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Los alcances y los límites del Pacto de Mayo

Los alcances y los límites del Pacto de Mayo

Después de casi dos meses de tensa espera, Javier Milei tuvo su acto para celebrar los acuerdos básicos que plantea el gobierno. El Pacto de Mayo se realizó finalmente en julio. ¿Qué nos dice el evento de esta semana en materia de gobernabilidad y de recursos de poder?

La convocatoria de Milei exhibe fortalezas y debilidades políticas, según cómo se mire. Por un lado, 18 gobernadores se hicieron presentes. Es sin lugar a dudas una muestra de poder significativa: en un sistema federal, el 70% de los mandatarios sub-nacionales estuvieron allí. La asistencia es considerablemente alta, además, si se considera que ningún gobernador pertenece a La Libertad Avanza. En especial, el Presidente pudo mostrar el alineamiento de los mandatarios de Juntos por el Cambio, de un sub-grupo de gobernadores peronistas del Norte argentino, y de un conjunto de jefes provinciales de fuerzas locales entre las que sin duda se destaca, por su tamaño y gravitación a nivel nacional, el gobernador de Córdoba, Martin Llaryora.

Javier Milei junto a gobernadores

En este sentido, luego de un inicio con rasgos conflictivos, combinando incentivos materiales (promesas de retomar programas de obras publicas) con persuasión política (de un gobierno cuyo presidente es muy competitivo electoralmente en muchas de las provincias cuyos gobernadores firmaron el pacto) el gobierno hace una demostración de una nueva capacidad que hasta ahora parecía ausente: la de generar acuerdos con quienes hasta hace poco enfrentaba publicamente. Al fin de cuentas, el pragmatismo siempre es una atribución en política.

Al mismo tiempo, otras señales del acto de Mayo desnudan cierta debilidad política de La Casa Rosada. Por un lado, la asistencia de senadores y diputados fue escasa. La participación de los legisladores de la UCR y del PRO fue heterogénea, destacándose la ausencia del senador y Presidente del radicalismo Martin Lousteau. En la misma sintonía, el bloque Hacemos Coalición Federal, referenciado en Miguel Ángel Pichetto, avisó que no sería de la partida. Los integrantes de la Corte Suprema también brillaron por su ausencia. Para el mapa de poder institucional argentino, se trata de un mal indicio en términos de gobernabilidad. Finalmente, los principales referentes de la oposición tampoco fueron de la partida. El kirchnerismo se ausentó en masa. Recordemos que solo la provincia de Buenos Aires representa el 40% de la población argentina.

Fuera de este juego de presencias y ausencias en el que el gobierno hizo un intento por demostrar su poderío político y su capacidad de articulación con otros sectores, el acto realizado en Tucuman parece ser, además, una instancia para relanzar la gestión. Después de la aprobación de la Ley Bases y con la dinámica inflacionaria más controlada, el Gobierno necesita encontrar una nueva narrativa para el futuro inmediato. Tras 8 meses de gestión, Milei, que pidió el voto amparándose en su carácter de outsider, está ante el desafío de seguir siendo una novedad política.

En este sentido, un objetivo estratégico de su gobierno es mostrar permanentemente que está confrontando con las viejas prácticas políticas Este es, en última instancia, el motor del Pacto de Mayo: la pretensión de señalarle a su electorado que La Libertad Avanza está refundando el sistema de poder argentino.

Finalmente, cabe interrogarse acerca de la perdurabilidad de este Pacto de Mayo y si en rigor se trata de un pacto. Un acuerdo para sentar las bases de gobierno para las próximas décadas del país debería ser el resultado de una discusión amplia, en la que participan distintos actores políticos y sociales y consensúan una visión de país. El documento presentado por el Gobierno, sin embargo, es un texto cerrado con 10 puntos muy generales y, en algunos casos, imprecisos.

A su vez, el Pacto de Milei dice poco sobre cómo se van a alcanzar esos objetivos generales. Por ejemplo, se propone reducir el gasto público al 25% del Producto Bruto Nacional. No hay ninguna definición sobre cuáles serán las áreas y sectores afectados por la quita de recursos. Otro ejemplo: hay un compromiso para lograr una mayor apertura comercial. ¿Se convocará a los actores alcanzados por la apertura comercial para participar del proceso? ¿Será una apertura indiscriminada o se elegirán sectores estratégicos? Sobre estos interrogantes, el texto no ofrece ninguna hoja de ruta.

Más que un pacto -un acuerdo amplio, discutido y consensuado, en el que grupos heterogéneos ceden intereses para alcanzar objetivos comunes, al estilo del célebre Pacto de la Moncloa- pareciera tratarse más de un punto de partida o una convocatoria. Algo así como firmar la escritura de una propiedad y luego recién comenzar a negociar el precio. Nadie podría garantizar que eso vaya a ser posible. El presidente mencionó en su discurso a los actores ausentes, fundamentalmente gran parte de la oposición y el sindicalismo, y se mostró dispuesto a sumarlos aunque sin dar pistas hasta dónde estaría dispuesto a negociar.

De aquí en más podríamos imaginar cursos divergentes. Una opción es que la promesa refundacional del propio Milei se convierta en cierta y el resto de los actores se rinda ante la fortaleza de un presidente que modifica en forma definitiva el rumbo de la historia del país. Otra posibilidad es que este decálogo presentado ayer solo sea la carta de navegación de su presidencia, en la que pudiendo o no ser exitoso, sus sucesores repitan al final, el movimiento pendular de nuestra historia, esperando la chance de llegar al poder para cambiar en un giro de 180 grados lo hecho durante esta etapa. 

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