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El 'club naútico' Stella, una joya del modernismo y el destape varada 18 años en Arturo Soria

Abc.es 

El barco encallado a orillas de la M-30 todavía es un oasis en mitad de la larga Arturo Soria. Hoy está en silencio, sus jardines arrullados por el canto de las cigarras y el rumor de los coches, abajo, en la circunvalación. La fachada mantiene el blanco, y alguien ha vuelto a pintar su nombre en la icónica cabeza-buque: Stella. Las piscinas están vacías. Este reducto de libertad durante el franquismo, un club naútico en plena capital , fue una burbuja hedonista en ebullición hasta que, en la década de los ochenta, los alrededores de Arturo Soria se llenaron de urbanizaciones con piscina propia. El Club Stella cerró definitivamente en 2006 y, cada tanto, su memoria, su rescate, salen a flote. Este mismo martes, la concejal del PSOE Adriana Moscoso rogó al Gobierno del Ayuntamiento de Madrid que actuara. En la Comisión de Cultura, Turismo y Deporte —las sesiones mensuales en las que los portavoces de cada área debaten los asuntos municipales antes de elevarlos al Pleno—, Moscoso lamentó el «estado de abandono» del Stella y propuso instar a la Comunidad de Madrid que inicie los trámites para declararlo Bien de Interés Patrimonial (BIP) . «Tiene protección suficiente», zanjó la directora general de Patrimonio Cultural, Elena Hernando. El debate para reabrir este símbolo de glamur en el distrito de Ciudad Lineal, sin embargo, viene de largo. «Es una piscina por la que he pasado por delante muchísimas veces de mi vida. La conocía por referencias de la generación de mis padres, y arquitectónicamente siempre me ha parecido muy interesante, muy bonita», cuenta Moscoso por teléfono, vecina del barrio, edil en Cibeles desde las elecciones de mayo de 2023, que ha decidido defender esta suerte de paquebote varado en la ciudad. Por su arquitectura , por «la historia que guarda entre sus paredes» y por su conexión con « el origen de la Ciudad Lineal de Arturo Soria , la visión precursora de una ciudad mucho más amable, más verde, con un tranvía que la recorría», explica la edil. Estos últimos días, mientras investigaba sobre el Club Stella, Moscoso ha descubierto que su autor fue primo de su abuelo: Fermín Moscoso del Prado. El arquitecto dibujó un barco, un puente de mando sobre la ladera, a imagen y semejanza de otros edificios anteriores, La Isla y La Joya , preciosas piscinas de los años 30 en la playa del Manzanares que ya no existen. Las albercas y barandillas del Stella se construyeron entre 1945 y 1947, y hubo una posterior ampliación, en 1952, a cargo de Luis Gutiérrez Soto, el arquitecto más famoso de la época. «En los años 30 y 40 estas piscinas fueron hitos arquitectónicos, y la única que sigue en pie es la piscina Stella», señala el vicedecano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), Pablo Olalquiaga. «Es una arquitectura entre racionalista y modernista , que tiene mucho que ver con el Club Naútico de San Sebastián, de 1930. La arquitectura de todos estos tenía algo de naútico, casi como un barco, barandillas metálicas, formas curvas, una arquitectura muy refrescante para esa época», añade el experto. El Stella se convirtió en el lugar de veraneo de la aristocracia madrileña, de soldados y personalidades, de músicos y actrices, una piscina con trampolín que tenía mucho más, peluquería, salón de baile, bingo. Incluso una bolera. Esta atalaya con vistas a la ciudad ocupaba hasta 14.000 metros cuadrados, pero la creación de la M-30 redujo sus terrenos. La superficie actual de la finca es de 8.400 metros cuadrados que los propietarios mantienen, podan sus jardines, conservan la fachada. Aunque el desuso desemboca en deterioro. «Es un testimonio de una época ya desaparecida. Durante los años de la dictadura fue una especie de paréntesis, donde se podía hacer 'topless', donde se estrenó el bikini, reunía a gente intelectual, se respiraba una especie de libertad. La familia fue muy cuidadosa en ese sentido, lo llevó con mucha discreción», destaca la concejal Moscoso. Ava Gardner fue la musa de sus chapuzones y bronceados, de sus noches de música y alcohol . Junto a la actriz estadounidense, el cantante Antonio Machín, futbolistas del Real Madrid de Di Stéfano, soldados destinados en la base de Torrejón de Ardoz, mujeres que se abrían al destape y al modernismo en domingos de 'sold out'. Su azotea era un refugio para el 'topless' y el nudismo , un secreto a voces, y la terraza más segura de Madrid, porque no faltaban helicópteros de la Policía Nacional oteando desde el cielo. El Stella estaba de moda, y ese pasado emerge ahora una vez más en 'Los días ligeros' (Plaza & Janés), la última novela de Yolanda Guerrero que utiliza este buque urbano, su atmósfera de veranos refinados y círculos sibaritas, para desarrollar una trama de conspiraciones femeninas contra Franco. Moscoso consiguió el libro el jueves, aún no lo ha leído, pero sabe el mundo que inspira esas páginas. «No somos de Madrid, pero vinimos hace muchos años, y a mis padres les he oído hablar de que era un sitio al que había que ir, 'the place to be', siempre había gente conocida, tenía una discoteca, era un sitio a la moda y muy bonito. Me ha llegado ese eco legendario de la piscina», asegura. Los nietos de su primer dueño, Manuel Pérez-Vizcaíno y Pérez-Stella, cuidan del Stella desde hace 18 años. En 2018, según publicó ABC, la última vez que abrió sus puertas a visitantes, el inmueble se puso a la venta , pero la oferta se ha esfumado con el tiempo. Ni la Fundación Arquia, que organizó esa última visita guiada por la piscina, ni el Colegio de Arquitectos tienen noticia de las intenciones de los herederos. «Guerrero me ha contado que los propietarios están haciendo un esfuerzo por que no se venga abajo, cuidan los jardines y el edificio», asevera la edil socialista, «pedimos al ayuntamiento que se ocupe, nos parecería ideal que pudiese abrirse al público, incluso que se convirtiese en una dotación municipal...; son cuestiones que habría que sentarse a hablar». La compra de un inmueble protegido es complicada. El edificio del Club Stella está blindado con un nivel de protección 3 (parcial o ambiental, el mínimo) y los jardines con un nivel 2 (estructural o volumétrico); es decir, la fachada y los patios no se pueden modificar. En 2012, el Ayuntamiento de Madrid aprobó un Plan Especial para adecuar su exceso de edificabilidad y su uso. «Hace no mucho, los propietarios propusieron a [la Comisión Local de] Patrimonio hacer un edificio, no llevado al uso de equipamiento deportivo o piscina, sino un equipamiento educativo u otra serie de cosas», informa Olalquiaga. Ninguna idea se ha concretado. Moscoso pretende hablar con la familia a la vuelta del verano, y que el PSOE pelee por el Stella también en la Asamblea de Madrid. «Es un símbolo de muchísimas cosas, y debemos cuidarla, no olvidar que está ahí», sostiene. El arquitecto Olalquiaga apuesta por reabrir la piscina: «Desde el COAM lo que tenemos clarísimo es que la mejor manera de proteger el patrimonio es darle un uso, y si puede ser el uso original , ese es el ideal. Es la mejor manera de conservarlo, vivirlo, disfrutarlo».

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