertiginosa en que la concentración no dura más que un segundo, donde cambian y tienen esta obsesión por ‘escrolear’ en las pantallas pequeñas, este otro gesto que es la concentración en un espacio mental, anímico, emocional que nos sitúa en suspenso respecto de ese suceder de imágenes y de acontecimientos que se borran tan pronto como aparecen, va absolutamente en contra”, explicó la artista.
Realidad que se contrasta, por ejemplo, con la utilidad que puede tener una expresión como la poesía en una etapa tan crucial como la adolescencia. “No solo nos invita a ver el mundo que nos circunda. Lo que me parece más extraordinario, por lo menos en la adolescencia, es esa invitación a verse a sí mismos. He visto niños completamente emocionados, llorando con lágrimas, al ver cosas de sí mismos que no sabían que tenían. Descubrir su mundo interior es una sorpresa para muchos”.
“Y eso está sepultado bajo las capas de las modas, de las urgencias, de la necesidad de participar de lo grupal pero en otro sentido. No siendo parte de colectivos o comunidades, sino que de la masa. La masa que va hacia un lugar, o de una manera de hacer las cosas, para no quedar solos. Le temen a la soledad, al silencio, todos elementos que son necesarios para comprenderse a sí mismos y por supuesto para la poesía”, sentenció Muñoz.
Y agregó que “no es que la poesía sea compleja. Nosotros también somos muy complejos, lo que significa que estamos llenos de diversidades. Dentro tenemos muchas versiones de cada una de nosotras. Y todo ese prisma que se puede ir iluminando por sectores es maravilloso verlo. Es maravilloso cuando uno les muestra lo que hacen los poetas con la palabra, la variedad de poesía que hay en Chile y cómo siempre hay al menos una voz que les puede resonar, dar sentido a su propia interioridad. Yo volvería a poner la poesía en todas las mesas como decía Jorge Teillier. Debería estar en todas las mesas la poesía”.
– De hecho, podemos decir que la afirmación de que los jóvenes no están interesados en la literatura es otro mito neoliberal. ¿Cómo lo ves tú, desde tu trabajo como profesora?
Como todo, tiene mucho de paradójico. Cuando le pregunto a los chicos cuántas horas leen, resulta que leen todo el día, porque leen los mensajes, los WhatsApp, etc. Para ellos, la lectura es todo lo que realmente está en palabras, el lenguaje escrito no solo en papel, sino que en pantallas. Y ese mismo ejercicio podrían perfectamente derivarlo, llenarlo de otros contenidos. Los niños y jóvenes siempre están hambrientos. Los que hemos dado la nota alta somos nosotros, los más adultos, los padres que no leen y que se pegaron a la televisión u otros medios tecnológicos y no dieron el ejemplo de lectura en las casas. O que deslegitimaron en la mesa pública la literatura como un bien necesario y poderoso.
En realidad, los chicos están siempre abiertos a cualquier experiencia que los vaya a remecer realmente. Y la literatura está llena de esa posibilidad de experiencia. Lo que he visto es que si uno les entrega la posibilidad de acceder a libros y a textos, sobre todo poesía, solos se van abriendo. Como cuando uno tira una piedra en el agua y empiezan a surgir estos círculos cada vez más amplios. Así se va ampliando también su necesidad de ir llenando, de pasar de un libro a otro.
– ¿Cuál es la mejor forma de comenzar con esa estimulación?
El hecho fundamental de ir a la literatura o demostrarla como una pasión personal es la mejor forma. Nadie puede contagiar una peste si no la tiene primero. Los profesores del lenguaje, los padres, todos deberíamos estar ya enfermos de la lectura para poder contagiar a los niños y jóvenes. Todo lector apasionado tiene, en su entorno inmediato, lectores apasionados, aunque sean pocos. En esto, uno tiene que apostar a lo bíblico. Que se salve uno, como en Sodoma y Gomorra. A mí me interesan estos grupos pequeños, no necesariamente hablar de masas o de masificación. No sé si sirven grandes llamados en estadios o cosas. Nunca la poesía ha tenido eso público. Siempre es una apuesta de persona a persona.
Y si nos centramos en esos pequeños espacios, y que somos muchos los que lo hacemos, surge una corriente alternativa que va capturando cada vez más seguidores. Por otro lado, y eso sí me sorprende, contra todo lo que pasa en nuestro medio, de ignorar fundamentalmente la poesía en todos los espacios de legitimación de los lenguajes, hay una cantidad de poetas jóvenes impresionante. Pienso ‘¿cómo es que crecen aquí, en Chile? ¿Cómo crece la poesía sin luz, sin agua, como en un espacio sombreado, así, donde nadie aparentemente daría o apostaría que va a ocurrir el fenómeno poético?’. Y sigue ocurriendo. Eso me parece destacable y para ponerle atención.
– Por todo lo anterior, ¿Cómo definirías la urgencia de la poesía en tiempos inciertos?
Yo me aferro siempre a la idea de que los poetas y la poesía han logrado guardar esa reserva de sentido, esa agua de la que vamos a ir desesperadamente a tomar cuando nada tiene sentido alrededor. Y creo que se ha logrado. Hay poemas, libros completos que uno tiene al lado y que renuevan la esperanza de que esto tenga un sentido, de que vivir tiene sentido, que finalmente toda la belleza puede estar concentrada en unos cuantos segundos si sabemos mirarlo. Que de pronto se enfrentan con lo absurdo que es la avidez, de querer tener mucho. Lo absurdo de todo eso que es acumulado y que finalmente se puede evaporar en nada, en un par de segundos.
En toda esa búsqueda del sentido de la existencia, de responder a las grandes preguntas de la humanidad, la poesía siempre ha tenido la posibilidad de entregar algunas luces por medio del lenguaje, con la palabra como herramienta, dar algunas ventanas hacia una manera distinta de mirar. No sé si llamarlo consuelo porque no se trata de que la poesía tenga recetas, sino que las imágenes suelen llevarnos allí, a ese espacio donde parece que todos tenemos un lugar. Es impresionante la cantidad de gente que lee poemas y dice ‘ay, esto es lo mismo que yo siento, pero no lo sabía decir’. Es un espacio donde podríamos todos tener esto en común, lo que es realmente el ser humano, y la poesía alude y trabaja con ese material. Eso es lo que hace que tengamos un país especial donde todos somos ciudadanos.