Un cuento sobre la CCSS
En mis años como profesor de Salud Pública en la Universidad de Costa Rica, en ocasiones iniciaba uno de mis cursos con una ficción, es decir, algo parecido al cuento de Goethe “El aprendiz de brujo”.
Pretendía resaltar la necesidad de conocer con precisión los desafíos del ejercicio profesional y destacar la ética y la responsabilidad en el ejercicio de la función pública.
Mi cuento se titulaba “El aprendiz de mago” y trataba sobre un aprendiz que copió mal algunas partes del oficio de un profesional de la magia y lo que hacía era repetir de manera poco precisa las recetas. Un día, alguien lo contrató para una misión delicada: tenía que convencer a muchas personas de la importancia de respetar a los animales en la convivencia humana.
Entonces, decidió ilustrar el respeto animal sacando un conejo de un sombrero. Hizo su función frotando repetidamente el sombrero y diciendo una serie de palabras que solo él supuestamente entendía. Al cabo de una gran espera, cuando el aprendiz de mago introdujo la mano en el fondo de su sombrero, sacó el esqueleto de un conejo.
Hace algunos meses, fui invitado, junto con otros, a analizar los problemas y los desafíos de la gestión de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). En una de mis intervenciones, expresé que la situación era muy compleja y que no veía una política clara con miras a enfrentar las demandas de la población con una institucionalidad robusta, que defienda con claridad los principios institucionales de equidad, igualdad, obligatoriedad, solidaridad, subsidiaridad, unidad y universalidad, aun cuando sus alcances aparecen ampliamente explicados en la web de la CCSS, en el apartado “Cultura organizacional”.
Al analizar la gestión de la CCSS, lo primero es entender que es una especie de estación de encuentro, en donde confluyen una serie de actos complejos que constituyen gran parte de la problemática. Los problemas de salud y enfermedad que ahí se atienden expresan, por tanto, los diversos determinantes del estado de salud asociados con la inequidad en las condiciones sociales, biológicas, económicas, habitacionales, laborales, ambientales, educativas, nutricionales, de acceso a agua potable y saneamiento, y de opciones recreativas, entre otras, a las que está expuesta la población. No entenderlo nos puede llevar a proponer soluciones facilistas y descontextualizadas para la gestión institucional.
La diferente condición económica, educativa y social se constituye en una barrera para la obtención de los servicios. Algunos deben hacer largas filas de madrugada para conseguir cita en el Ebáis y ser atendidos por un profesional. Pero, generalmente, el viacrucis apenas comienza, porque algunos son atendidos en el primer nivel y luego derivados a un especialista a niveles diferentes dentro de lo que se conoce como la red de servicios.
El proceso origina las listas de espera tanto para citas con especialistas como para operaciones y otros procedimientos complementarios a plazos superiores, algunas veces, al año o más, según los datos institucionales a mayo.
En esa estación que es la CCSS, también confluyen actores institucionales de variada índole: profesionales de la salud, funcionarios auxiliares de consultas y personal administrativo, algunos con actitudes y aptitudes disímiles en su trato con las personas. Muchos tienen conocimientos sólidos, son amables y respetuosos, pero también hay quienes se interesan poco por la gente.
¿Cuántas veces hemos oído “fui a la consulta y ni siquiera me miró a los ojos”, o en casos más graves, “no me examinó, ni me explicó nada del padecimiento ni de los medicamentos que me prescribió”? Sobra decir que desde hace varios años hemos insistido en que la formación profesional de quienes trabajan en el sector de la sanidad debe estar fundamentada, cuando menos, en el compromiso social robusto, la calidad y la calidez. Los errores algunas veces son irreversibles.
Una institución tan grande, compleja y fundamental para el desarrollo y la democracia, como la CCSS, debe renovar constantemente sus procedimientos, tecnologías e insumos críticos en procura de una mejor calidad de sus servicios, pero no puede estar expuesta a la improvisación de sus políticas institucionales.
Aún más, las políticas institucionales del sector de la salud, en general, y de la CCSS, en particular, deben tener un horizonte amplio y entenderse como políticas de Estado, no de un gobierno en particular. Las líneas de acción que deberían guiar la política de salud y el quehacer de la CCSS deben ser acordadas por la totalidad de los actores sociales, con una amplia representación de profesionales en nombre de la institución en todos los niveles de atención, con sus aportes científico-técnicos y prácticos que la han llevado a ser durante décadas una entidad ejemplar en las Américas y el resto del mundo.
No en vano su modelo de atención primaria y su red de servicios fue —y espero que siga siéndolo— una carta de presentación del Estado ante la comunidad nacional e internacional.
En los últimos meses, hemos visto, de manera preocupante, alguna similitud con el cuento introductorio del aprendiz de mago. Se divulgan nuevas fórmulas para atender las listas de espera, iniciativas para la reventa barata de medicamentos o copago, y de pago a los profesionales por resultados con el objeto de agilizar la atención médica institucional, y se anuncia incluso la posibilidad de contratar especialistas foráneos.
Esos anuncios surgen de manera poco articulada con la orientación institucional a mediano o largo plazo, sin que se conozcan públicamente documentos concretos, fundamentados en prácticas piloto y en modelajes bien fundamentados y estudiados en el campo específico de esas iniciativas.
Tampoco se ve en ninguna de las propuestas recientes una profundización de las causas estructurales ni posibles soluciones a los problemas que aquejan esa gran estación de encuentro que he mencionado, en donde confluyen diversos actores junto con el administrador temporal de los bienes del Estado, que es el gobierno de turno.
Quienes dirigen el país y la CCSS tendrán que afrontar las consecuencias históricas de las decisiones tomadas durante su gestión. Quedan solo 22 meses para el final del gobierno y son urgentes medidas bien fundamentadas, pero sobre todo un amplio diálogo nacional inteligente, multisectorial, con la participación de personas expertas y de reconocido liderazgo en los campos social, económico, gerencial y de la salud, para encontrar alternativas con vistas a que la problemática que afecta a la CCSS sea enfrentada con éxito.
En caso contrario, en poco tiempo, pasará lo que en mi cuento sobre el aprendiz de mago: al meter la mano en el sombrero de nuestra patria, encontraremos el esqueleto de esa institución octogenaria.
Luis Bernardo Villalobos Solano es médico especialista en salud pública. Fue catedrático y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Costa Rica.