Enganchados a Vinted: ¿repara la compra de segunda mano el problema del consumo acelerado?
Una notificación ilumina la pantalla de un smartphone. Tal vez proviene de una aplicación de compras online, o se trata de una newsletter de alguna marca de moda que informa de que las novedades de la semana ya están disponibles para la venta. Esas prendas de tendencia, estratégicamente fotografiadas para parecer todavía más deseables en el cuartel general de una gran firma de lo que se conoce como moda rápida, puede que lleguen, también con mucha rapidez, a otra plataforma digital de compraventa de prendas. Pero, esta vez, a una de segunda mano.
La moda de segunda mano es una opción que ha mejorado su posición en los últimos años dentro del armario de los españoles —durante mucho tiempo más reacios que otros europeos a comprar prendas ya usadas—, especialmente entre los más jóvenes. Entre los puntos de compraventa más habituales, destaca el crecimiento de las plataformas digitales, algunas de ellas con su propia app, que ponen en contacto directamente a vendedores con compradores.
Aunque algunas plataformas de compraventa de objetos usados muy conocidas, como Wallapop, acogen también una categoría de moda —y en los últimos años han dedicado esfuerzos comunicativos en darla a conocer—, el ejemplo más paradigmático es el de Vinted. La empresa, con sede en Lituania, registraba en 2022 seis millones de usuarios registrados en España. Sus cifras globales de 2023 subrayaban un recorrido de éxito reciente, con un aumento de sus ingresos del 61%. Un crecimiento que constata la penetración de un hábito de consumo, el de las prendas de segunda mano, que no gozaba de solidez en España, y que sin duda puede sostener una cierta lectura positiva en términos de sostenibilidad.
Esa es la intención, una relacionada con la transición a un consumo responsable, que desde la propia empresa comunican en su página web, donde presumen de una oferta en la que priman los objetos de alta calidad y duraderos. “El 65% prefiere comprar menos artículos a mayor precio que duren más”, puede leerse en su apartado de sostenibilidad. La realidad de navegar por la plataforma para los usuarios, sin embargo, puede distar de estas intenciones.
¿Consiguen decelerar el ritmo de consumo de prendas de ropa? ¿Combaten las compras por impulso? ¿Son realmente una alternativa a la moda rápida si gran parte de lo que en ellas se comercializa son prendas de estas mismas marcas?
A los usuarios de estas plataformas no les sorprende encontrar, en el acto de scroll, prendas de firmas de moda rápida, y cada vez es más habitual dar con artículos de la temporada anterior o incluso de la temporada corriente, muchos de ellos aún con la etiqueta puesta, sin haber sido estrenados. Al buscar prendas de Zara a la venta en Vinted con la etiqueta puesta, los resultados arrojan una cifra de más de 63 millones de artículos, más de 22 para Shein.
Un escenario que permite esgrimir algunas dudas razonables sobre el propósito de sostenibilidad que motiva a algunos usuarios a utilizarlas, o sobre los valores de consumo responsable y circularidad que revestían de sentido social o incluso ecológico este tipo de transacciones. ¿Consiguen decelerar el ritmo de consumo de prendas de ropa? ¿Combaten las compras por impulso? ¿Son realmente una alternativa a la moda rápida si gran parte de lo que en ellas se comercializa son prendas de estas mismas marcas?
Aunque la segunda mano se sacude los prejuicios que sobre ella tenían los consumidores españoles, los datos no son todavía del todo halagüeños. Según informaciones vertidas en los informes de Asirtex, en España se desechan 900.000 toneladas de residuos textiles al año, de los cuales solo el 12% acaba en los contenedores especialmente colocados para este propósito. Natalia Castellanos es coordinadora de proyectos en AERESS (Asociación Española de Recuperadores de Economía Social y Solidaria): “De ese 12% solo el 40% de las prendas son susceptibles de ser reutilizadas, el 60% no lo es, ya sea por su baja calidad o porque está demasiado deteriorada”. Castellanos es responsable en la secretaría técnica de proyectos de AERESS de textil y del proyecto La Recuperadora, una red de tiendas a las que llegan prendas, pero también muebles o libros de segunda mano, aunque su modelo no es el convencional.
Las tiendas de La Recuperadora son algo más que tiendas de segunda mano o que un punto de depósito de desechos textiles. Su actividad ofrece puestos de trabajo inclusivo y de inserción sociolaboral a personas en riesgo de exclusión. El proyecto surgió no solo como una forma de promocionar la moda de segunda mano, una actividad que realizan muchas de las entidades que forman parte de la red, sino también bajo la intención de otorgarles “una identidad común, de una marca que pudiera posicionar de manera competitiva en el mercado de segunda mano para las distintas sedes de AERESS, que son independientes en sus territorios”.
Pero el gran valor distintivo que ofrece su presencia a pie de calle tiene que ver con dotar a las prendas de un contexto del que normalmente son desprovistas. “Hacemos una labor de pedagogía del impacto que tiene el consumo textil, pero también ofrecemos a los clientes esa contrapartida positiva que pueden tener sus compras”, explica Castellanos. Uno de esos efectos positivos tiene que ver directamente con el destino de los beneficios recogidos de la actividad de las tiendas. “La mitad de los puestos de trabajo que generan las entidades que trabajan en la gestión de residuos son puestos de inserción sociolaboral”, explica.
Hacemos una labor de pedagogía del impacto que tiene el consumo textil, pero también ofrecemos a los clientes esa contrapartida positiva que pueden tener sus compras
El impacto de la moda rápida sobre el comercio de segunda mano
Los gigantes del retail replantean su estrategia. En la conversación de los medios especializados ya comienza a posarse la pregunta, improbable de formular hace solo unos años, de si la industria de la moda rápida está en el principio del fin de su modelo de negocio. Los pasos que dan algunas de las firmas que dominaban el mercado, incorporando la circularidad y estrategias para albergar la opción de segunda mano, indican tiempos de cambio para el sector.
Gran parte de la culpa de este viraje la tiene el llamado Green Deal, resultado de un Plan de Acción para una Economía Circular que la Comisión Europea puso sobre la mesa ya en 2022. Una propuesta legislativa que afecta al conjunto de las manufacturas producidas por los países de la UE, pero que desde su anuncio se ha seguido especialmente su efecto sobre la industria textil, donde se prevé un impacto de gran envergadura, ya que coloca el foco en la importancia del ecodiseño, la información detallada con indicaciones de uso, cuidado y conservación para el consumidor y la responsabilidad del productor sobre el desecho final del producto.
Con la obligación de dar una circularidad a sus productos al final de la vida útil, cambian los paradigmas desde el propio diseño de la prenda, y también los planes para su desecho. Esto ha puesto en marcha, asimismo, leyes estatales como la Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, que en 2025 obligará a los ayuntamientos a recoger residuos textiles, de la misma manera que hoy recoge otro tipo de residuos.
Al preguntar a Natalia Castellanos, coordinadora de proyectos de AERESS y La Recuperadora, si existe un vínculo entre la moda rápida y la capacidad de ser reutilizada de una prenda donada, responde desde la prolongada experiencia de la red gestionando este tipo de artículos. “En los últimos años nos enfrentamos a que la calidad de la ropa ha bajado estrepitosamente y el porcentaje de reutilización, también. Nos encontramos tanto prendas en buen estado y de marcas de calidad, prendas de lo que podemos denominar fast fashion que todavía tienen la etiqueta —es decir, no han sido usadas— y luego están las prendas que no cumplen los mínimos de calidad para venderlas”.
“Hay que ser cuidadosos, las prendas que en La Recuperadora ponemos a la venta son prendas que están bien y que dignifican la segunda mano, que ha crecido exponencialmente en los cinco últimos años”, añade Castellanos, que cita dos problemas que debe combatir el sector de la moda de segunda mano. “Por un lado, hay que luchar contra esa visión que tiene reparos para utilizar ropa segunda mano, y que existe aún en nuestro país. Por otro, a veces es difícil encontrar la calidad. Hay que apostar por la durabilidad y ahí está todo el trabajo que se hace en las plantas de clasificación para encontrar las prendas de buena calidad”.
Castellanos encuentra motivos para el optimismo no solo en el pronóstico al que fuerza las nueva Ley y la posición de Europa de apuesta por el ecodiseño, sino por el estado de concienciación general de la población, cada vez más sensibilizada con el tema. “Aún hay mucho trabajo por hacer desde las políticas y los espacios educativos, sustituir las ideas de cantidad por las de calidad, por ejemplo. La evolución es lenta, pero las personas concienciadas creo que nunca dejan de serlo”, esgrime.
La presencia masiva de prendas de firmas de moda rápida entre la oferta de plataformas digitales permite una reflexión que delata la existencia de un determinado perfil de usuario que podría usarlas para vender prendas de moda rápida de escaso uso y reinvertir lo recaudado en más
Apps de moda de segunda mano: lagunas sobre su sostenibilidad
La estilista Bianca Fuentes es fundadora de la plataforma de concienciación Estilismo Consciente, y se muestra crítica con la noción misma de sostenibilidad que manejan (y de manera tan asidua) los gigantes de la industria de la moda. “La sostenibilidad vive dentro de un sistema actual que es insostenible, no al revés”, dictamina. Para ella, muchos de los consejos de compra que se ofrecen como solución son, “en el mejor de los casos, un parche”. Aprender sobre estilismo y calidades es, en su opinión, un paso fundamental en el tan repetido dogma de comprar menos, comprar mejor.
La presencia masiva de prendas de firmas de moda rápida entre la oferta de plataformas digitales permite una reflexión que delata la existencia de un determinado perfil de usuario que podría utilizar estas coordenadas digitales para vender prendas de moda rápida a las que ha dado escaso uso y así, nuevamente, reinvertir lo recaudado en más prendas de moda rápida.
Para Bianca Fuentes, la existencia de estos perfiles es algo más que una suposición teórica. “Puedes llegar a diferenciarlos, ya que normalmente venden exclusivamente marcas de fast fashion a un precio medio un poco inferior al de compra, pero no con grandes diferencias”, explica. “Por lo tanto, no lo hacen para deshacerse de la prenda y minimizar su armario, y tampoco conocen marcas donde invertir mejor ese mismo presupuesto en la misma plataforma. Es común ver que tienen a la venta prendas de la temporada actual o muchas con etiqueta de rebajas”. En este sentido, la estilista opina que las plataformas de segunda mano “tienen una labor de divulgación importante que atender”.
Las plataformas de segunda mano tienen una labor de divulgación importante que atender
Ante la proliferación de este modelo de usuario, ¿se puede hablar de la eliminación de la compra por impulso? ¿O de estas plataformas como una forma de combatir el consumo acelerado de prendas de ropa? Para Fuentes, sí pueden ejercer una labor de concienciación en los usuarios que, “al sentirse abrumados por la cantidad de ropa de segunda mano, se conciencia rápidamente”. Señala la estilista que estas plataformas han facilitado la introducción de la segunda mano en la forma de vestir de la población, y ha combatido los prejuicios asociados a ella, “han rebajado la aporofobia que arrastra la segunda mano”. Pero Fuentes señala también un riesgo, el de que el carácter de reutilización del artículo actúe como un bálsamo para la conciencia de quienes siguen consumiendo moda de manera acelerada e impulsiva. Quienes pueden llegar a pensar que “al ser segunda mano es inocuo para el medio ambiente y no llegan a reflexionar sobre su consumo”.
Para la estilista, el diseño de estas plataformas podría estar creando sus propios hábitos de consumo compulsivo y usabilidad adictiva. En un artículo publicado en la edición británica de Cosmopolitan, una usuaria reconocía haber estado enganchada a estas aplicaciones: “podía pasarme horas buscando (prendas) y acabar gastándome 100 libras en cosas que en realidad no quiero, nueve de cada diez no voy a llegar a ponerme nunca”. Los bajos precios y la enorme cantidad de opciones hacen posible un scroll de horas.
Un riesgo de las apps de compraventa de segunda mano es que el carácter de reutilización del artículo actúe como un bálsamo para la conciencia de quienes siguen consumiendo moda de manera acelerada e impulsiva
En mitad de un enorme proceso de cambio en el que se inscribe actualmente la industria de la moda, en el que incluso los grandes retailers se interesan por integrar la segunda mano, cabe preguntarse si es esta la circularidad a la que aspira el sector. Para Fuentes es un modelo insuficiente. “La circularidad debe ser muy amplia y accesible, debe incluir intercambios de prendas, talleres de upcycling, etc. Desde luego, no podemos hablar de moda sostenible sin incluir la segunda mano; es esencial, pero no puede ser toda la estrategia de una industria, ni tampoco una moda pasajera”.