Mujeres tienen mayor educación, pero no más igualdad
La educación es una de las herramientas esenciales para romper con los patrones de pobreza. La obtención de una carrera profesional permite el ascenso social y la apertura a un mundo laboral; no obstante, aun así, las mujeres que lo logran no están en igualdad de condiciones con los hombres.
En Costa Rica las mujeres jóvenes han comenzado a superar a los hombres jóvenes en términos de logros educativos. Para 2022 el 63% de las mujeres entre 25 y 34 años contaban con educación secundaria superior o terciaria, mientras que el porcentaje para los hombres de este mismo grupo de edad es del 54%. Así lo revela un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Según el documento, la tasa de matrícula de las niñas es de 58% en los niveles más altos de educación secundaria superior. Esta es 10 puntos porcentuales más alta que la de los niños. Sin embargo, estos porcentajes de matrícula son “relativamente bajos” al compararlos con el promedio de la OCDE, organización conformada por 38 estados.
Tanto los hombres como las mujeres jóvenes de Costa Rica se matriculan menos en la educación secundaria a medida que crecen, y esta tasa es más baja en comparación con otros países. Esta baja asistencia está fuertemente relacionada con la pobreza, lo que lleva a que muchos abandonen la escuela definitivamente.
Al igual que en otros países de la OCDE, las jóvenes costarricenses tienen menos probabilidades de estudiar carreras como ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, acrónimo en inglés que hace referencia a Science, Technology, Engineering and Mathematics). En estas disciplinas, la proporción de hombres licenciados supera a la de mujeres por unos 19 puntos porcentuales.
Según el informe, los prejuicios sexistas de los padres también pueden influir en las expectativas y la elección de carrera de las niñas, lo que podría explicar la brecha en las carreras STEM.
La OCDE, basándose en el octavo Informe sobre el Estado de la Educación 2023 –una iniciativa del Consejo Nacional de Rectores (Conare), que agrupa a las cinco universidades estatales–, explicó que las estimaciones de la probabilidad de caer en pobreza son alarmantes para la población estudiantil excluida de la escuela secundaria.
Para aquellos que en los próximos años tendrán entre 17 y 22 años, la probabilidad de caer en la pobreza supera el 25%. Este porcentaje disminuye para los grupos de edad de 23 a 28 años y 29 a 33 años, respectivamente.
Pero el panorama es más preocupante para las jóvenes indígenas, de las cuales solo un 13% alcanza a concretar la enseñanza secundaria. Según el informe, nacer en una comunidad rural y pertenecer a un grupo indígena se correlaciona con el abandono escolar, reflejando factores como brechas en la infraestructura educativa y limitadas facilidades de transporte. Además, la percepción de que el sistema educativo no es inclusivo ni racialmente neutral, también influyen.
En 2022, el 35% de los hombres y el 37% de las mujeres de 55 a 64 años de Costa Rica tenían un título de educación secundaria o más alto. Entre los adultos jóvenes de 25 a 34 años, este porcentaje es mucho mayor: 54% para los hombres y 63% para las mujeres. En el mismo grupo de edad, el 34% de las mujeres han completado estudios superiores, unos 6 puntos porcentuales más que los hombres.
La mejora de los resultados educativos está vinculada a la mejora de los resultados laborales. En promedio, la tasa de empleo de las mujeres con estudios superiores es del 63%, frente al 34% de las mujeres con estudios inferiores a la enseñanza secundaria.
La probabilidad de que un joven costarricense no tenga empleo, ni estudie ni se capacite (llamados NiNi) es alta en comparación con los estándares internacionales. En Costa Rica, el 28% de las niñas y mujeres jóvenes de 15 a 29 años son NiNi, casi el doble del promedio de la OCDE, que es de 15%.
De esta forma, las jóvenes costarricenses tienen 1,7 veces más probabilidades de ser NiNi que los hombres jóvenes. Esto se debe a varios factores, incluyendo la gran cantidad de tiempo que dedican al cuidado no remunerado y al trabajo doméstico desde temprana edad. Por otra parte, los niveles de competencia en lectura y escolaridad están correlacionados con el retraso en la paternidad.