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La contienda electoral en EU y México

El fallido atentado contra Donald Trump, quien busca nuevamente la presidencia de Estados Unidos, renovó el tablero de las preocupaciones mexicanas sobre los caminos para abordar nuestra compleja relación con el vecino del norte.

Tenemos razones para la alerta, pues los disparos contra Trump profundizaron la polarización de una contienda de por sí marcada por barruntos de violencia, procesos judiciales y cruce de acusaciones de grueso calibre.

Del atentado, coinciden los analistas, Trump emergió como una suerte de héroe y desde su campaña se ha alentado la idea de que fue la retórica del presidente Joe Biden la causante del atentado.

Hemos padecido las presiones de Trump como presidente. En campaña, procesado por la justicia y sin rivales entre los republicanos, Trump ha amenazado con tomar medidas más radicales que las de su presidencia en temas que nos afectarían directamente.

Frente a un rival débil, del cual se pone en duda su capacidad, incluso para concluir la campaña, Trump ha amenazado con llevar a cabo la mayor deportación en la historia de su país, que tiene una larga experiencia en la materia. Igualmente, en los asuntos que podrían afectar a México, ha ofrecido la intervención militar directa para “combatir a los cárteles” y ha amenazado con imponer aranceles de 100% a vehículos chinos fabricados en territorio mexicano.

Es cada vez más difícil pensar en que Joe Biden llegue a la presidencia. Se han incrementado las presiones de los donantes, de los medios, de las encuestas (60% de los electores demócratas declaran que preferirían otro candidato). Las peticiones al Partido Demócrata para que opte por el relevo no han hecho sino crecer desde el 28 de junio, cuando en un editorial, el influyente The New York Times planteó que el mayor servicio público que Biden podría hacer sería retirarse de la contienda. La altísima desaprobación de su gestión (56%) se combina con las imparables escenas que lo muestran como una persona incapaz siquiera de articular una frase.

Entre los bateadores emergentes, los medios estadunidenses enlistan a la vicepresidenta Kamala Harris, aunque los analistas aseguran que entusiasma a muy pocos. Otros, como Josh Shapiro o Elizabeth Warren no cuentan con apoyos suficientes o tienen el mismo punto en contra que Biden: su avanzada edad.

Un personaje que podría salir al quite, por su buen desempeño en las encuestas y su edad, es Michelle Obama, quien ha dicho una y otra vez que ella no está interesada.

Lamentablemente, el atentado contra Trump no puede ser disociado de la historia de violencia política que ha caracterizado al vecino del norte. Una historia violenta que viene de lejos y que ahora coincide con una crisis con distintas expresiones que tiene como telón de fondo la contienda entre dos aspirantes ancianos.

Ungido candidato por un Partido Republicano que controla cada vez más, Trump designó como compañero de fórmula a J.D. Vance, senador por Ohio, en busca de repetir la fórmula de 2016, cuando ni los más conspicuos observadores vieron venir el alud de votos de la clase media, empobrecida y blanca, a favor del magnate.

La polarización social, el resurgimiento del racismo, el consumo de drogas duras y la proliferación de armas luego de que se permitiera a todo el mundo poseer rifles de asalto, como el AR-15 con el que atentaron contra el candidato, crean un coctel de riesgo que obliga a realizar previsiones desde México.

En el mundo diplomático se reconoce la habilidad que el presidente López Obrador para lograr una relación fluida con Trump en su primer mandato. Con sus altibajos y tensiones, consiguió un diálogo que otros mandatarios buscaron sin éxito.

La clave ha sido recordada por la doctora Claudia Sheinbaum: “Coordinación sí, subordinación no”.

La gestión estadunidense del fenómeno migratorio, por ejemplo, tiene en México un aliado indispensable, pero no se avanzará con pasos firmes en tanto no se atienda una postura en la que el presidente López Obrador ha insistido mucho: la migración debe ser atendida en las causas profundas que la originan.

Con republicanos o demócratas, lo importante para México es que en Estados Unidos se entienda que la vecindad hace posible la prosperidad compartida, y que ello pasa por inversión y comercio con mejores salarios, por innovación y tecnología, desarrollo regional y sostenibilidad en materia de medio ambiente.

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