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Feísima cogida en Santander a Marco Pérez, el último fenómeno del toreo

Abc.es 

Hasta las centenarias piedras de Cuatro Caminos sabían que Morante de la Puebla reaparecería en su Feria de Santiago. Sonreían los aficionados con el esperado regreso. «¡Que vuelve Morante!», era la frase del día. El próximo miércoles martes el que ya llaman 'acontecimiento de julio'. Una polvareda se levantó en el ruedo cuando Samuel Navalón toreaba con el capote. Variado y con tremenda decisión desde que se marchó a la puerta de chiqueros. Y de rodillas abrió también la faena, con un farol, engarzado a otros pases con la derecha en medio de aquel polvoriento. Ni los efectos especiales en una película lograrían tal efecto. Con suave tacto trató al noble pero mermado de poder novillo, al que trató de alargar el viaje. Buscó la complicidad de público y banda en los invertidos y el arrimon final, con un desplante de rodillas a cuerpo limpio. Pero habría más: unas ceñidas bernadinas finales. Feo cayó el acero, pero no fue óbice para la concesión del primer trofeo. Con los paraguas ya abiertos en el tendido, salió Mordedor. Era el segundo paseíllo de Marco Pérez este sábado. De su triunfo en Mont de Marsan a la arena tabaco de Santander. Con soltura manejó el capote en el saludo, de rodillas y en pie. Con el animal cantando la gallina, se echó el capote a la espalda en unas gaoneras. Directo se le fue el novillo, que se lo llevó por delante en una dramática imagen: voló por lo aires en una durísima caída. Sobre la arena, el novillo lo pisoteó en la arena y lo izó por el glúteo. Muy fea la cogida. Tremenda. A la enfermería se lo llevaron prestos sus hombres. PPor el percance, se hizo cargo del reservón animal Navalón, que dejó la montera en la puerta de la enfermería. Y allí pudo acabar el de Ayora, cuando Mordedor lo prendió por detrás cuando iba a cerrar una serie con el de pecho. A mares llovía en el tercer novillo, candidato al pañuelo verde. Con gusto planteó la faena Javier Zulueta, el joven que deslumbró en Olivenza. Cada vez más impracticable estaba el ruedo. Diluviaba y había charcos que eran un arroyo. Pésimo el estado y muy peligroso. Era una insensatez absoluta seguir, pero los toreros querían continuar lo empezado y a las ocho menos cuarto se plantaba de nuevo a portagayola Navalón para recibr al cuarto, un punto más fuerte que sus anteriores hermanos. El novillero hecho en Albacete, al que la lluvia impidió torear en Pamplona, no quiso dejarse nada dentro. Y con tremenda disposición anduvo. Pero así no se odía estar delante del toro y patinó. Ahí resbalaban novillero y novillo. Embarradas las medias, embarrado hasta la orejas el torero en aquella pista de patinaje. De nuevo se deslizó en aquel barrizal, ahora en un intento de moliente. Para seguir luego con asiento por ambos pitones. Loable su esfuerzo. ffdf

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