Osmar Zavaleta: ¿Está el nearshoring potenciando la atracción de Inversión Extranjera Directa a México?
En una columna previa comentaba que la suspensión deactividades productivas y el cierre de fronteras, causado por la Pandemia de Covid-19, ocasionaron la ruptura de muchas cadenas de suministro a partir del 2020.
Además de la contingencia de salud, eventos geopolíticos, como la tensión en las relaciones entre China y Estados Unidos, la invasión de Rusia a Ucrania y, de manera más reciente, el conflicto de Oriente Medio han ocasionado riesgos adicionales que pueden incidir negativamente en los procesos de producción ubicados en otros lugares del mundo.
Ante este contexto y teniendo presente que cerca del 35 por ciento de la producción manufacturera, a nivel mundial, se concentra en China, empresas de todo el mundo comenzaron a relocalizar sus plantas productivas, para diversificar el riesgo y, al mismo tiempo, lograr eficiencias al ubicar sus centros de producción más cerca de los destinos de consumo.
El hecho de que Estados Unidos es el primer socio comercial de México coloca a nuestro país en una posición privilegiada para capitalizar el proceso de reubicación de muchos de los centros de producción del vecino del norte, actualmente ubicados en China.
Sabemos que algunos de los factores que hacen que México sea un destino sumamente atractivo para el proceso de relocalización de centros de producción se encuentran: 1) Menores costos de transportación, comparados con los existentes desde China y, por supuesto, considerablemente menores tiempos de entrega; 2) El acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México, lo que propiciaría, con mayor facilidad, la exportación de bienes al vecino del norte, además de otros acuerdos con 50 países que abren a México un mercado potencial de cerca de mil 100 millones de consumidores, que representan cerca del 50 por ciento del PIB mundial; 3) Salarios más bajos en México que en China, tanto en niveles operativos como en niveles especializados y gerenciales; 4) Talento humano calificado, tanto a nivel profesional técnico como a nivel profesional universitario; 5) La convergencia entre los husos horarios de México con los de Estados Unidos.
Pero ¿este contexto ha propiciado un incremento en la IED que ha llegado a México, a la luz del nearshoring? Desde mi perspectiva, la respuesta tiene dos aristas:
1) Si analizamos la IED total que ha llegado a México en los últimos 3 años, la respuesta es sí, ya que de acuerdo con la Secretaría de Economía, la IED total en México en 2021 fue de 31,544 millones de dólares, mientras que en 2022 fue de 35 mil 292 millones de dólares, (casi 12 por ciento mayor). En 2023 fue de 36 mil 058 millones de dólares, lo que representa un incremento de 2.17 por ciento respecto de la recibida en 2022.
De acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), considerando los sectores económicos más relacionados con la relocalización de centros de manufactura hacia México, la IED en 2023 creció 47 por ciento respecto al mismo periodo de 2022, mientras que la IED en sectores menos relacionados con el fenómeno del nearshoring se redujo en 27 por ciento, pero es importante mencionar que esto se ha dado, fundamentalmente, en términos de la reinversión de utilidades y no de IED nueva, lo que nos lleva a la segunda arista.
2) En 2023, como ya se mencionó, la IED total en México fue de 36 mil 058 millones de dólares, de los cuales el 74 por ciento fue de reinversión de utilidades, el 13 por ciento de inversión en cuentas entre compañías y únicamente el 13 por ciento (4,688 millones de dólares) fue de inversión nueva. Estos datos son relevantes ya que, de acuerdo con estimaciones propias realizadas a partir de datos de la Secretaría de Economía, entre 1999 y 2022, México atrajo poco más de 12 mil 200 millones de dólares, en promedio por año, y, particularmente, en 2022 cerca de 12 mil 500 millones de dólares de IED nueva. Esto significa que, en 2023, México atrajo cerca del 38 por ciento de la IED nueva que había atraído, de manera anual, entre 1999 y 2022, y, apenas, el 37.5 por ciento de la IED nueva que llegó al país en 2022.
Lo anterior se puede interpretar, por un lado, en términos de la confianza que hay en el país por parte de las empresas que ya están establecidas en México, al destinar recursos importantes para capitalizar las oportunidades que presenta el nearshoring y, por otro lado, que tenemos todavía algunas tareas pendientes por hacer para potenciar la atracción de IED nueva.
Pensando en que está próximo el cambio de administración en el gobierno federal, considero que esta realidad abre una oportunidad muy importante para que México defina una estrategia de crecimiento, desarrollo y progreso. Algunos de los elementos que, desde mi perspectiva, podrían dar forma a esta estrategia son la implementación de:
• Una política energética que permita a los privados invertir en proyectos de generación de energía eléctrica, a partir de fuentes limpias y renovables, ya que uno de los factores que las empresas consideran para relocalizar sus centros de producción es el hecho de acceder a energía limpia.
• Una política de inversión en infraestructura esencial (generación -limplia-, transmisión y distribución de energía eléctrica; vías de ferrocarril, carreteras, puertos, aeropuertos, aduanas; entre otros).
• Un plan, por parte de la banca de desarrollo, para que las PYMES accedan a financiamientos, capacitación, acompañamiento técnico, transferencia de tecnología, homologación de procesos, entre otros, para que puedan escalar sus operaciones.
• Una política industrial que permita integrar a las pequeñas y medianas empresas, sobre todo a las de la región sur-sureste, con las empresas grandes, sobre todo del bajío y del norte de México.
• Una política industrial que permita balancear el flujo de la IED de modo que se eviten presiones sociales por falta de agua, falta de electricidad, falta de infraestructura vial, problemas de contaminación, entre otros, en ciertas regiones del país.
• Una política educativa que anticipe las necesidades de talento, sobre todo en los que México no ha desarrollado capacidades, como la industria de los semiconductores.
• Una política de investigación, innovación y desarrollo tecnológico, ya que son elementos que contribuyen de manera significativa en la atracción de IED nueva.
• Una política de seguridad, en ciertas zonas del país, y de mecanismos que fortalezcan el estado de derecho para brindar certidumbre a los inversionistas.
Creo que México tiene en sus manos una gran oportunidad para propiciar crecimiento y desarrollo económico, y, lo más importante, progreso para la población. Para capitalizar esta oportunidad, tenemos que hacer frente a estos retos que, visto de otra forma, son grandes oportunidades para el nuevo gobierno federal que comienza sus funciones el 1 de octubre. ¿Se aprovecharán? Todo está por verse…
El autor es Decano Asociado de Investigación de la Escuela de Negocios y de EGADE Business School del Tecnológico de Monterrey.